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Territorios, territorialización, paredes disputadas y miradas posibles

  • Estefanía di Pasquo
  • 5 sept 2016
  • 12 Min. de lectura

Algunas palabras


Este escrito está enmarcado en mi trabajo como residente de Psicología Comunitaria, dependiente ésta de la Dirección de Primer Nivel de Atención del Ministerio de Salud Pública. Desde el programa de la residencia se espera que, en el segundo semestre de primer año, se realice una lectura sobre las comunidades que se encuentran dentro del área de responsabilidad. Esta lectura se suma a la realizada anteriormente sobre el Centro de Salud (CS) Nº 17 de San Remo, priorizando y remarcando la importancia de conocer antes de “intervenir”. Si bien estos pasos parecen estar deslindados, considero que la misma actividad de recorrer los barrios ha sido una forma de intervención, no sólo como psicóloga comunitaria sino sobre todo como trabajadora del CS, que a su vez, generaron ciertos movimientos en mis compañerxs del CS .

El área está conformada por 25 barrios ubicados en la zona sur de la Ciudad de Salta, limitan el área las Av. Monseñor Tavella, Av. Ex Combatientes de Malvinas, Av. Gaucho Méndez, la Ruta 26 y la calle Capitanes de Güemes.

Esta lectura no pretende ubicarse como la única posible sino más bien se presenta como una de las múltiples que se pueden realizar (y puede, a su vez, coexistir con otras), tampoco puede entenderse como atemporal ni de carácter universal, ya que está escrita en un tiempo y un espacio que la encuadran y le dan sentido, por lo que esta misma lectura puede (y así espero) transformarse con el paso del tiempo y con el encuentro y el armado de nuevos vínculos.


Territorios en construcción


Considerando que hay diferentes formas de entender lo territorial y también distintas formas de experimentar y habitar los territorios, introduciré brevemente de qué modos he podido ver desplegada la idea de territorios. Los imaginarios que circulan en relación a barrios, marcas en paredes, marcas de caminos, rutas asignadas, rutas ¿apropiadas?, lugares comunes, lugares de otros, lugares propios… estos son algunos de los elementos que parecen desplegarse en los barrios.


¿Cómo entendemos lo territorial? ¿De qué hablamos cuando hablamos de territorio? ¿Qué se juega en ellos?


Tomando los aportes de Mariana Arzeno (2014), quien realiza una historización sobre los modos en los que se ha ido definiendo lo territorial, se puede observar que hay muchas formas de dar cuenta de este concepto. En particular me interesó una de las definiciones que realiza Rogerio Haesbaert quien plantea dos modos de lo territorial, por un lado, visto como una forma de dominio del espacio a través de técnicas, una forma de controlarlo y estructurarlo y, por otro lado, lo territorial desde la apropiación del mismo que incluye una dimensión simbólica y afectiva.


“(…) un espacio sobre/por medio del cual: se ejerce un control, un poder, políticamente estructurado/estructurante; y se establece una apropiación simbólica, o sea, relaciones sociales producen y fortalecen una identidad utilizando como referencia fundamental el espacio” (2014: 6-7)


En este sentido, los grupos sociales podrían territorializarse según las formas de uso del espacio o bien por la forma en la que se relacionan con sus espacios.


Ahora bien, ¿qué se ha podido ver en relación a lo territorial? ¿Cómo y quiénes lo construyen? ¿Cuántos territorios se pueden habitar?


En este escrito se desarrollarán algunas consideraciones en relación a lo territorial, ligado a los espacios que se atribuyen y también a los modos en los que se construyen identidades territoriales. Para esto tomaré algunos puntos de vista de adultas, jóvenes y niñxs, resaltando también qué espacios habitan y cuales evitan.

En muchas de las entrevistas realizadas a personas adultas de diferentes barrios y también compañeras del CS, surgió como uno de los problemas más importantes: las conductas de la población adolescente, en particular ligada al consumo de sustancias y a la delincuencia. Abajo se presentan algunos fragmentos de entrevistas:


“El problema es que los chicos se drogan en la plaza y los policías no hacen nada.” (Mujer, Bº San Remo, 65 años)

“(…) Y te acordas que acá al lado, habían hecho un altar a San la Muerte, habían hecho los chicos que se juntan, ese fue el dilema porque lo habían hechos los chicos que fumaban y se drogaban, y esa era la plaza de los chicos, y los chicos no podían venir porque se estaban drogando o tomando…” (Mujer, Bº Pablo Saravia, 36 años)

“Si, yo creo que se dan en todos los barrios, los que se drogan, ellos se meten en los rincones en los lugares más insólitos, donde nadie los va a ver (…) El árbol ese grande que esta allá es la juntadera de ellos, allá en la placita, en la canchita o en los últimos bancos.” (Mujer, Bº Arturo Ilía, 73 años)

“Acá lo único que tienen es esa cancha que los mismos chicos hicieron pedazos, rompieron todos los alambres, los arreglan y los vuelven a romper, son chicos dañinos, yo no sé qué chicos son esos o de donde son.” (Mujer, Bº Arturo Ilía, 73 años)


En estas entrevistas se ve claramente que hay un malestar porque los jóvenes se drogan y ocupan el espacio público, la plaza, sin embargo, no parece problematizarse el hecho mismo de que los jóvenes se droguen, es decir, si estas prácticas se reservaran para el ámbito privado ¿se visibilizaría como problemático? ¿Es mejor que no se vean? Quizás respondiendo a atravesamientos culturales se ha inculcado que los problemas (en todas sus variables) deben quedar resguardado del “qué dirán”, “los trapitos sucios se lavan en casa”, por lo que se podría pensar que también en este sentido, que un grupo de jóvenes se drogue en la plaza desnuda una problemática quizás más estructural que no quiere ser vista, porque va más allá de las individualidades, nos involucra como parte de la sociedad, en este caso, como parte de un barrio.

Por otro lado, en las actividades realizadas con grupos de jóvenes de diversos barrios, el consumo de sustancias no estaba indicado como problema. Pero sí surgía en sus dichos cierto malestar en relación a las bandas de los barrios. Al parecer, ya sea por continuar con el mandato o bien por disputas de las cuales muchxs desconocen su origen, surgen peleas entre jóvenes de diferentes barrios. Entre las barras aparecen nombres como “Los Diablos”, “Los infernales”, “Los pibes”, “Los Jrs”, entre otros.

Al indagar un poco más sobre estas peleas, uno de los jóvenes de la escuela secundaria me comenta:


“A mí una vez me tiraron la bronca porque soy de San Remo, me amenazaron con un cuchillo. Yo ahora para ir a visitar a mis primos a Santa Anita tengo que ir por acá (Señala en el mapa el camino que realiza. Elige el camino más externo al barrio, lo bordea no lo atraviesa).” (Joven, Bº San Remo, 18 años)


También en la actividad de cartografía realizada con ellxs aparecían en los mapas los territorios que estos grupos habitaban y aquellos lugares delimitados como peligrosos para ellxs. Tanto las mujeres como los varones ubicaban los territorios pertenecientes a distintas bandas y los caminos por los cuales era mejor no transitar.

















En otra de las actividades realizadas con jóvenes, niños y con la docente de la escuela de fútbol de San Remo indagué cómo veían a la plaza y de qué modo lo habitaban. La docente comenta:


“Los chicos que están acá son re tranquilos, nunca molestan ni nada. Es así como los ve ahora, yo no sé por qué la policía los tiene de punto” “A veces cuando están por acá peloteando o sentados tranquilos, viene la policía con las camionetas y todo, y los separa” (Docente, Bº Pablo Saravia, 34 años)

“Si, no sé qué les pasa, pero nos vienen a separar” (Joven, Bº Arturo Ilía, 19 años)

“Si, a nosotros a cada rato nos sacan de acá. Viene la policía y nos dice que no podemos estar reunidos en la plaza. Nos separan. Nos piden los D.N.I.” (Joven, Bº San Remo, 21 años)


En relación al playón donde juegan a la pelota, aquel que una de las adultas decía que “los mismos chicos hicieron pedazos”, tanto los jóvenes como los niños me explicaban


“También nos dicen que rompemos la cancha, pero mirá lo que es este alambre (se acerca al alambrado), se dobla de nada, y si jugas acá todo el tiempo, con el mismo uso se va rompiendo. No es que nosotros nos colgamos de los alambres, pero con los mismos pelotazos se rompe. Ya le dijimos al presidente del Centro Vecinal que tiene que poner el alambre doble, reforzado, que no siga arreglando con este porque no funciona, pero no nos escuchan, no hicieron nada.” (Joven, Bº San Remo, 21 años)


Hasta acá se puede ver que, en principio, la construcción de los problemas de las adultas entrevistadas, dista de los problemas visibilizados por lxs jóvenes entrevistados. El consumo de sustancias, en ellxs no era percibido como problemático y por otro lado solo dos de las adultas entrevistadas reconocían a las bandas de los barrios, pero no como una problemática vigente.


“(…) no… eso era hace mucho, ya no hay eso acá. Los mismos amigos tratan de parar.” (Mujer, Bº Pablo Saravia, 36 años)

“(…) porque acá había una banda de vándalos, los diablitos estaban acá (…) ahora podes caminar por la calle, porque esa nueva dependencia de la policía barrio un poco (…) ahora está bien todo, está más tranquilo.” (Mujer, Bº Finca Santa Anita, 56 años)


Sin embargo, según los relatos de algunxs jóvenes, estas disputan están aún hoy vigentes.

En esta línea, me interesa tomar algunos aportes de Claudio Duarte Quapper, quien trabaja el concepto de Adultocentrismo, para pensar si esta mirada sobre los jóvenes, principalmente varones, no estará atravesada también por cuestiones más macro sociales, cuestiones que exceden a éstos jóvenes en particular y que tienen que ver con imaginarios que circulan en torno a ellos como grupo poblacional. Según el autor, la condición adultocéntrica de la sociedad occidental:


“(...) remite a unas relaciones de dominio entre estas clases (adultos y jóvenes, por ejemplo) - y lo que a cada una se le asigna como expectativa social -, que se han venido gestando a través de la historia, con raíces, mutaciones y actualizaciones económicas, culturales y políticas, y que se han instalado en los imaginarios sociales, incidiendo en su reproducción material y simbólica” (2012: 103)


Las miradas que presentaban estas adultas en relación a los jóvenes parecen reflejar cierto descontento en sus elecciones de “fumar”, “drogarse” o habitar las plazas; las expectativas que pueden tener estas mujeres (adultas y adultas mayores) en relación a lo que como jóvenes deberían estar haciendo o los lugares en los que deberían estar, son parte de lo que construyen como ideal de joven sin embargo, esto muchas veces no es visibilizado ni problematizado, no es tenida en cuenta la opinión, deseos o intereses de los jóvenes, parecen ser desoídos lo que tienen para aportar por ejemplo en relación a la red del playón. Por otro lado, quizás también se pierdan de vista cuales son los otros atravesamientos que pueden estar jugándose aquí, es decir, si el lugar de los hombres históricamente ha sido el espacio público y mostrarse como “Hombre” tiene que ver, en muchas ocasiones, con hacer cosas de “Hombres” como beber o fumar o estar en la calle, ¿qué opinión tienen los adultos en relación a estas prácticas?

Los imaginarios que rodean la idea de los jóvenes son también construcciones sociales que encarnados en prácticas de “control” por ejemplo, por parte de la policía, dan a éste grupo un lugar de cierta peligrosidad a los ojos de las vecinas. En relación con éstas prácticas de “dispersión” que mencionaban los jóvenes y con los reclamos de las vecinas a la policía para que intervenga sobre estos grupos, el autor menciona que también desde la mirada adultocéntrica, socio históricamente se han venido creando ciertas normas que justifican intervenciones violentas por parte de la policía, por ejemplo, y que no son condenadas socialmente.

“(...) hemos de indagar en las diversas manifestaciones de violencias sociales contra jóvenes, que amparadas en el discurso de la legalidad y el Estado de derecho, se ejercen con la complacencia de la población, que en vez de cuestionar su uso, más bien refuerzan el castigo hacia las poblaciones jóvenes (...)” (:110)


Salvando las distancias, aquellas prácticas que mencionaban los jóvenes de San Remo (pedido de DNI, dispersión), me remitieron a aquellas prácticas que en el ’76 estaban en auge, si bien considero que los sentidos que se jugaban en aquella época tanto en los policías y militares como en los jóvenes a los que se requisaban eran diferentes a las impresiones que este acto puede generar hoy en los jóvenes y también en la policía, resulta llamativo que éstas prácticas vuelvan a tener vigencia en la actualidad frente a la disputa por la inscripción territorial de sentidos y prácticas. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires surgió un fallo de la justicia porteña que habilita a la policía a pedir DNI en la vía pública (Diario Página 12 - 7.1.2016). Por otro lado, otra de las cuestiones a tener en cuenta, en esta misma línea, es la confección de un nuevo “Protocolo de seguridad”, que parece no sólo estandarizar las prácticas de manifestaciones, movilización, marchas, cortes, etc. sino que también otorgan a las fuerzas policiales la capacidad de “intervenir y disolver” en caso de que las manifestaciones no se encaucen en este protocolo. En éste sentido, considero que las coordenadas actuales que se están dando a nivel Nacional podrían estar jugando como condición de posibilidad para que un policía en la provincia de Salta, en el barrio de San Remo esté habilitado a acercarse a un grupo de jóvenes, pedirles que se identifiquen y que se dispersen. ¿Cuán visibilizados están estos atravesamientos y cuán problematizadas están estas prácticas de control y de ejercicio de poder? Parece que son los jóvenes aquellos que visibilizan estas prácticas y las catalogan como incomprensibles, se cuestionan por qué los dispersan y por qué no los dejan habitar la plaza. Pero ¿Que recortes operan en los discursos acerca de las violencias cuando estás se hacen visibles…? Para muchas adultas están intervenciones son necesarias y están plenamente naturalizadas sus intervenciones, de hecho, son muchas veces éstas mujeres las que llaman a la policía, es decir, parece que en ocasiones la violencia con la que puede actuar el Estado no sólo es solicitada, sino que, no es problematizada como tal.


Trabajo con niñxs… ¿Qué lugares habitan? ¿Qué visualizan como problema?


En el trabajo de cartografía y de guía de los barrios, se les solicitó a lxs niñxs de 4to grado que expresaran aquello que no les gustaba de sus barrios, sólo en uno de los casos, un niño del Bº Finca Valdivia mencionó que no le gustaban las peleas callejeras. Pero en el resto de los casos, las problemáticas parecían estar más ligadas al ambiente, por ejemplo, a que había mucha tierra, o a que los yuyos estaban altos o que no les gustaba su plaza o los perros. Parecería que ellxs también hablaron desde los espacios de los cuales se apropian y de aquellos que no. Circulan por plazas, quizás también compartidas con jóvenes y/o con adultos.


Paredes que hablan... ¿Marcar el territorio? ¿Expandir el territorio? ¿Otros diálogos posibles?


En las diferentes recorridas barriales me he encontrado con distintas marcas y dibujos en las paredes, esto me resultó muy llamativo, ya que considero que estas marcas también pueden estar hablando de la apropiación de los espacios, de un modo de territorializarse allí.

Se pueden ver disputando paredes de diferentes zonas algunas siglas que dan cuenta de nombres de barrios como “SO” (Scalabrini Ortiz), “PS” (Pablo Saravia), “C1” (Círculo I), “SR” (San Remo), “C3” (Círculo III), “FV” (Finca Valdivia), “DS” (Don Santiago), etc. Aquí no aparecen nombres de bandas, sino solo la marca de la sigla del nombre del barrio. Por lo general estas marcas no solo aparecen en los barrios respectivos sino también en barrios vecinos, ¿Intentando abarcar un poco más? ¿Marcando otros territorios como propios?

En muchos casos hasta parecen conversaciones donde aparecen pintadas las siglas de un barrio, que puede o no estar ubicado en “su” territorio, y otro grupo lo tacha y escribe al lado su sigla o bien el nombre de la banda.

El hecho de intervenir las paredes de las calles ha sido interpretado muchas veces como una forma de expresión callejera, sin embargo, me pregunto ¿qué expresan estas siglas para las personas que las realizan y qué expresan para aquellas personas que las ven? ¿Qué sentidos se les dan? ¿Son una forma de apropiación del espacio? ¿Funcionan como símbolos identitarios? ¿Qué significa, por ejemplo, pertenecer a “Los Infernales” a “Los Pibes” “Las D`M::ntes”o a “Los Diablitos”? ¿Qué pasa cuando no se pertenecer a ninguna de estas bandas? ¿Quiénes integran estas bandas… hombres, mujeres… jóvenes, adultos?


¿Estas marcas tendrán que ver con la construcción de memoria? ¿Se dejan pensando en dejar un mensaje que se perpetúe, para que los que lleguen después puedan sumarse a las rivalidades? ¿Qué otros territorios habitan además de la calle, las plazas y las esquinas? ¿Qué otras marcas dejan? ¿Con quiénes otrxs se relacionan?


Algunas reflexiones


De todo lo anterior se podrían desprender algunas reflexiones. En principio, en relación a los discursos recuperados, estos podrían dar algunas pistas en relación a los espacios por los cuales circulan. Por ejemplo, algunos de los jóvenes parecen circular más por la calle, habitan esquinas, las marcan, juegan al fútbol en el playón, son dispersados por la policía de esos lugares. Mientras que algunas adultas parecen evitar las plazas por temor a lo que puedan hacerle esos jóvenes “que consumen” y son también las que alertan a la policía cuando los ven reunidos. Lxs niñxs, por otro lado, parecen compartir con los jóvenes algunos sectores como la plaza o los playones de deportes y circulan por esos lugares con otros registros, identificando quizás elementos del ambiente físico, tierra, yuyos, basura, etc.

Estos modos de apropiación del espacio, parecen hablar no sólo de las elecciones de cada cual, sino también de las adjudicaciones que se les hace, en particular a los jóvenes. Ya que ni los niñxs, ni lxs jóvenes hacían referencia a otro grupo etario, hablaban desde ellxs, sin embargo las adultas entrevistadas hacían referencia a “los jóvenes” cuando mencionaban los problemas del barrio. ¿Qué implica esta visión adultocéntrica? ¿Cómo lo perciben y qué consecuencias acarrea en los jóvenes?


Si bien aquí no se agota el análisis sobre estxs jóvenes, es importante aclarar que lxs jóvenes de lxs que aquí se hacen mención no son todxs lxs jóvenes, no da cuenta de la diversidad que existe en el área, ya que no todxs lxs jóvenes habitan las plazas y las esquinas, habrá muchxs otrxs que circulan y habitan otros espacios y se territorializan de otros modos. Sobre esto se seguirá indagando y pensando.


Bibliografía

  • Castro, H. y Arzeno, M. (s/f). Lo rural en redefinición. Aproximaciones y estrategias desde la Geografía. Editorial Biblos, Buenos Aires. En prensa.

  • Duarte Quapper, C, (2012). Sociedades Adultocéntricas, sobre sus orígenes y reproducción. Revista Última Década, Nº 36. Valparaíso Chile.

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