“Vivir solo cuesta vida”: juventudes e instituciones (¿en transformación?)
- Natalia María Giaileola
- 28 dic 2015
- 8 Min. de lectura

A continuación, presentaré algunas reflexiones que fueron trabajadas de manera conjunta con mis compañeras de año y con nuestra instructora de la Residencia de Psicología Comunitaria. A través de un espacio generado para co-construir aspectos relativos a nuestro rol como psicólogas comunitarias, fuimos pensando desde algunos interrogantes vinculados a las prácticas en territorio. Luego, sistematizamos este recorrido articulando el mismo a lecturas teóricas que pudieran aportarnos a desarmar, preguntar, problematizar y teorizar en relación a ciertas características de este rol.
Como punto de partida, decidimos ubicar un proceso comunitario en el que estuviéramos participando y que nos generara inquietudes en torno al rol. De esta manera, opté por el grupo de jóvenes con quienes venimos compartiendo un espacio de trabajo, y que me lleva a repensar permanentemente mi lugar allí.
En este caso, tomaré algunas situaciones que se observan de manera reiterada, en las que los mismos se ubican en un lugar de desventaja tanto en lo social como en las relaciones que van estableciendo con las instituciones del Estado.
Las condiciones de marginalidad, precarización laboral, consumo problemático de sustancias, conflictos y enfrentamientos con otros grupos de jóvenes y con las fuerzas de seguridad, la vulneración de sus derechos, son algunas de las características del contexto y de las vivencias mediantes las cuales van constituyéndose como sujetos de un orden social determinado. Al mismo tiempo, son personas que sostienen proyectos dentro de programas que se presentan como institucionalmente frágiles o precarios; jóvenes que establecen lazos de confianza; que realizan lecturas de sus contextos y que pueden cuestionar aspectos que se presentan naturalizados en los discursos y en las prácticas; jóvenes que logran insertarse en el mercado laboral y que decidieron en algunos casos retomar sus estudios secundarios. Es decir, que coexisten en ellos estos signos propios del sistema del cual forman parte, y también algunos recursos para construir alternativas posibles a ello.
Aun así, las relaciones con las instituciones del Estado desde un lugar de desventaja y de asimetría, pareciera ser una constante difícil de ser modificada. De esta manera, me preguntaba si era posible pensar en la transformación de estas relaciones entre los jóvenes y las instituciones estatales, teniendo en cuenta que las mismas pueden ser pensadas siguiendo a Foucault (1976) como relaciones de poder. Esto implicaría, que el poder no es algo que se posee, sino más bien un conjunto de relaciones entre partes asimétricas, en donde siempre está la posibilidad de que unos lo ejerzan y otros puedan resistirse. “Es en el ejercicio del poder donde se constituye el sujeto” (Foucault, 1976).
Respecto a mi rol como psicóloga comunitaria que acompaña a este grupo y como miembro de una institución estatal, una gran cantidad de interrogantes fueron haciéndose presentes a lo largo del tiempo; ¿Cuál sería mi posicionamiento ante esto?; ¿Es posible pensar en acciones que modifiquen de alguna manera las desigualdades existentes?; ¿Quiénes son los agentes de una transformación?
Más que analizar este tipo de relaciones y las formas de ejercicio del poder, me interesaba en este caso pensar en las posibilidades de transformación, teniendo en cuenta que muchas veces estas relaciones ubican a los jóvenes en lugares de imposibilidad.
Intentar esbozar algunas reflexiones en torno a estas preguntas, supone el reconocimiento de una serie de dimensiones presentes en nuestro rol, que nos llevan a cuestionar no solo nuestras intervenciones, sino también nuestras lecturas y miradas en torno a las mismas. Identificar conceptos como “poder”, implica tener presente la complejidad del rol que intentamos construir desde nuestras prácticas, y que día a día nos va enfrentando a nuevos y diversos desafíos.
Para pensar en este eje, venimos realizando un recorrido de problematización y deconstrucción de ideas y bagajes teóricos previos, desde los cuales intentamos entender al poder como una dimensión presente en los contextos y en nuestras intervenciones. De esta manera, retomar las líneas de análisis que algunos autores realizaron en torno al mismo, puede acercarnos a nuevas perspectivas posibles.
Pensando y co-construyendo con otros
Para pensar algunos aspectos en torno a esta dimensión, elegí trabajar ciertos aportes de la perspectiva de Cornelius Castoriadis, que considero sumamente valiosos para problematizar el concepto de transformación.
Este autor, parte del análisis de lo histórico-social para dar cuenta de las transformaciones, y se interesa por cómo se construye algo nuevo, así como por las formas posibles de transformación. Desde nuestro rol, cabría preguntarnos respecto a las estrategias que podemos ir construyendo para ayudar a ser lo que aún no ha sido.
Desde esta perspectiva se plantea a la sociedad como una institución imaginaria, creada por significaciones imaginarias sociales, es decir, por los sentidos que circulan. Castoriadis plantea la existencia de significaciones centrales como ejes ordenadores de las sociedades (como por ejemplo pueden ser “Dios”, “la expansión del dominio racional del mundo”), y un signo de poder se expresaría por ejemplo, a través de la dominación. La misma tendría que ver con “un choque” o superposición de un eje central sobre otro. Los cambios y las transformaciones de esta manera, serían posibles en tanto ocurriera algo de esto planteado.
Para hablar de formas posibles de transformación, ubica a las posibilidades de cambio ligadas a la creatividad, en tanto investiga la imaginación como algo constitutivo de la naturaleza humana. Para ello, piensa al hombre como psique humana, en tanto existiría una parte que se encuentra por fuera de lo histórico-social, y por ello, podría trascender lo instituido.
Al hablar de Psique, Castoriadis retoma la corriente psicoanlítica freudiana, incorporando el concepto de representación para definir a la misma. Siguiendo a Cristiano, J. (2009), “la psique es una región ontológica del orden de la representación” y (…) “tiene por lo menos cuatro características que hacen de ella un fenómeno único. La primera, es que en tanto flujo de representación, no se detiene nunca” (…). La segunda, tiene que ver con la ignorancia del tiempo y la contradicción (p. 89). La tercera, es descripta por Castoridis como desfuncionalización, es decir, “la psique humana, a diferencia de la de otros animales, es una psique despegada de cualquier compulsión orgánica (…) no hay límites a la representación” (p.90). Y finalmente, reconoce “el predominio del placer de representación sobre el placer orgánico” (p.90).
A su vez, este autor analiza la relación entre psique y sociedad que no desarrollaré en profundidad, pero destacaré algunos puntos que considero útiles para pensar en las posibilidades de transformación, y en cómo podríamos tomar estos aportes para reflexionar en torno a nuestro rol.
Respecto al proceso de absorción de la psique por la sociedad, Castoriadis considera que el mismo nunca es total. “La psique sigue siendo (…) un flujo representativo indetenible, que desfuncionaliza su placer y que va siempre, en mayor o en menor escala, más allá de lo socialmente instituido” (Castoriadis en Cristiano, 2009:98). De esta manera, “tenemos pues la imagen de un “actor social” escindido, con una parte que si es “fragmento ambulante” de la institución, y con otra fluyente y dinámica, que mueve y a veces agrieta la institución” (p. 98).
El autor plantea a su vez en consecuencia con esto, la pregunta de cómo pensar en un actor que no sólo es tomado por este proceso de socialización, sino que también reflexiona a partir y a pesar de ello. La respuesta es que esa figura de ser humano es también una institución; “El sujeto crítico es una institución histórica entre otras” (p.98). A partir de diferenciar pensamiento de reflexión, introduce también otro movimiento posible.
Establece de esta manera, que pensamiento hay siempre porque siempre hay “consciente” en el sentido psicoanalítico. Allí, que alguien “se pueda preguntar, no quiere decir que se pueda preguntar por cualquier cosa, y si bien en todas las lenguas caben las preguntas simples (¿está lloviendo?), no en todas cabe la pregunta por la pregunta misma” (…) “El paso (…) a la pregunta sustantiva, la pregunta por la posibilidad de preguntar, y la pregunta por el pensamiento mismo y por sus fundamentos, es lo que define a algunas instituciones sociales” (p.98). “En sociedades de esa índole (…) podemos hablar de reflexión. Y es en estos casos que encontramos un tipo de actor social particular, un actor social reflexivo y crítico, capaz de ir más allá de lo establecido e investido del mandato institucional de hacerlo” (p.99).
La posición desde donde piensa al individuo, fue un aporte que si bien es presentado desde una teoría de imaginarios sociales que puede resultar dificultosa de trasladar a cuestiones más concretas, por su alto nivel de abstracción, me resulta sumamente interesante en tanto reconoce la posibilidad de algo nuevo, de algo diferente.
Por otro lado, pensar mi rol junto a este grupo de jóvenes, me convoca a retomar dos conceptos planteados por este autor; los de instituido e instituyente.
Lo instituido, tendría que ver con aquellas significaciones imaginarias sociales que tienen una existencia fijada en instituciones, cristalizada, relativamente quieta y estable.
Lo instituyente, sería aquello que crea las significaciones imaginarias, es decir, la fuerza creadora del ser social. Con esto hace referencia a un colectivo anónimo que crea significaciones, sentidos y formas sociales.
¿Se podría pensar en trascender lo instituido, en construir nuevas formas de instituyente?; Teniendo en cuenta que lo instituido sería en este caso, que las relaciones de desventaja, vulneración y desprotección de parte de las instituciones estatales hacia estos jóvenes los ubican en lugares de imposibilidad, ¿cómo plantear o construir formas posibles de modificación de estas realidades? Siguiendo esta línea, las intervenciones que como psicólogas comunitarias podemos pensar, tendrían que posibilitar la emergencia de lo que aún no es.
A lo largo del período de trabajo con los chicos, algunas de ellas estuvieron enfocadas en problematizar ciertas miradas establecidas socialmente, desde las cuales se los asocia a la ilegalidad, los enfrentamientos, la peligrosidad social y una amenaza al orden existente; es decir, un lugar de estigmatización que otorga reducidas (o nulas) alternativas de movilidad. Algunas de las intervenciones, tuvieron que ver con la apuesta a su capacidad creativa para pensarse como protagonistas de otras situaciones posibles, intentando trascender a través de movimientos concretos (fabricación y venta de alimentos en el barrio, participación en una feria los fines de semana, construcción de un video documental colectivo, organización de un festejo del día del niño, entre otras), algo de estas representaciones instaladas.
Otra de las cuestione a tener en cuenta a la hora de pensar en nuestro rol, es la complejidad de la situación presentada y las múltiples variables que condicionan estas posibilidades de cambio. Retomo algunos aportes de Ana María Fernández (2007), cuando propone a los circuitos de problematización recursiva como una forma de hacer método, tomando el problema desde otros lados; pensar problemáticamente procesos de producción, más que ir en una linealidad de sentido en relación al inicio. Ubicar nuestro trabajo desde una construcción espiralada, en la que hay puntos y momentos de conexión y desconexión, pero cuando se vuelve a ellos, hay método en el proceso.
“… el pensamiento como modo de experiencia supone pensar en el límite de lo que se sabe (…) No se trataría tanto de una serie lineal de problemas que, al estilo de las muñequitas rusas, estarían unos dentro de otros, sino de problemas que en sus derivas e insistencias presentan puntos y momentos de conexión y desconexión que enlazan y desenlazan, que insisten y mutan, pero que al volver una y otra vez sobre lo mismo van armando método. Se retoma aquí la acepción griega del término met-odhos; ponerse en camino, distanciándose de la idea moderna profesionalista del mismo, en tanto repertorio de técnicas a implementar. En el camino se va armando método, trazando –como se dirá más adelante- circuitos de problematización recursiva” (Fernández, 2007).
Más que instalar teorías y construcciones acabadas sobre el rol y sobre las posibilidades de transformación a través de las intervenciones, poder continuar indagando, explorando y problematizando distintas alternativas a lo instituido, es una tarea que nos compromete a seguir preguntándonos sobre los alcances y posibilidades de nuestro quehacer.
Bibliografía consultada
Cristiano, J. (2009): “Lo social como institución imaginaria: Castoriadis y la teoría sociológica”. Ed. Eduvim. Villa María, Córdoba.
Fernández, A.M (2007): “Las Lógicas colectivas. Imaginarios cuerpos y multiplicidades”. Ed. Biblios. Buenos Aires, Argentina.
Foucault, M. (1976): “Historia de la sexualidad”. Ed. Siglo XXI.2005.
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