Miradas encontradas y desencontradas: Espacios, juventudes y Estado
- Ana Fayos
- 19 sept 2016
- 10 Min. de lectura

El presente escrito surge en el marco del proceso de Lectura de la Realidad Comunitaria, que se realiza durante el segundo semestre del primer año. En este caso corresponde a las comunidades del área de responsabilidad de un centro de salud de la zona oeste alta de la ciudad de Salta. A partir de la inicial Lectura de la Realidad Institucional, comenzó el desafío de salir de los muros de la institución, para recorrer los barrios, dialogar con las personas, de diferentes edades, que habitan la zona, para pensar con ellxs sobre sus realidades, percepciones y miradas acerca de ellxs mismos y los sitios en los que viven.
Se realizaron entrevistas, registros y diferentes actividades, en las que se hizo visible la percepción de muchxs de lxs habitantes de los barrios, así como de miembros de las instituciones que allí se encuentran, acerca de la falta de espacios para lxs jóvenes.
¿Qué es lo que se dice en relación a estos espacios?
“(…) no hay tantos espacios como para los niños. O sea, todo el trabajo que llega es hasta los 14, 15, máximo 17. De 17 para arriba ya no hay un espacio para los chicos.” (Referente barrial, hombre, adulto)
“Hacen falta espacios para los jóvenes.” (Miembro del Centro de Salud. Registro de reunión de Red)
“Los chicos necesitan un espacio para ellos.” (Vecina, mujer, adulta joven)
Es posible preguntarse aquí ¿Quiénes son lxs que perciben esto? ¿Desde dónde miran? ¿De qué espacios hablan? ¿A qué jóvenes hacen referencia?
En principio, cabe aclarar que lxs que expresan esta mirada en relación a los espacios para lxs jóvenes son adultxs. Es importante, considerar, entonces, esta condición, y cómo influye en las construcciones acerca de lxs jóvenes y lo que estxs necesitan. Si se retoma la noción de adultocentrismo propuesta por Duarte, se la puede conceptualizar de la siguiente forma:
“(…) remite a unas relaciones de dominio entre estas clases de edad —y lo que a cada una se le asigna como expectativa social—, que se han venido gestando a través de la historia, con raíces, mutaciones y actualizaciones econó-micas, culturales y políticas, y que se han instalado en los imaginarios sociales, incidiendo en su reproducción material y simbólica.” (Duarte, 2012:103)

Por otra parte, resulta fundamental aclarar a qué jóvenes se refieren ellxs, y a qué jóvenes se hace referencia en este trabajo. Lxs adultxs cuyas expresiones fueron tomadas aquí parecen homogeneizar la juventud, como si todxs lxs jóvenes, y en particular, todxs lxs jóvenes de esta zona, fueran iguales. Pero es necesario plantear aquí que no es posible realizar tal homogeneización, ya que, incluso dentro de un mismo territorio geográfico, hay juventudes diversas. Lxs diferentes jóvenes de la zona se ubican en edades distintas, en géneros distintos, varían en forma muy amplia las condiciones en las que se encuentran, la escolaridad y la posibilidad de acceso a la misma, los sectores y territorios donde habitan, los grupos a los que pertenecen, y así se pueden nombrar infinitas formas de juventudes. De ahí que no se pretende tomarlxs simplemente como grupo etario, ya que las divisiones por edad traen consecuencias obstaculizadoras a la posibilidad de una lectura que tome a estas personas y grupos diversos en toda su complejidad.
Recuperando los aportes de Duarte, se puede conceptualizar que “(…) los «sistemas de edades sirven a menudo para legitimar un desigual acceso a los recursos, a las tareas productivas, al mercado matrimonial, a los cargos políticos» (Feixa, 1998:25).” (2012:4) Entonces, siguiendo con este autor, se dirá que “(…) lo que existen (…) son las juventudes, esto es diversas expresiones y significaciones del entramado complejo que surge en nuestras sociedades desde un grupo social y que se expresa de maneras múltiples y plurales.” (2000:9)
Ahora bien, las referencias de lxs adultxs antes mencionadas tienen que ver, más bien, con espacios formales y lugares físicos, edilicios, con actividades pensadas para lxs jóvenes. Cabe preguntarse, así, ¿Por qué faltan estos espacios? ¿Qué espacios formales sí existen en la zona?
Estos pueden ser enumerados: un colegio secundario en el que también funcionan las escuelas abiertas los sábados, una escuela de boxeo, un consultorio de consejería en el Centro de Salud, grupos juveniles en la parroquia del B° Palermo, y algunos talleres en los SUM que, si bien no están destinados específicamente a jóvenes, participan muchxs de ellxs.
Surge aquí la pregunta por el Estado ¿Cuál es la relación del mismo con este sector de la población?
En este punto, resulta pertinente continuar con los aportes de Duarte:
“Estos Estados han construido un conjunto de mecanismos (…). Desde normas que exigen-ordenan ciertos hábitos y comportamientos a las y los jóvenes en sus diversos medios de vida, a políticas públicas mayormente remediales que les ven como beneficiarios pasivos y no les consideran como actores protagónicos, hasta legislaciones en que no se les valida su palabra ni sus experiencias y se les cosifica en tanto la edad que tienen, se verifican un conjunto de fórmulas que expresan los diversos tipos de violencias sociales, en que el Estado de derecho aparece como un sistema aleatorio de violencia/orden en el actual contexto de globalización (Hinkelammert, 2005).” (2012:110)
¿Cómo son pensados, entonces, los espacios que existen en la zona? ¿Quiénes los pensaron y quiénes participaron en su creación? ¿Son lxs jóvenes sólo receptorxs pasivxs de actividades y espacios programados para ellxs?
Políticas públicas para las juventudes
Si se piensa en las políticas públicas, se pueden tomar los aportes de Chris Shore:
“(…) la formulación de políticas es una actividad sociocultural (regida por leyes) profundamente inmersa en los procesos sociales cotidianos, en los “mundos de sentido” humanistas, en los protocolos lingüísticos y en las prácticas culturales que crean y sostienen esos mundos. El análisis de las políticas públicas implica dar sentido al conocimiento tácito, a las múltiples interpretaciones, y a menudo a las definiciones en conflicto que las políticas tienen para los actores situados en lugares diferentes (Yanow, 1993).” (2010:24)
Ya en la lectura de la Lectura de la Realidad Institucional surgía la pregunta: “¿son los programas una bajada de línea? ¿Se tienen en cuenta las especificidades de cada región, e incluso de cada sector o institución?” (Balestrini; Cañizares; D’Arterio; di Pasquo y Fayos, 2015:14) Cabría, aquí, agregar ¿Se tienen en cuenta las diversas juventudes que habitan en los barrios en los que se insertan estas políticas? ¿Y sus particularidades, así como los lugares y territorios que construyen? ¿Participan las voces de estxs en la planificación e implementación de las políticas? ¿Se puede pensar que la no participación respondería a un presupuesto en el que las juventudes aparecen como inmaduras, problemáticas y críticas? ¿Cómo delinear políticas que garantizando igualdad de derechos promuevan la construcción desde las particularidades de lxs sujetos?
He aquí la importancia de analizar las construcciones en relación a lxs jóvenes que subyacen a estas estrategias, porque es desde donde se lxs mira, desde donde se piensan y diagramas las formas de trabajo con ellxs.
“Vos imagínate que la gran mayoría de estas adolescentes tuvieron madres adolescentes, y crecieron con la idea de que su desarrollo era tener un hijo, porque no hay otras expectativas (…).” (Miembro del equipo del Centro de Salud, mujer, adulta joven)
“Se necesitan talleres porque hay mucha violencia entre los jóvenes, ahora también entre las chicas.” (Miembro de institución educativa, hombre, adulto joven)
“La principal herramienta que tienen los chicos son las piedras.” (Miembro del equipo del Centro de Salud, hombre, adulto)
Resulta fundamental tomar en cuenta estas construcciones, para pensar que habilitan u obstaculizan estas miradas a la hora de trabajar con jóvenes, así como también, cómo se juegan las mismas en las planificaciones de las políticas u actividades locales pensadas para estas juventudes.
“(…) se interpreta que las miradas hegemónicas sobre la juventud latinoamericana responden a los modelos jurídico y represivo del poder. Se sostiene que la juventud está signada por «el gran NO», es negada (modelo jurídico) o negativizada (modelo represivo), se le niega existencia como sujeto total (en transición, incompleto, ni niño ni adulto) o se negativizan sus prácticas (juventud problema, juventud gris, joven desviado, tribu juvenil, ser rebelde, delincuente).” (Chaves, 2005:1)
Es posible pensar, así, que se proponen espacios sin mediar el vínculo con lxs jóvenes. ¿Se escucha lo que tienen para decir? ¿Qué es lo que ellxs están demandando, cuestionando, expresando? Se podría responder que, en primer lugar, demandan un otro que lxs mire y lxs escuche, que tome en cuenta sus voces, que piense y construya con ellxs. Construir vínculo es conocerlxs, conocer sus intereses, los territorios que construyen y de los cuales se apropian, reflexionar sobre cómo se subjetivan en sus cotidianeidades, mirar desde sus propios puntos de vista, y no desde lo que, como adultxs, consideramos que necesitan.
Surge entonces la pregunta ¿Qué estamos pensando desde nuestro rol como efectorxs del Estado? ¿Cómo estamos mirando a lxs jóvenes?
Considero que la pregunta, aquí, por nuestra implicación como adultxs, que muchas veces reproducimos la mirada adultocéntrica, y como figuras y voces de Estado, con los atravesamientos de poder que esto nos implica, se torna indispensable, ya que es en este punto donde reside nuestro desafío, de pensar en qué miradas construimos, desde dónde intervenimos, a qué voces damos lugar y cuáles quedan por fuera para, a partir de ahí, continuar componiendo el trabajo con lxs jóvenes de la zona.
Territorios construidos y territorios que se construyen
¿Se puede decir que el Estado construye ciertos territorios? Si esto es así, diremos que son territorios previamente establecidos y definidos desde un afuera, ya que, como se viene analizando, las políticas no toman en cuenta las juventudes, sus voces diversas, sus diferencias y desigualdades, sus intereses, miradas, como actorxs sociales activxs que son, así como tampoco los territorios que ellxs mismos construyen y habitan en sus cotidianidades.
“En general, el hablar de “territorios” hace surgir dos asociaciones. La primera tiene que ver con el territorio en términos espaciales, el territorio como una geografía, con sus características específicas, sus reglas internas y sus límites. La segunda asociación –correlato de la primera– nos lleva al territorio como espacio habitado, como lugar donde se desarrollan relaciones sociales.” (Arias, 2013:1-2)
Pero, entonces, lxs jóvenes, ¿Qué territorios construyen y habitan? y ¿Qué piensan de estos territorios? ¿Qué representaciones se juegan?

Lxs adultxs entrevistadxs y registradxs en sus discursos, plantean esta falta de espacios en la que se viene haciendo hincapié. Sin embargo, lxs jóvenes con lxs cuales realicé diferentes actividades y compartí conversaciones, hacen surgir otra mirada en relación a esto.
Podemos tomar, aquí, el ejemplo de la cartografía llevada a cabo con jóvenes, tanto mujeres como varones, de un colegio secundario de la zona. En esta oportunidad, al mencionar la consigna de marcar los lugares que más les gustan, así como aquellos en donde ellxs se juntan, aparecían: playones, canchas, esquinas y algunas plazas, entre otros.
Al preguntar por las razones de estas elecciones, mencionaban:
“Porque pasamos buenos momentos en ellos.” (Registro en el mapa)
“Porque es un lugar para disfrutar un momento recreativo.” (Registro en el mapa)
“Porque en las canchas se puede expresar el amor al fútbol.” (Registro en el mapa)
En otra ocasión, en un grupo de jóvenes de uno de los sectores más vulnerable y estigmatizados, mencionado en la categoría anterior, algunos de ellos expresan:
“Sí jugamos acá en la cancha, pero nosotros quisiéramos un playón como los otros barrios.” (Varón de 14 años)
Aparecen, entonces, dos perspectivas a tener en cuenta. Por un lado, que los espacios que se piensan desde lxs adultxs e instituciones, y de ambos formando parte del Estado, parecen no ser los mismos que los que eligen y de los cuales se apropian lxs jóvenes de la zona. Aquí aparece, nuevamente, la pregunta por el vínculo. ¿Por qué no eligen los mismos lugares? Podría decirse, en principio, que los espacios son pensados y establecidos desde una mirada, no sólo adultocéntrica, sino además externa, sin establecer vínculo con ellxs. Lxs jóvenes eligen lugares en los que pueden ser protagonistas, y no merxs receptorxs de algo en cuya construcción no pudieron decidir. ¿Cómo pensar, entonces, espacios que lxs incluya como actores sociales?
Y, por otro lado, pareciera que las diferentes dimensiones del Estado, pensándolo en términos de García Linera (2010), se desentienden de la construcción de esos espacios, tanto a nivel físico o edilicio, como en el hecho de desconocer o ser indiferentes a las miradas de lxs diferentes jóvenes que, como actorxs sociales, tienen siempre algo para decir y son quienes mejor dicen acerca de ellxs mismos.
Ahora bien, se puede plantear otra pregunta en este entramado de percepciones. ¿Qué miradas se cruzan entre ellxs mismos como jóvenes desde los territorios que construyen, significan y habitan? ¿Cómo se perciben y representan unxs a otrxs? ¿Qué significaciones construyen de lxs otrxs de su edad?
“Si consideramos lo juvenil desde este enfoque de construcción social, una delimitación conceptual que hemos de hacer, refiere al carácter relacional que esa producción tiene. Vale decir, la construcción de lo juvenil ha de elaborarse a partir de las múltiples e infinitas relaciones que establecen los sujetos jóvenes de ambos sexos desde sus diversas posiciones sociales. Lo anterior apela a sus condiciones de jóvenes que se producen por semejanzas y diferenciaciones; o si se quiere, por asimilaciones y resistencias, continuidades y rupturas.” (Duarte, 2012:102)
En la cartografía con lxs jóvenes del Colegio Secundario, al marcar los lugares peligrosos, escribían y decían al respecto:
“Porque se juntan muchos chicos, jóvenes a tomar y drogarse.” (Registro en el mapa de la cartografía)
Además, en otra ocasión en la que se trabajó sobre lo que dicen lxs adultxs y lo que dicen lxs jóvenes, escribieron:
“Los adultos dicen: últimamente han habido muchos cambios. Por ejemplo, se ve más jóvenes tomando en las esquinas, drogándose.”
“Piensan que todos los pibes son unos villeros, chorros y que solo hacen es drogarse.”
Se repetía también en la mayoría de los grupos la cuestión de la inseguridad referida a lxs jóvenes consumiendo en las esquinas, en la calle.
Ante estas percepciones, en su mayoría planteaban estar de acuerdo con ellxs:
“Los adultos tienen razón, hace falta más seguridad.” (Mujer de 17 años)
“Es verdad, se juntan en las esquinas a tomar y drogarse. No te hacen nada, ¿no? Pero están ahí y no les importa nada.” (Mujer de 16 años)
Este acordar con lxs adultxs y sus visiones en relación a ciertos grupos de jóvenes ¿No los posiciona también a ellxs reproduciendo una mirada adultocéntrica? Sin embargo, podría pensarse que esto no tiene que ver necesariamente con la posición que ellxs tienen, sino con una posición que adoptan en ese momento particular, ante una adulta que comienzan a conocer, teniendo en cuenta que es en el vínculo, en las relaciones, como ya se mencionaba, donde se van configurando y reconfigurando los sentidos.

Es aquí cuando se hace evidente la necesidad, que se planteaba al inicio de esta categoría, de pensar en “las juventudes”, de no homogeneizar a lxs jóvenes como grupo etario, ya que el análisis resulta mucho más complejo, y las posibilidades de reflexión son infinitas. Lo importante es partir de estas diferencias, diversidades y desigualdades a la hora de pensar las intervenciones, entendiendo que, como planteaba la residente que me precedió, lxs jóvenes son actorxs sociales, pero sus voces no son las mismas y, por otro lado, no todas ellas son escuchadas o visibilizadas, además de que también ellxs construyen miradas sobre ellxs mismxs como jóvenes, y sobre otrxs jóvenes.
Bibliografía
Arias, A. (2013). Lo territorial en el territorio de la Argentina. Connotaciones históricas, políticas y culturales de lo social de los territorios. Revista Margen. N°71
Balestrini, D.; Cañizarez, C.N.; D’Arterio, M.L.; di Pasquo, E.; Fayos, A. (2015). Lectura de la realidad institucional. Residencia de Psicología Comunitaria. Salta.
Chaves, M. (2005). Juventud negada y negativizada: representaciones y formaciones discursivas en la Argentina contemporánea. Revista Última Década, 23, pp 9-32. Valparaíso.
Duarte, K. (2000). ¿Juventud o juventudes? Versiones, trampas, pistas y ejes para acercarnos progresivamente a los mundos juveniles. Chile: Universidad de Chile, Departamento de pregrado.
Duarte, K. (2012). Sociedades adultocéntricas: sobre sus orígenes y reproducción. Revista Última Década, 36, pp 99-125. Valparaíso.
Shore, Chris. (2010). La antropología y el estudio de la política pública: Reflexiones sobre la formulación de las políticas. Revista Antípoda, 10, pp 21-49. Colombia.
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