Indiferencia y olvido: ¿cómo dar lugar a producciones de futuro?
- Nadua Estefanía Dip Carluccio
- 7 dic 2015
- 17 Min. de lectura
Las miradas aquí plasmadas son el resultado de un proceso de conocimiento que tuvo lugar, en el marco del proceso de “Lectura de la Realidad Comunitaria” propuesto como instancia fundamental dentro del programa de la Residencia de Psicología Comunitaria, partiendo de la premisa que es necesario conocer antes de intervenir.
El nombre del apartado surge de las verbalizaciones de los vecinos al momento de caracterizar a V° Floresta. Mencionan que desde sus inicios hasta la actualidad no ha habido cambios significativos en el acceso a derechos y servicios mínimos. El olvido, del que hablan, se trata de la ausencia de la mirada del Estado, de la falta de obras públicas y de “las eternas promesas incumplidas”. A su vez, este olvido hace referencia a los mismos vecinos y la escasa organización para luchar conjuntamente por satisfacer las necesidades de la mayoría.
“Desgraciadamente vivimos en este b° olvidado, abandonado”. Vecina de V° Floresta
“Barrio olvidado, no existe, no hay nada”. Vecino de V° Floresta
Esta percepción de olvido y abandono es sentida, en parte, por tres generaciones del barrio. Son aquellos abuelos que llegaron a “asentarse” en los ’60, junto a sus hijos y ahora sus nietos, los que vivencian la falta de avance en cuestión de políticas habitacionales, urbanización y servicios. Coinciden en la ausencia del Estado para garantizar el acceso a derechos básicos de subsistencia, sin embargo se hace uso de aquellos beneficios otorgados por la presencia de instituciones asistencialistas. ¿Es un modo de estar en Floresta aceptar vivir en condiciones precarias? ¿Quiénes forman el Estado? ¿De qué otras maneras puede hacerse presente en el barrio?
“Han estado en un círculo vicioso, una cadena de no hacer las cosas porque se las van a dar, están criando a niños de comedor. Ahí hacen valer sus derechos, que les den más comida, etc”. (Vecina de V° Floresta)
“Yo quiero que se cierre el comedor, inaugurar un comedor es inaugurar pobreza y eso no puede ser motivo de festejo” (Referente barrial).
Watzlawick & otros (1994), trabajan el concepto de cambio y sus implicancias en situaciones de la vida real. Los autores mencionan que “si bien ciertos problemas humanos pueden continuar a un nivel constante de gravedad, hay muchos que no permanecen igual durante mucho tiempo, sino que tienden a aumentar y a acentuarse si no se alcanza ninguna solución (…)” (p. 52) como suele suceder en V° Floresta ante la imposibilidad de acceder a los servicios básicos, principalmente el de agua potable. Sostienen que aunque la situación parezca permanecer idéntica “la intensidad de la dificultad y del sufrimiento impuesto aumenta” (p.52). Como lo sienten, piensan y expresan muchos de los residentes del lugar, habitando un espacio que permanece en condiciones sumamente precarias por más de medio siglo.
Sumando a lo anterior, es preciso tener que cuenta que en la actualidad, y a pesar de las vastas tecnologías existentes, existen sectores del barrio, nombrados como asentamientos, que no figuran en la cartografía oficial de la provincia. ¿Cómo repercute esto en el modo de construir una identidad barrial? Campisi, A. (s.f). nos invita a pensar en identidades culturales e identidad grupal, entendiéndolas como identidades concretas definidas a partir de compartir o no prácticas económicas y culturales específicas. ¿Qué comparten los vecinos de V° Floresta? ¿Existe una identidad barrial o se trata de diferentes identidades construidas a partir de las situaciones concretas de habitar los espacios?
“Este b° no figura en el mapa”. Vecino de V° Floresta.
“Nosotros no existimos en el plano, estamos fuera de la zona urbana, espacio verde figura”. Vecina de V° Floresta.
De acuerdo a lo expresado por los vecinos acerca de espacios agradables y aspectos a favor del lugar, tanto niños como jóvenes y adultos no logran identificarlos, tendiendo a verbalizar, la mayoría de las veces, no encontrar nada positivo en el barrio. ¿Cuáles son los efectos de habitar un espacio caracterizado por aspectos negativos? ¿Cómo se construye con estas bases?
“No hay lugares para los chicos”. Vecina de V° Floresta.
“No hay plaza y no hay agua”. Vecina de V° Floresta.
“No hay ni plazas, nada”. Niño de V° Floresta.
Dentro de este contexto se observa un ambiente caracterizado por la falta, falta de servicios, espacios, de desarrollo. Se evidencia condiciones de vida precarias, condiciones reales de existencia atravesadas por el restringido acceso a derechos básicos de subsistencia. ¿Qué pasa cuando las aspiraciones futuras de progreso y cambio se reducen exclusivamente al acceso a un bien mínimo e indispensable para la vida? ¿Qué lugar ocupan los sueños de los vecinos de V° Floresta habitando este territorio? Resultaría interesante profundizar sobre cuáles son las razones por las cuales se quedan cuando las condiciones del lugar resultan “expulsivas”. ¿Qué estrategias articular para poder visibilizar los recursos comunitarios del barrio?
“Lo único que le pido a Dios es que tengamos agua allá arriba para poder bañarnos como gente”. Vecina de V° Floresta.

Las calles representan, para los habitantes de V° Floresta, una vía de acceso y de egreso al barrio. Por lo que repercute directamente en sus modos de estar, transitar y salir del lugar. Al no estar en condiciones, muchas de las calles del barrio se vuelven intransitables, dejando zonas aisladas en épocas de lluvia, donde inclusive el ingreso peatonal resulta sumamente dificultoso.
“La calle no nos gusta porque está fea, saltando pasamos”. (Niño de 10 años)
“Cuando llueve es un río, no se puede andar. No entra nada”. (Vecino de V° Floresta)
“Ni la ambulancia puede entrar. En invierno, cuando alguien se enferma por el frio de las chapas con neumonía o espasmos, es muy difícil bajar o subir, en vehículo no se puede”. (Vecina de V° Floresta)
Las calles representan el indicador principal por el cual los servicios públicos, como así también los de seguridad y salud, no llegan al barrio. Especialmente a la zona alta del mismo. ¿Sólo depende de las vías de acceso? ¿Se trata de accesibilidad real o incluye accesibilidad simbólica también? ¿Las calles representan una vía de acceso o una frontera?
Borja (2012) hace referencia a los conceptos de muros y fronteras como mecanismos de exclusión social. Menciona que los mismos pueden ser físicos o simbólicos, para este apartado es pertinente tensionar la lectura de la realidad sobre lo que entra y no entra a V° Floresta con el modo simbólico de los conceptos en cuestión. El autor sostiene que “los muros en las ciudades, en sus periferias difusas o, incluso, en la ciudad compacta y en sus zonas centrales, responden a la misma lógica. No se trata de proteger a los ciudadanos libres sino de excluir a los sectores sociales sobreexplotados o marginados”. (Borja, 2012, p. 7) ¿Qué separan estás fronteras que no permiten a los vecinos del barrio acceder a servicios básicos? ¿A quiénes protegen estos muros que obstaculizan el acceso a derechos de subsistencia?
Una lectura posible es pensar que “lo que no entra” al barrio es el Estado, entendiendo a éste como el que garantiza derechos básicos a través de obras públicas efectivas por ejemplo, sin ánimos de reducirlo únicamente a esto. No entra a recepcionar las necesidades de los vecinos, a pesar de su presencia en algunas instituciones de la zona. Ampliar este espectro pensando en la dicotomía presencia-ausencia o presencia selectiva, reducida, limitada. Tomando lo aportado por Canestraro (2004), cuando dice: “consideramos que es el Estado uno de los actores fundamentales en la organización social del espacio urbano, en tanto interviene en la construcción de la ciudad ya sea por acción u omisión; ambos casos, en última instancia, constituyen una forma de hacer política”. (p. 14). La ausencia, omisión o indiferencia por parte del Estado repercute en la subjetividad de quienes habitan el barrio. ¿Cuáles son los efectos de naturalizar la indiferencia de los organismos del Estado que deben garantizar los derechos ciudadanos? Cuando éste se vuelve focalizado en lo que otorga sin atender los mismos pedidos que resuenan públicamente por más de cincuenta años.
Esta sensación de olvido tiene implicancias en el modo de habitar los espacios del barrio. Los vecinos construyen su representación de los lugares que habitan, y de los que habitan los otros. Principalmente nos interesa detenernos en la niñez y en cómo perciben niños y niñas los espacios en los que residen y comparten con el resto de los vecinos del lugar. Partiendo de la idea que “el espacio no es concebido como un escenario físico cuyos límites y propiedades son un a priori de la acción sino como un contexto que se produce, se reproduce y se transforma en el marco de las relaciones sociales” (Campisi, s.f, p. 2), es decir que los espacios tienen sentido en tanto son espacios de relación con otros, en ese marco es donde podemos comprender el significado que adquieren para quienes los construyen.
Notas sobre las infancia(s) en V° Floresta
Como en todas las instituciones de salud del primer nivel de atención, los/as niños/as y las madres son actores siempre presentes. Estadísticamente se habla sobre la niñez, las primeras causas de consulta, los esquemas de vacunación, entre otros. Correr el foco al momento de mirar a los niños y las niñas como sujetos de intervenciones constantes desde el sector salud, y pasar a mirarlos como actores sociales que construyen su realidad, escuchar qué tienen para decir, fue el principal motivo de entablar múltiples contactos y encuentros con ellos y ellas. Reconocerlos con voz y voto, respetar sus puntos de vista y ser conscientes de su capacidad para llevar a cabo procesos de transformación social, es el punto de partida.
Las múltiples historias de niños y niñas, las condiciones de vida, la realidad sociocultural que los atraviesa y su forma particular de subjetivar estas condiciones ponen en evidencia que hablar de infancia, en singular, como un cumulo de características estereotipadas dejaría fuera las particularidad de cada contexto, sería una mirada simplista el retomar un concepto único y usarlo como referencia de esta franja etaria. Teniendo en cuenta el avance teórico actual al respecto, como menciona Tuñon (s.f):
(…) lo que se ha venido evidenciando en investigaciones realizadas en los últimos años (…) es la existencia de múltiples y diferentes manifestaciones, configuraciones y modos de vivir la niñez (…) Por lo que no es posible referir a una sola infancia sino que cabe reconocer diferentes infancias según las situaciones sociales, económicas, geográficas, culturales, familiares, etc. que configuran diferentes modos de ser niño, niña (…) (p. 21)
La presencia de niños/as se impone en todos los espacios por los que he transitado, desde las familias numerosas, hasta los comedores, canchas, calles y el mismo Centro de Salud. Realizar una aproximación sobre la realidad que construyen, como viven diariamente, que sienten, como se expresan, cuáles son sus sueños, como perciben el barrio, entre muchas otras cosas fue el objetivo que guió este proceso. El conocimiento construido junto a ellos y ellas da cuenta de modos de producción de subjetividad en situación y un acercamiento a las variables que intervienen para la construcción de dicha subjetividad. ¿Cómo se es niño/a en V° Floresta? se intentará plasmar a partir de algunas particularidades de sus modos de ser y estar.
La falta de espacios verdes y de recreación para niños/as es una necesidad sentida por los vecinos del barrio. ¿Qué hacen lxs niñxs en V° Floresta? ¿Dónde juegan? ¿Qué espacios habitan? ¿Por qué lugares transitan? Los adultos hablan de las necesidades de los niños y niñas, dando cuenta de la escases de actividades y espacios pensados para ellos y ellas dentro del barrio, situando esto como una preocupación constante.
“Los chicos no tienen espacio aquí, tienen que estar en la casa, van a la escuela y vuelven” (Vecina de V° Floresta)
Garantizar los derechos de los niños y las niñas es una responsabilidad, en primera instancia del Estado, que se hace efectiva a través de la creación e implementación de políticas públicas orientadas a ellos/as. Pero también, es algo que nos convoca a todos. Es importante pensar en qué responsabilidad asumen los/as vecinos/as adultos/as frente a las aparentes necesidades de los/as niños/as, el hecho de que no hayan espacios para ellos/as en la zona parece no convocarlos a dar respuestas a esta necesidad, buscando -en ocasiones- en instituciones de otros barrios una alternativa para mantener a los/as niños/as ocupados/as, en actividades que consideran adecuadas para ellos/as. Como así también reflexionar en torno a nuestro rol como adultos/as y miembros de una institución pública y de salud, acerca de cómo percibimos a los/as niños/as que circulan constantemente por las instalaciones del Centro de Salud, qué lugar ocupan en nuestros discursos para poder pensar en alternativas de trabajo en conjunto tendientes a dar respuestas a una necesidad sentida por los vecinos y por los propios protagonistas.
Niños y niñas poseen representaciones del barrio que han ido construyendo de acuerdo a su transitar cotidiano, sus experiencias, los discursos de su entorno, entre otras variables. Identifican problemáticas compartidas por el resto de los residentes del lugar, como ser el estado de las calles y las condiciones materiales del barrio, la falta de espacios públicos destinados a la recreación, los hábitos de los jóvenes y los adultos, los modos de vinculación entre las diferentes franjas etarias que habitan el lugar, etc. Ubicándose en una posición crítica, identifican la influencia de estas problemáticas en su vida cotidiana, como así también piensan en mecanismos a seguir para resolverlas. Se muestran como sujetos activos, problematizando constantemente sus condiciones de vida, planteando sus posicionamientos y argumentando los mismos en base a sus experiencias. Por lo cual, rescatar sus miradas, es reconocerlos como “actores sociales que participan en la construcción y determinación de sus propias vidas, de quienes les rodean y de las sociedades en que viven. Las niñas y los niños no son objetos pasivos de la estructura y los procesos sociales” (Pavez Soto, 2012, p. 94).
Entre los múltiples significados que la calle tiene en V° Floresta, tanto para adultos como para niños/as, nos centraremos en este apartado en pensarla como un lugar por el cual niños y niñas circulan, juegan y es considerado a su vez uno de sus principales problemas. El estado de las mismas, cubiertas por piedras de considerable tamaño, con zanjas, desniveladas, dificulta sus actividades cotidianas. Identifican claramente los peligros de las condiciones de las mismas, y manifiestan tener que ensayar modos variables para transitarlas o no hacerlo. Es decir, que representan espacios que habitan, pero que a su vez los inhabilita para ciertas actividades recreativas.

“Las calles no me gustan porque hay agua, está roto, pinchado, lo tiene que arreglar una máquina”. (Niño de 10 años)
“Yo ando en bici acá adentro porque hay muchas piedras abajo y rebotan”. (Niño de 7 años)
Durante los meses de lluvia intensa en la zona, el panorama se dificulta aún más para los/as niños/as, debido a que el simple transitar se vuelve una travesía. Las calles barrosas, cubiertas de lado a lado, lleva a que deban pasar, en ocasiones, días enteros dentro de sus casas sin poder salir a realizar ninguna otra actividad.

“No podemos salir de la casa cuando llueve, por eso no me gusta, es aburrido, no podemos jugar”. (Niño de 11 años)
“Levante la mano al que no le gusta que llueva. Porque no podemos salir y tenemos que dormir todo el día”. (Niño de 10 años)
Como parte del V° Floresta, los/as niños/as identifican cuáles son los pasos que se deben realizar para que las calles se vuelvan transitables, conocen de quiénes dependen y los verdaderos resultados de continuar acudiendo a las mismas soluciones sin que estas logren sus objetivos. Proponen otras alternativas, como por ejemplo pavimentar. Se puede pensar en la incorporación de modos de actuar frecuentes en el barrio por parte de los adultos, pensar en formas organizativas para lograr una solución, involucrándose, formando parte de los caminos a seguir, ubicándose como protagonistas. Algo que se observa también en la apropiación del espacio público del Centro de Salud, como se desarrollará más adelante.
“Hay que traer la máquina, para eso llamamos a la muni”. (Niño de 7 años)
“Yo hablaría con Isa y le diría que mande una máquina”. (Niño de 9 años)
“Nosotros cada vez llamamos a la máquina, cuando ponen tierra queda feo, cuando llueve queda barroso, por eso queremos que pongan pavimento”. (Niño de 7 años)
En sus discursos, se posicionan en un rol adulto cuando hacen referencia a las problemáticas del barrio. Esto se visualiza también en sus posiciones corporales, con ceño fruncido, manos en la cadera y gestos de preocupación y/o cansancio. La(s) infancia(s) en V° Floresta, atravesada(s) por su contexto, donde su derecho como niñas/os a jugar se halla condicionado por una realidad psicosocial que se impone, más allá de la carencias económicas que son parte de la cotidianeidad, el hecho de saberse increpados a pensar soluciones para su espacio diario, respuestas que dependerían más de adultos en primera instancia, y deberían ser garantizadas por el Estado principalmente. ¿Dónde jugar cuando no se visualizan espacios? ¿Qué de su desarrollo se ve afectado por estas condiciones? Asumir un rol adulto implica una pesada carga para un/a niño/a, posiblemente incluye el ocuparse de asuntos que no son propios de su edad, saltear etapas y ‘descuidar’ la actual.
¿Cuáles son los efectos de que el poder jugar dependa de tantas variables externas a los/las propios/as niños/as? ¿Cómo impacta en sus subjetividades la falta de obras públicas cuando atraviesan directamente sus deseos y derechos como niños/as? Esto abre paso a pensar en la posible invisibilización y reconocimiento de sus derechos, y de la responsabilidad de quienes naturalizan esta situación sin cuestionarla desde el ámbito local en el barrio, hasta las estructuras superiores a nivel municipal y provincial. Sin embargo es preciso detenernos aquí y repensar sobre los posibles impactos de la presencia de un/a adulto/a indagando sobre su cotidianidad. Pues no es un detalle menor el hecho de que sus relatos y posicionamientos activos se den en un marco intergeneracional. Es importante pensar sobre los espacios en los cuáles los niños y las niñas pueden expresarse y manifestar sus problemáticas, como así también sus deseos, sus sueños, muchas veces reducidos a poder desarrollar una determinada actividad lúdica en un espacio público.
Aclarando un posicionamiento en cuanto al juego ya que hasta el momento se lo toma como referencia en múltiples ocasiones, para de este modo poder explicitar el porqué de su importancia para el presente análisis, se considera que:
Jugar es un derecho, fundamentalmente, porque la vida infantil no puede concebirse sin juego. Jugar es la principal actividad de la infancia y responde a la necesidad de niños y niñas de mirar, tocar, curiosear, experimentar, inventar, imaginar, aprender, expresar, comunicar, crear, soñar...Es ese impulso primario que nos empuja desde la infancia a descubrir, explorar, dominar y querer el mundo que nos rodea, posibilitando un sano y armonioso crecimiento del cuerpo, la inteligencia, la afectividad, la creatividad y la sociabilidad. Jugar es una de las fuentes más importante de progreso y aprendizaje. (Marín, 2009, p.234)
Reconociéndonos como miembros del Estado
Inicialmente se cuestionó sobre quienes forman el Estado, ese que se visualiza como ausente e indiferente ante la realidad de V° Floresta. El Centro de Salud N° 44 es una institución pública conformada por miembros que somos efectores del Estado ¿qué responsabilidad tenemos ante la realidad vivenciada por los vecinos? ¿Qué podemos aportar desde nuestro lugar? Son los cuestionamientos que impulsan la experiencia descripta a continuación y su intencionalidad.
A partir de realizar una cartografía social con niños y niñas del barrio, la técnica predispuso un posicionamiento activo de los mismos, expresando sus deseos de continuar reuniéndonos y hablando del lugar. Teniendo en cuenta esta demanda, y luego de ser pensada junto con miembros del servicio de salud, se prioriza la importancia de rescatar sus miradas sobre el lugar que habitan, de este modo considerarlos actores sociales y sujetos activos, transformadores de su realidad, pero sin dejar de tener en cuenta que son niños y niñas y como tales es su derecho disfrutar de sus infancias y de lo que las mismas pueden implicar, resaltando sobre todo su derecho a jugar. A partir de lo cual, se decide acompañar su propuesta y ofrecer el espacio físico del Centro de Salud para que estos encuentros tengan lugar.
Se considera importante tomar en cuenta las características que Bonafé (2014) propone para que el acompañamiento tenga eficacia, ya que forman parte de las estrategias que se están articulando desde el Centro de Salud para crear y mantener este espacio. Los componentes propuestos son: disponibilidad, copresencia, contexto de confianza y respeto de los acuerdos. A lo largo de estos meses de comenzar a conocernos, conversando, jugando, dibujando, recorriendo, entre múltiples otras formas, se fueron poniendo en juego los modos sugeridos por la autora. La disponibilidad, entendiéndola como el registro de que alguien está ahí, en el Centro de Salud de V° Floresta, esperando a los/as niños/as, reconociéndolos, compartiendo y logrando que en este ‘estar disponible’ ellos/as reconozcan al personal de salud como personas interesadas en lo que les sucede, cómo se sienten, sus deseos, sueños, tristezas. Promoviendo un contexto de confianza, que implica escuchar pero ir más allá de esa escucha, involucrarse e intervenir en esas narrativas y en las posiciones que sostienen, muchas veces ubicando a los/as niños/as en lugares de opresión, maltrato, desinterés, etc., con la finalidad de reconocer y valorar sus derechos. La co-presencia entendida como estar al lado, al lado de otro diferente, con una historia única, para promover la comprensión de estos/as niños/as en los contextos en los cuales escriben dichas historias. El acompañamiento, sugiere la autora, debe darse respetando los acuerdos que se establecen entre todos/as. Para lo cual, se intenta crear acuerdos comunes, reevaluarlos y actualizarlos constantemente, para que sus protagonistas realmente sientan que lo que sucede en los espacios del Centro de Salud es lo que ellos/as consensuaron y se sientan representados/as en los mismos.
La confianza, que se mencionó anteriormente, situada en un espacio común y público de tránsito como es una institución de salud del primer nivel de atención, espacio de encuentro y desencuentro, a veces también espacio de pasaje, entradas y salidas. Lo que nos permite complejizar la mirada, y pensar que en múltiples ocasiones sólo miramos los encuentros sin ampliar el espectro a la multiplicidad de significados que puede tener un espacio para cada uno de los que lo conforman. Es así que los desencuentros también los consideramos parte de la construcción del espacio, ya que por múltiples variables y factores personales e institucionales, el reunirnos todos/as los/as interesados/as suele no ser posible en ocasiones. Pensar también en profundizar cómo, de qué manera y a través de qué particularidades de la modalidad de los vínculos que venimos construyendo entre todos y todas, intergeneracionalmente, las efectoras de salud del Centro nos vamos convirtiendo en interlocutoras válidas para los/las niños/as que asisten al espacio y viceversa.
Existen múltiples motivos por los cuales se decide promover este espacio. Como se mencionó en reiteradas ocasiones, la falta de lugares físicos recreativos como así también espacios verdes, es una constante en V° Floresta, ofrecer a la institución como espacio que posibilite encuentros es un modo de acompañar y respaldar el derecho fundamental de los niños y niñas a jugar. Cuestionarnos sobre los posibles impactos de ver obstaculizada su capacidad creativa, el desplegar su imaginación, el contar con actividades lúdicas cotidianas, tiende a promover la salud integral de los/as niños/as, no reduciendo a la misma a la exclusiva ausencia de enfermedad.
La salud se relaciona con el placer, la creatividad y la vitalidad. El juego (…) promueve estos aspectos. (…) podemos afirmar, entonces, que alentar y estimular la capacidad de jugar y de favorecer lugares y espacios para ellos, implica siempre una acción a favor de la salud (Fattet, Snaidman, Tasat Tissera y Zacañino, 2008, p.2 ).
La percepción de los/as niños/as, sus opiniones, propuestas y sueños son importante para esta institución de salud, por lo tanto se busca potenciar sus recursos de hacer y pensar sobre su barrio, su realidad, sus modos de transitar esta etapa de sus vidas, como así también ofrecer un espacio para el encuentro en un lugar que ellos/as valoran como positivo dentro de su cotidianeidad.
“Lo que más me gusta del barrio es la
salita”. (Niña de 10 años)
“¿Podemos ir ahora a la salita? Nosotros los vamos a estar esperando a los chicos ahí”. (Niño de 7 años)
“Vamos a ir al centro de salud a jugar”. (Niño de 8 años)
“¿Podemos ir a la salita hoy?”. (Niño de 8 años)
Que los/as niños/as se apropien del espacio del Centro de Salud, es también una apuesta a la accesibilidad, ya que como se sabe, el recorrido por instituciones de salud de la población materno-infantil, es constantemente asistencial, siendo el niño y la niña objeto de controles físicos e intervenciones. Entendiendo a la accesibilidad, como la define Stolkiner:
(…) un vínculo que se construye entre los sujetos y los servicios. Este vínculo surge de una combinatoria entre las condiciones y discursos de los servicios y las condiciones y representaciones de los sujetos y se manifiesta en la modalidad particular que adquiere la utilización de los servicios (2008, p.264).
Resignificar este espacio, espacio público, espacio conocido y transitado por los residentes de V° Floresta, espacio donde el Estado se hace presente por lo general desde la mera asistencia; resignificarlo colmándolo de encuentros y vivencias entre pares y con miembros del servicio, es una apuesta a futuro. Es decir, que resulta un desafío en el sistema de Salud Pública mantener un espacio contra-hegemónico a los discursos que circulan constantemente en los Centros de Salud, como ser “productividad”, “no hay personal”, “no hay recursos”, “no hay tiempo”, “circuito de control de niño sano”, entre otras cosas. Y aceptar que formamos parte del Estado y que podemos aportar algo para intentar revertir esta sensación de indiferencia, de carencia sentida de espacios públicos como algo inaccesible para la recreación de los/las más pequeños/as, centrándonos en este momento, en los/las niños/as como presente y futuro del barrio.
Mi rol como psicóloga comunitaria está pensado en acompañar este proceso que viene teniendo lugar, reflexionando sobre el acontecer cotidiano, mi praxis con los/las niños/as y potencializando la participación del equipo de salud en los encuentros, para intentar legitimar en el servicio de salud las potencialidades y beneficios de trabajar con otros en un espacio que demanda constantemente ser repensado, analizado y recreado.
Preguntas para potenciar nuestro trabajo
¿Qué aportes teóricos pueden facilitarme para seguir pensando sobre el rol del Estado, su presencia/ausencia, e impacto en la construcción de subjetividad de niños y niñas?
Agradecería también si tienen experiencias similares para compartir y poder repensar mis prácticas.
Bibliografía
Bonafé, L. (2014). Mirar tras los muros. Situación de los derechos humanos de las personas privadas de libertad en Córdoba. Córdoba: Editorial de la Universidad Nacional de Río IV.
Borja, J. (2012). Espacio Público y Derecho a la Cuidad. Barcelona.
Campisi, A. (s.f). LA COMUNIDAD CULTURAL FERIANTE Y EL PROBLEMA DE LA FRONTERA ARGENTINO-BOLIVIANA EN LAS FERIAS DE INTERCAMBIOS INDÍGENAS. Recuperado de: http://repositoriorecursos-download.educ.ar/repositorio/Download/file?file_id=6c07b78c-7a06-11e1-83e8-ed15e3c494af
Canestraro, M. (2004). Límites y paradojas de la nueva gestión urbana: un estudio de caso sobre las políticas de tierra. II Congreso Nacional de Políticas Sociales. Mendoza.
Fattet, A., Snaidman M., Tasat, V., Tissera, E. y Zacañino,L. (2008). Juegotecas en salud. Un dispositivo de APS. X Congreso Nacional y II Congreso Internacional “Repensar la niñez en el siglo XXI”. Mendoza.
Pavez Soto, I. (2012). Sociología de la Infancia: las niñas y los niños como actores sociales. Revista de sociología, Nº 27 (2012) pp. 81-102. Recuperado de:
Stolkiner, A. (2008). DERECHOS, CIUDADANÍA Y PARTICIPACIÓN EN SALUD: SU RELACIÓN CON LA ACCESIBILIDAD SIMBÓLICA A LOS SERVICIOS. UBA.
Tuñón, I. (s.f). Barómetro de la deuda social de la infancia. Argentina 2004-2008: Condiciones de vida de la niñez y adolescencia. Fundación Arcor.
Watzlawick, P., Weakland, J. & Fisch, R. (1994). Cambio. Formación y solución de los problemas humanos. Barcelona: Herder.
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