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Análisis del rol en la complejidad del campo

  • Fernanda Robles
  • 24 oct 2016
  • 7 Min. de lectura


La construcción de mis procesos comunitarios inicio en mi primer año de residencia, con la elaboración de una “Lectura de la Realidad Institucional” y una “Lectura de la Realidad Comunitaria”. Ambas, posibilitaron en mi segundo año de formación, la construcción de un campo de problemas dinámico y cambiante, con el objetivo de repensar mis prácticas de una manera integrada.

Considero como fuerzas siempre presentes en dicho campo de problemas, las múltiples inscripciones clasificadas por (Fernández; 2007) como: “deseantes, históricas, institucionales, políticas y económicas”. Dichas fuerzas, al entrar en choque, generan tensiones que dan lugar a lo conflictivo en nuestras prácticas cotidianas. Son estas tensiones las que podemos visibilizar como lo concreto del conflicto, al entrar en choque diferentes intereses, discursos y relaciones de poder, sostenidos tanto desde las instituciones de las que formamos parte, como desde nosotros mismos.

Describir estas fuerzas “deseantes, históricas, institucionales, políticas y económicas” como tensiones que actúan en un campo, nos permite visualizarlas como variables siempre presentes en los campos problemáticos donde desempeñamos nuestras prácticas. A su vez, describir desde esta perspectiva las variables sociales, me llevo a considerar el conflicto como única fuerza constante en estos campos. Dicho conflicto no es visto, en estos procesos como problema a resolver, ni como algo negativo, sino más bien como una fuerza más dentro del campo. Por lo cual, nuestro desafío será operativizar esta fuerza, pensándola como motor; Como un aspecto más a transitar en lo cotidiano de nuestras prácticas.

Es desde esta perspectiva, que este escrito tiene por como finalidad problematizar mi trabajo en el comedor Floresta Norte, reflexionando sobre mis procesos de intervención en campos de conflictos que nos invitan al desafío de repensar nuestro rol allí, como una fuerza más, susceptible de modificar el campo.

Dicho comedor es una institución sin fines de lucro, de un barrio periférico de la ciudad de Salta, de la que formo parte hace más de un año, compartiendo espacios tanto con los niños, como con las mujeres que cocinan. Sin embargo, el corriente año trajo aparejado el desafío de rediseñar los objetivos que orientaron mi quehacer allí, por lo dinámico y cambiante de los campos de problemas en los que estamos inmersos.

Es decir, en el año anterior la delimitación del objetivo “sostener a los que sostienen” procuraba que mis intervenciones posibiliten sostener a estas mujeres que no solo se ocupan de alimentar a sus hijos y a otros niños, sino también los contienen, acompañan y ven la forma de promover su acceso a derechos. Por medio de una escucha activa que posibilite le creación un vínculo de confianza en el que puedan sentirse contenidas y sepan que así como contienen a otros, también pueden sentirse contenidas y acompañadas desde el Ministerio de Salud. Actualmente, este objetivo se entreteje de manera distinta en base a nuevas variables que entran en tensión, configurando el campo de una manera diferente a lo que venía siendo y modificando las condiciones de posibilidad percibidas meses atrás.

En relación a las variables políticas y económicas que influyen en estos campos sociales complejos como fuerzas que los modifican. Cabe destacar que al comenzar el año nos encontramos con dificultades económicas que limitaron el financiamiento de espacios que vayan más allá del almuerzo. Las meriendas y los talleres de lectura fueron suspendidos y la preocupación por las irregularidades de financiamientos tanto nacionales como provinciales generaron un clima tenso entre las mujeres que dificulto el poder pensar en cuestiones que vayan más allá de la satisfacción de necesidades básicas.


“De provincia vinieron prometiéndonos regularizar los pagos y traernos verduras todas las semanas, pero todavía nada… de nación también están atrasando los pagos, así que estamos cocinando con lo justo y tuvimos que dejar de hacer las meriendas” (Mujer del comedor).


El choque de estas variables institucionales, políticas y económicas, genera conflictos al modificar el campo. Ya que las estrategias de intervenciones realizadas hasta el momento precisan ciertas modificaciones. Por ejemplo: Hacer actualmente talleres de lectura y juego con niños, posiblemente, no sería la estrategia de intervención más adecuada para “sostener a los que sostienen”, para acompañar a estas mujeres que se encuentran agotadas por la situación económica que están atravesando, desanimadas y con vínculos cada vez más fragmentados.


“Yo no quiero venir más a cocinar, estoy viendo de estudiar para después conseguir algo mejor, me cansa estar haciendo fuego todos los días y nadie quiere poner para comprar la garrafa” (Mujer del comedor).


Lo dinámico de la realidad en la que desempeñamos nuestras prácticas nos interpela a la reelaboración de estrategias de intervención, por medio de una lectura detallada del campo de problemas. Desestimar su complejidad nos haría caer en el error de circunscribir estos campos a una sola variable, olvidándonos que cada institución, cada grupo humano, cada parcela de la realidad forma parte de un contexto social más amplio en el que se entretejen inscripciones tanto deseantes como históricas, políticas y económicas.


“En el comedor de Floresta central está pasando lo mismo, X está poniendo de su tarjeta de crédito para comprar la mercadería” (psicóloga comunitaria).


Actualmente considero que el “sostener a los que sostienen” seguirá siendo el sentido que guie mis intervenciones en el comedor, pero ya desde otro lugar. Las estrategias de acción estarán más del lado de generar espacios de escucha para esas mujeres que hoy no perciben al comedor como el lugar de contención que era, convirtiéndose el mismo en un espacio cargado de incertidumbres por la inestabilidad económica.

Quizás, compartir con ellas esta posible lectura de la complejidad del campo podría ampliar su visión de lo conflictivo. Visión empañada hoy por las variables negativas que están influyendo en la fragmentación de vínculos y no les permiten recordar que este comedor surge de un proceso de participación conjunta en el que ellas fueron protagonistas.


“Cuando empezamos, cocinábamos en el patio de una casa, con esfuerzo salimos adelante y por eso hoy tenemos este comedor” (Mujer del comedor).


Reconsiderar la importancia de esta variable histórica, como una fuerza positiva dentro del campo, podría potenciar el sentido de pertenecía institucional fomentando el sostenimiento de los vínculos afectivos y de contención entre ellas. Siendo, estas fuerzas que les permitan hacer frente a las variables políticas y económicas que hoy influyen de manera negativa en la institución. Consideramos así, con el equipo de salud, que algunas reuniones con estas mujeres podrían ser útiles para pensar como acompañarlas en este año que empezó con tantos movimientos. Sin embargo, no asistieron a ninguna de las reuniones previstas.

Como propuse en párrafos anteriores hubiese sido optimo, que mi rol en estos meses esté orientado a rescatar en esta institución el sentido de pertenecía y promover el sostenimiento de vínculos entre ellas. Vínculos fuertes que en otros momentos les posibilitaron salir adelante en situaciones tan adversas como las actuales. Sin embargo, mis visitas semanales se hicieron cada vez más reducidas en el tiempo, debido al clima tenso de la cocina, en el que nadie quería decir mucho para no empeorar la situación:


“Ya volvió una de las encargadas, se fue una semana porque no daba más” (Mujer del comedor).

“Son pocas las mamás que se comprometen, la mayoría está viniendo por obligación a cocinar, así que a una reunión no vendrían” (Mujer del comedor).


Trabajar en co-visión el conflicto, como una fuerza más dentro del campo, siempre presente en contextos tan dinámicos y cambiantes. Me permitió atravesarlo haciendo explicito el malestar que generó en mí la sensación de incomodidad percibida al asistir a un espacio que meses atrás había sido ameno y contenedor. Percibir el conflicto como algo a trabajar y no a resolver me llevó a reafirmar mi convicción de seguir apostando a “sostener a los que sostienen” pese a la imposibilidad de la conformación de un grupo, para pensar la coyuntura actual que enmarca la realidad del comedor.

Quizás dicha estrategias se hubiese acercado a una concepción más idealizada de nuestro quehacer, sin embargo las condiciones de posibilidad para un espacio así, en esos momentos no estaban dadas. Y, en este sentido fue pertinente volver a apostar a compartir mañanas con ellas, desayunos en los que, entre muchas otras cosas, hablamos de lo complejo de la situación económica actual, de cómo ello afecta en lo cotidiano del comedor y de cómo hicieron en épocas anteriores para superar estos problemas.


“Estamos haciendo pan porque no nos alcanza para comprarlo, esta difícil la cosa” (Encargada del comedor).

“Hoy es 30 y recién nos mandaron la plata para este mes, debemos un poquito en cada lado: verdulera, carnicería…” (Mujer del comedor).


Fernandez (2007) afirma que: “En el camino de quiebre de sentidos comunes disciplinarios necesariamente se transitaran zonas borrosas tal vez imposibles de evitar si se intenta eludir las comodidades de lo ya sabido”. Considero que cada proceso va configurando nuestro rol de una manera particular y distinta muchas veces a lo que proyectamos en meses anterior o en procesos anteriores. Interpelándonos a orientar nuestro quehacer como psicólogos/as comunitarios/as hacia sentidos específicos, sin circunscribirlo a prácticas que lo cristalicen.

Trabajar con el conflicto, siempre presente en estas realidades tan cambiantes, nos desafía a quebrar algunos sentidos disciplinarios, como por ejemplo la conformación de grupos con permanencia en el tiempo, y a construir otros, saliendo de las comodidades de lo ya sabido o lo esperable, para realizar intervenciones flexibles desde un rol permeable. Debido a que, el Ideal sostenido en muchos casos como lo esperable del rol de una psicóloga comunitaria en los barrios no condice, en determinados momentos socio-historicos, con la realidad compleja con la que nos encontramos.


Bibliografía


  • Fernández, A. M. (1986) “El campo grupal. Notas para una genealogía”, 4ta. reimpresión año 2008, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, Argentina.

  • Fernández, A.M. (2007) Las Lógicas Colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades. Ed. Biblos. Bs As. Arg.

  • Lapalma, A. (2008) Origen, contexto y vigencia. El rol de la Psicología Comunitaria.

  • Pauloni, C. (2016) De Campo y Problemas: Figuraciones de un pensar desde la Psicología Comunitaria. [No Publicado].

  • Plaza, S. (2007) “Campo de la Psicología Comunitaria”. Ponencia presentada en el V Foro de Trabajo Comunitario, organizado por la Cátedra Estrategias de Intervención Comunitaria. Facultad de Psicología. UNC. Córdoba, Argentina.

  • Robles F. (2015) Repensando mis intervenciones en proceso. Evaluación de proceso I. Residencia de Psicología Comunitaria. Salta. [No publicado].




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