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La sala de espera como espacio de intervención comunitaria: experiencias desde la prevención de VIH

  • Nadua Dip Carluccio
  • 3 oct 2016
  • 10 Min. de lectura


Pensar en nuestro rol como psicólogas comunitarias en los centros de salud, es también pensar en nuestras intervenciones, en nuestro posicionamiento, en la realidad que allí acontece. Sostengo que estos términos se deben pensar en movimiento, ya que el rol se construye en las porciones de realidad que leemos a diario, al cuestionarnos qué hacemos ahí y el para qué de nuestro estar.

Una forma posible de leer la dinámica institucional del Centro de Salud al que pertenezco implica poder vislumbrar un escenario convulsionado, donde el imprevisto es una constante y las formas de responder a esta convulsión vienen siendo obstáculos para la tarea, dando lugar a modos cristalizados de funcionamiento en el servicio de salud. En este escrito intentaré compartir algunas estrategias que fui ensayando en pos de buscar las grietas ante u


na realidad que por momentos paraliza. Ya que en este camino y en este contexto también se enmarcan los procesos en los que me encuentro trabajando, a veces en soledad pero en otras ocasiones con la posibilidad de compartir y construir con otrxs. Y es aquí, desde donde en muchas ocasiones el imprevisto, aquello que no esperamos, puede devenir en oportunidad.

El hecho de percibir una demanda, como representante de salud pública, de estar disponible al menos para escuchar a lxs vecinxs, es una intervención que hace al rol en situación; como así también incluir preguntas o hacernos preguntas constantemente sobre aquello que a veces parece naturalizado.

Entiendo que necesariamente tiene que haber prioridades desde el servicio y que las acciones de salud no se pueden disociar de las condiciones de vida de la gente. Por esto, como psicóloga y miembro de un equipo de salud, sostengo lo importante de reflexionar en conjunto sobre nuestras prioridades, porque de no hacerlo podemos correr el riesgo de que la burocracia, el salvaguardar el prestigio, el temor, o lo que sea, hagan que la prioridad deje de ser lxs habitantes del barrio (y pase a ser el puesto, el cargo, entre otras cosas). Considero que en contextos tan complejos el rol también está puesto en no reproducir la impotencia, no reproducir la imposibilidad, aunque no tengan lugar muchos caminos a los cuales aspiramos, se generan propuestas e intervenciones que implican movimiento o algo distinto entre lo que viene siendo. Pienso quizás que puede tratarse de una forma de resistencia, a que no se instituya en mí algo que veo instituido y este hecho puede influir en algunxs compañerxs como algo instituyente de movimiento, como posibilidades de hacer algo distinto.

Para compartir un proceso de intervención es necesario partir desde los orígenes, inscribirlo en la institución de salud donde se lleva a cabo, mencionar a quiénes participan o participaron, cuál es su objetivo, entre otras cosas. Es una invitación a pensar en todo su dinamismo, los giros, los momentos de aparente quietud, los avances, los efectos. El proceso que intento compartir, y sobre todo lo que el mismo posibilitó, se desarrolló y desarrolla situadamente en un Centro de Salud de la zona este de la cuidad de Salta, es desde allí donde se piensan las acciones que se emprenden, la intencionalidad de cada una, teniendo siempre en cuenta quiénes habitan el espacio del centro de salud particular y el barrio en general.

Siguiendo la propuesta realizada desde el Programa Nacional de Sida e ITS, los Ce.P.A.T (Centro Preventivo de Asesoramiento y Testeo) constituyen una invitación a posibles formas de organización del trabajo en salud, se los piensa como puertas de entrada al cuidado y la asistencia de personas que viven con el virus de VIH y la población en general. Con la intención de mejorar la accesibilidad y la calidad de la realización de diagnóstico, asesoramiento, orientación y apoyo con respecto al VIH, sífilis e ITS. En el área de responsabilidad de este Centro de Salud de la Zona Este, y en la zona en general, existen numerosas personas viviendo con VIH, algunas de las cuales se encuentran en tratamiento y existe aún un número importante que no ha logrado la adherencia al mismo. Los principales objetivos de los Ce.P.A.T se orientan a promover el testeo voluntario para un pronto diagnóstico, enfatizar en acciones participativas de promoción y prevención como así también promover el correcto uso de preservativos, organizando su entrega gratuita, universal y sistemática.

El Ce.P.A.T del Centro de Salud nace por una confluencia de intereses tanto del programa de VIH como de miembros del equipo de salud. En este momento de primeras acciones en conjunto mi rol estuvo enfocado en facilitar la articulación entre el servicio de salud y el programa. El interés es una variable sumamente importante al momento de pensar en un proyecto, ya que si no nos sentimos convocados o no reviste importancia la temática, difícilmente puedan desarrollarse acciones que perduren en el tiempo. Deben confluir, sin embargo, otras variables además del interés para que se puedan desarrollar acciones concretas en un espacio determinado, es decir que existen otras condiciones que deben abrir las puertas a un nuevo espacio, como ser el aval institucional, los recursos disponibles, la posibilidad de trabajar con otros, legitimar tiempo y espacio de reuniones de equipo sostenidas, etc.



En este apartado elegí compartir algunas líneas de análisis del proceso de intervención llevado a cabo principalmente en las actividades realizadas en sala de espera, las estrategias pensadas y los efectos de las mismas. En el artículo completo se desarrollan también reflexiones en torno a las campañas de testeo rápido y los abordajes particulares para casos complejos. Partimos de reconocer las potencialidades de la sala de espera, aprovechando el “estar” de la gente que asiste al servicio como una la oportunidad (en su mayoría por demanda de asistencia por alguna patología) proponiéndoles actividades con la mirada puesta en la salud como concepto principal.

Empezar a desarrollar actividades tendientes a la promoción de la salud y la prevención de VIH como así también ITS en general, poner a disposición, a la vista, al alcance de lxs usuarixs métodos de cuidado (preservativos) del VIH e ITS. El realizar actividades nuevas, dando lugar a poner en el escenario elementos que al principio resultan extraños pero de a poco van formando parte de la escena, fue el camino elegido. Con el correr del tiempo, pude ver los efectos de instaurar nuevas prácticas y cómo éstas repercuten en mis compañerxs del Centro de Salud, en su participación y cómo sus posicionamientos fueron modificándose. Implicancias a nivel subjetivo se pueden entrever desde “no ponemos preservativos porque se los llevan y los usan para jugar” hasta “está vacío el dispenser, yo lo lleno” expresados por una misma persona. Estas contradicciones forman parte de los equipos de salud, del trabajo en general, existen o coexisten diferentes posturas con respecto a una temática. El hacer visible estas contradicciones, poder poner en palabras, devolver a algunxs compañerxs preguntas sobre lo que pensamos y los lineamientos desde salud, las entiendo como un paso necesario para empezar a trabajar este aspecto.

Sin embargo ¿Hasta qué punto repercute en lxs vecinxs estos posicionamientos individuales, a través de los comentarios diarios que se reproducen y dan cuenta que se opera desde allí? ¿De dónde viene la necesidad de instaurar nuevas prácticas o por qué llamar nuevas prácticas a lineamientos impulsados desde salud pública? Lo nuevo aquí lo leo como algo que no venía formando parte de lo cotidiano del servicio, llevándolo a cabo de una manera particular, propia, mi impronta puesta en juego en este proceso, como una decisión de apostar a una forma de vinculación entre las personas en sala de espera y yo, con mediación de preguntas acerca del cuidado y la salud sexual.

¿Qué decimos cuando coexiste cartelería que anuncia preservativos gratis y tenemos dispenser vacíos? ¿Qué lugar ocupan los discursos y lineamientos nacionales en materia de derechos? Una de las primeras intervenciones fue pensada desde la disponibilidad real de esto que anunciamos y sostenemos desde salud pública, llenar el dispenser y colocar uno en cada consultorio. Así, los preservativos empezaron, de a poco, a ser parte de la cotidianeidad del servicio de salud, con llenado diario.

En muchas ocasiones sucedió que los dispenser no se vaciaban, la gente no los sacaba. Surgió la necesidad de empezar a preguntar por qué, cuando sólo se acercaban y miraban. En encuentros informales expresaron que esto sucedía: “por vergüenza”, “no me animo”, “todos ven”. Pensar estrategias para mayor accesibilidad tuvo que ver con colocar nuevos dispenser en sala de espera y acercar nosotras mismas los recursos a las personas durante las horas más concurridas en el centro de salud. Es decir que el sólo hecho de estar visibles no alcanza, la disponibilidad se completa con el estar disponible, esto sería una disponibilidad real que le permita a lxs vecinxs acercarse, solicitar, demandar, expresar lo que piensan sobre el cuidado personal, entendiendo esta disponibilidad no sólo a nivel de los MAC (métodos anticonceptivos) sino también desde los recursos humanos de la zona. Yendo más allá incluiría la idea de accesibilidad.

Entendiendo a la accesibilidad tomando lo que menciona Stolkiner


(…) un vínculo que se construye entre los sujetos y los servicios. Este vínculo surge de una combinatoria entre las condiciones y discursos de los servicios y las condiciones y representaciones de los sujetos y se manifiesta en la modalidad particular que adquiere la utilización de los servicios (2008, p.264).


¿Qué genera la disponibilidad? Esto que en muchas ocasiones parece no alcanzar o quizás ser algo ínfimo en el universo de problemáticas que observamos a diario en los barrios. La disponibilidad, desde mi experiencia personal, genera demanda, genera reconocimiento de otro que está ahí, que está, al que se puede recurrir; y leer detrás de estas demandas cuáles son las reales necesidades de lxs vecinxs. Este reconocimiento hace al rol del psicólogo/a comunitario/a, tiene que ver con la ética de trabajo, partiendo de saber que este otro es distinto y que tiene un saber, saberes, que son sumamente importantes para poder comprender la realidad de la zona, comprender las reacciones y las estrategias vigentes, como así también para pensar en hacer algo en común.



Pero ¿quién es este otro? ¿Qué ideas circulan en el servicio de salud sobre el otro como tan distinto a “nosotros”? ¿Qué efectos tiene cuando esas diferencias funcionan como obstáculo al momento de trabajar?


“Para qué le das preservativos si ya es tarde (embarazada)” (miembro del equipo de salud).

“Aquí todas están llenas de hijos, cuando les vivimos diciendo que se cuiden” (miembro del equipo de salud).


Pienso que cuando tomamos esta diferencia con el otro como algo que nos aleja o resulta inconciliable, y ese otro es algo que no sólo no entendemos sino que nos resistimos a conocer por diversos motivos personales, atravesados quizás por aspectos estructurales como los modelos profesionales hegemónicos; podemos caer en lógicas de exclusión que impactan directamente en la accesibilidad de la población o de una parte de la población que es considerada diferente. Entendiendo que esas concepciones que suelen expresarse en discursos del otro como pobre, limitado para hacerse cargo de su salud, ignorante en aquello que el servicio reconoce como esperable, entre otras cosas. Los posibles efectos que tienen estas representaciones del otro, cuando es mirado desde la no posibilidad, pueden devenir en prácticas paternalistas, de exclusión, control, vigilancia, entre otras.

Barrault (s.f) sostiene que:


Cuando hablamos de encuentro con el otro nos referimos a otra persona, diferente, distinta, y a la vez similar en algún sentido, pero que para poder acercanos y hacer acciones en conjunto, comprender qué es lo que le pasa y qué nos pasa a nosotros con otros, necesitamos reflexionar sobre lo que pensamos, hacemos y sentimos en ese hacer con otros (p.1).


Sigo insistiendo en la necesidad de instancias de encuentro entre los miembros del servicio de salud que nos permitan pensar en conjunto para generar condiciones reales de accesibilidad. Siguiendo esta línea de análisis, considero que nuevas prácticas permiten inscribir de un modo distinto la disponibilidad en los servicios de salud.

Las acciones diarias en torno a la prevención de VIH no se dieron fácilmente, al principio se pudo observar mucho rechazo, vergüenza, enojo, malestar, entre otras cosas, por parte de las personas en sala de espera, y mis intervenciones tuvieron que ver con cuestionar estas reacciones, indagar los porqué y desnaturalizar muchos prejuicios que circulaban en torno al uso y tenencia de preservativos. “Yo no tengo marido”, “eso es para hombres”, “yo ya uso pastillas”, “estoy con mi marido”. Parecería ser, en muchas ocasiones, que se veía y ve al hombre como quien decidía sobre el uso o no del preservativo, connotaciones negativas asociadas a la promiscuidad o “supuestas” prácticas más riesgosas. De estas afirmaciones podemos pensar en la importancia de las acciones del Ce.P.A.T en torno al cuidado personal, el lugar que el mismo ocupa en la mujer, como líneas de trabajo. A su vez, existe paralelismo con lo expresado por algunos miembros del equipo de salud, en tanto a la resistencia ante la entrega de preservativos y en el caso de lxs vecinxs a llevarlos o reconocerlos como un derecho. Se trabajó y se trabaja constantemente en la diferencia entre los demás métodos anticonceptivos y la importancia de prevenir ITS a través del uso del preservativo, focalizarnos en el cuidado de nuestro cuerpo, pensar en el placer que implica el acto sexual y no sólo en sus fines reproductivos.

La participación por parte de lxs vecinxs en las charlas en sala de espera fue incrementándose, sus reacciones también mostraron tintes distintos. Se dan momentos en los cuales al aparecer los preservativos en escena, hay sonrisas, carteras abiertas, recomendaciones entre quienes están en el lugar. Ante una pregunta, hay quienes responden no esperando la posición del saber del personal de salud. Se ven movimientos tendientes a posicionarse como sujetos activos en promoción de salud e intervenciones constantes en esta línea. Por ejemplo, cuando tiene lugar que una persona se sienta incómoda ante el ofrecimiento de preservativos, las intervenciones del tipo “es importante que vos te cuides”, “no esperes que lleve él”, “llevá para los de tu casa”… No intento generalizar estas reacciones y decir que todo se da en un clima armónico, sin embargo pensar en estos movimientos es poder plasmar parte de un proceso de más de dos años.

Entiendo que el Ce.P.A.T tiene múltiples posibilidades y potencialidades, que sus efectos siguen abriendo caminos de trabajo… sobre lo que se viene haciendo, poniendo énfasis en lo que sí fue posible, partiendo de la decisión de compartir esto como un proceso de trabajo que tiene lugar principalmente por la participación de la gente, los modos de vinculación que venimos entablando, el programa de VIH, mis compañeras del servicio de enfermería con la derivaciones (como suma de compromiso, no como resta de responsabilidad), compañerxs de equipo con participaciones puntuales, una variedad de actores intervinientes que hacen tan singular y distintivo a lo que sucede en este barrio.

Pensar en los efectos de una campaña de testeos una vez al mes es importante, sin embargo creo que para que las intervenciones sean eficaces deben tener una sostenibilidad en el tiempo, no deben tratarse sólo de acciones aisladas y temporalmente separadas, sino más bien articulada en una cadena de intervenciones teniendo el objetivo como brújula de este camino, siendo la gente que participa el viento que nos impulsa y guía para dónde seguir y cómo continuar. Por eso pienso que hablar de VIH, “ponerlo en agenda” en el centro de salud, promover diariamente acciones en torno a la prevención y la promoción de la salud sexual, es lo que hace que se produzcan movimientos y que éstos puedan ser leídos y resignificados para seguir pensando en caminos posibles de trabajo.


Bibliografía

  • Barrault, O. (2006). Espacios de encuentro de la psicología comunitaria.

  • Stolkiner, A. (2008). DERECHOS, CIUDADANÍA Y PARTICIPACIÓN EN SALUD: SU RELACIÓN CON LA ACCESIBILIDAD SIMBÓLICA A LOS SERVICIOS. UBA.

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