Preguntas en torno a los embarazos no-deseados: ¿Control o acompañamiento?
- Lic. Ana Fayos
- 4 oct 2017
- 8 Min. de lectura

"Embarazo Ilusorio" (Faraone, V., 2010)
El presente escrito surge como continuación de lecturas en torno a los procesos comunitarios en los que participo desde mi inserción en un centro de salud de la zona oeste alta de la ciudad de Salta.
A partir de las observaciones y entrevistas preventivas a embarazadas en sus “controles”[1], así como de la participación en talleres de “Preparación Integral para la Maternidad y Paternidad”, llevado a cabo en conjunto por diferentes centros de salud, surgieron en mí algunas preguntas sobre nuestras prácticas en relación a los embarazos, las maternidades y las paternidades.
Sabemos que desde hace años se han construido políticas y prácticas en torno a lo materno infantil, convirtiendo en población de riesgo y prioridad a embarazadas y recién nacidos, prioridad que continúa vigente en la actualidad.
Tomemos en cuenta, por ejemplo, la constitución de un Plan nacional que tiene como función la asignación de recursos a los servicios de salud en función de los resultados alcanzados y las prestaciones realizadas a embarazadas, puérperas y recién nacidos.
Este plan es un programa federal del Ministerio de Salud de la Nación. Su objetivo principal es mejorar la cobertura de salud y la calidad de atención de las mujeres embarazadas, puérperas y de los niños/as menores de 6 años que no tienen obra social.
El programa se distingue por desarrollar Seguros Públicos de Salud para contribuir al descenso de la mortalidad materna e infantil, aumentar la inclusión social y mejorar la calidad de atención de los argentinos.
Sus objetivos son:
Mejorar la cobertura de salud y la calidad de la atención de la población sin obra social, contribuyendo así en la reducción de la mortalidad materna e infantil.
Crear y desarrollar Seguros Públicos de Salud Provinciales para la población materno-infantil sin obra social.
Aumentar la inversión en salud bajo un modelo de asignación de recursos basada en los resultados alcanzados. (Financiamiento basado en resultados.)
Promover un cambio cultural en la visión y gestión de la salud que priorice la estrategia de la Atención Primaria de la Salud (APS), un desempeño eficaz del sistema y la utilización efectiva de los servicios de salud por parte de la población.
Generar un nuevo esquema de relación entre la Nación, las Provincias, los Municipios y los Establecimientos de Salud.
Es importante saber:
Que por estar inscriptas/os al Plan Nacer y por cada consulta y control que las embarazadas, puérperas, y niños/as se realicen, el centro de salud u hospital recibe recursos para mejorar su edificio, comprar y mantener el equipamiento médico o capacitar al equipo de salud. Que conocer los derechos de la salud es el primer paso para que se cumplan. (2012, recuperado en https://www.educ.ar/recursos/111432/el-plan-nacer)
Del mismo modo, el Programa de APS[2] considera como población prioritaria y/o de riesgo a embarazadas y niños menores de 1 año, manifestándose esto en el orden en que los agentes sanitarios realizan sus visitas.
Asimismo, existe un programa provincial que nuclea las políticas en torno a esta población: el Programa Materno Infantil. En torno al mismo parecen girar dos líneas de intencionalidades: por un lado el control de la natalidad, a través de políticas como la Supervisión de Salud Sexual y Procreación Responsable, y por otro la protección de la maternidad.
Sin embargo, los números, si bien no son los únicos ni estancos indicadores, en conjunto con las lecturas que vamos realizando en los lugares en los que estamos insertos, muestran que aún existen vacíos en relación a la salud de la población mencionada.
Encontramos en los registros, que numerosas mujeres de los barrios correspondientes al área de responsabilidad del centro de salud[3] al que hago referencia, que se encuentran atravesando un embarazo, no concurren a dicha institución. Algunas, porque por diversas razones, entre las que se encuentra la cercanía a sus hogares, eligen otros centros para realizar sus “controles”. Pero otras, acceden a los mismos muy tardíamente, o directamente no lo hacen.
¿Qué sucede con aquellas embarazadas y sus parejas y/o familias? ¿A qué responde esta elección de no acercarse a nuestra institución? ¿Por qué hay tantos embarazos que no logramos acompañar?
Con esta última pregunta, pretendo resaltar la palabra acompañamiento, que es la que usaré de ahora en adelante, para diferenciarla de los tan mencionados y llamados “controles” de embarazo (o de niño sano, o de adolescente).
Pensemos cómo se dan dichos “controles”. Una mujer llega al centro de salud, sola, con su pareja, familiar o con algún acompañante, ya sea por derivación de algún agente sanitario que registró el embarazo en una visita domiciliaria, o de manera espontánea, y automáticamente ingresa al circuito de los controles (MELONP: Médicx, Enfermería, Laboratorio, Odontología, Nutrición y Psicología), al circuito de la maternidad. Y, a partir de ahí, debe pasar por todos los profesionales que integran dicho circuito, esperando largas horas, o volviendo en reiterados y diferentes días, porque no todos atienden en el mismo horario. Este camino es algo que debe repetir por, al menos, cinco veces a lo largo de su embarazo, siempre que el mismo no sea catalogado como de riesgo. Esto último es un requisito indispensable para completar su carnet prenatal, el cual debe estar al día para que sea considerado un control normal.
De esta manera, se controlan los cuerpos de estas mujeres, para de esa manera, controlar la posibilidad de un no-deseo, para garantizar que las “buenas madres” sean protegidas, y las “malas madres” transformadas en “buenas” o controladas para que no se tornen en riesgo.
Es posible tomar aquí los aportes de Ana Pérez Declerq (2016), quien plantea:
Desde las políticas de protección a la maternidad a las políticas que promocionan la “libre elección”, se continúa apelando a la “buena ciudadanía femenina” (Scheper-Hughes, 1997). Una ciudadanía que presupone que la mujer es un sujeto libre, pero cuya libertad se coloca al servicio de la voluntad colectiva. Limitando su fecundidad a un número “adecuado” de hijos o a tener que llevar adelante una gestación producto de fallas o accidentes en la anticoncepción, lo que subyace es una concepción de ciudadanía “buena”, en el sentido de disciplinada, y “activa” en tanto se promueve que las mujeres se responsabilicen de su capacidad reproductiva. (p. 29)
Ahora bien, es posible afirmar que hay mucho (o muchas) que escapan a este circuito, algunas de ellas que, por diversos motivos, lo inician, pero después no vuelven. Y otras que no ingresan nunca.
Este es un camino que no se elige. O sí, pero para garantizar la salud la única opción posible es hacerlo.
Y ¿qué otras opciones hay en dicho recorrido saludable?
Puede decirse que se considera que, quien inicia dicho circuito, es una mamá (y un papá en algunos casos). Pero ¿es así? ¿Qué pasa con los embarazos que no fueron buscados/deseados? ¿Ponemos en cuestión la palabra mamá/papá? ¿Estar embarazada convierte en madre a una mujer y en padre a un hombre?
En las entrevistas de embarazo que he podido realizar, me encontré con que la mayoría de dichos embarazos no habían sido buscados, llegaron de “sorpresa”. Y, ante las preguntas en relación a esto, muchas de las respuestas manifestaban un gran malestar con respecto a esta situación.
A partir de esto, así como de la ausencia de mujeres y/o acompañantes en los talleres de PIMP, y de otros recorridos personales de formación y experiencias, es que comencé a preguntarme acerca de los embarazos no deseados, sobre todo en relación a nuestras prácticas e intervenciones desde el equipo de salud.
¿Cómo acompañamos los embarazos no deseados? ¿Consideramos esto cuando realizamos las entrevistas? ¿Qué priorizamos en las mismas? ¿Cuánto lugar le damos al no deseo de ser madre/padre? ¿Y qué entendemos por maternidad/paternidad?
Muchas autoras como Simone De Beauvoir, Adrienne Rich, Elisabeth Badinter y Marcela Lagarde, entre otras, afirman que la maternidad es una construcción social que deja a la mujer abnegada en un rol que debe asumir para ser una “buena madre” y así responder a una creencia colectiva que se apoya en la ecuación mujer = madre. (Orsi Alcorta, L., 2015, p. 9)
“(…) la mujer deberá afrontarse a la maternidad como algo que viene impuesto que deberá hacer y no tendría desde sus inicios (el embarazo propiamente dicho), cuestionamiento posible.” (p. 10)
Entiendo, junto con estas autoras, a la idea de maternidad como una construcción social, que ha sido asociada de manera intrínseca al ser mujer.
Además, desde la psicología, sabemos que el deseo de hijo se construye, atravesado por la propia historia, el contexto, los mandatos (familiares y sociales) y que, por lo tanto, este no siempre está dado a priori, muchas veces, no llega a constituirse. Es así que no podemos suponer que un embarazo es sinónimo de maternidad, ni aún el mismo parto lo es.
“No hay naturaleza que garantice el ser mujer ni el ser madre, como tampoco que un niño biológico ocupe el lugar de hijo.” (D’Angelo, P., 2004, p. 3)
Sin embargo, esto atraviesa nuestras prácticas en los servicios de salud. ¿Cuánto de esto tenemos en cuenta cuando una mujer llega con un resultado positivo a consultarnos, cuando ingresa en el tan conocido MELONP, circuito del embarazo, y de la maternidad/paternidad?
Si la maternidad/paternidad es una construcción social y la idea de hijo y, por tanto, de madre y padre también se construyen (o no) en cada una de las mujeres (y varones) que atraviesan un embarazo, ¿cómo acompañamos esos embarazos no deseados? ¿los acompañamos? ¿o damos por sentado que fue deseado? Si preguntamos sobre esto en nuestras entrevistas, ¿qué hacemos cuando la respuesta es no?
Y más aún, ¿qué políticas públicas acompañan embarazos no deseados? ¿qué lugar hay para este no-deseo de ser madre o para pensar dicho deseo como una construcción en las políticas, si las mismas están configuradas, incluso desde su nombre mismo, en torno a lo Materno-Infantil?
No pretendo aquí hacer una extensa teorización acerca de la maternidad como construcción socio-histórico-política (y también individual), sino que mi intencionalidad apunta a instalar-nos la pregunta en relación a nuestras prácticas en salud pública, en este caso en nuestro Centro de Salud.
Y, al mismo tiempo, instalar la pregunta en torno a las políticas públicas construidas a lo largo de tantos años en torno a esta población. Si las Secretarías y Direcciones se denominan Materno Infantiles o de Materno Infancia, ¿cómo se incluye dentro de las mismas la (no) maternidad? ¿qué lugar hay para la construcción o deconstrucción de la misma?
Considero que esta es una reflexión fundamental para pensar nuestras prácticas en torno a los embarazos y las (no) maternidades/paternidades. Hacernos preguntas en torno a las mismas se hace necesario para deconstruir ideas naturalizadas en relación al género, y a las violencias que podemos ejercer (o ejercemos) desde nuestro lugar como efectores de salud pública, hacia las mujeres o varones que se acercan a nuestros centros de salud para ser acompañados en un proceso no siempre procesado.
¿Qué responsabilidad tenemos entonces?
Bibliografía
D’Angelo, P. (2004). MUJER Y MATERNIDAD. Trabajo presentado en el Seminario de adopción y fertilización asistida del centro Oro Año 2004.
Faraone, V. (2010). Emabarazo Ilusorio
Orsi Alcorta, L. (2015). La maternidad de la sociedad patriarcal: una construcción social alienante. Tesis Final de Grado. Universidad de la República: Uruguay.
Pérez Declerq, A. M. (2016). “Cuidarse” Un estudio etnográfico sobre el proceso asistencial de las prácticas anticonceptivas en Salta, Argentina. Universitat de Barcelona
Plan Nacer. (2012). Recuperado en https://www.educ.ar/recursos/111432/el-plan-nacer
NOTAS
[1] Elijo, de aquí en adelante, resaltar entre comillas la palabra controles, para remarcar mi posicionamiento ante los mismos, que diferenciaré con la palabra acompañamiento.
[2] Programa que regula el trabajo de los Agentes Sanitarios. Estos últimos son el primer contacto de la población con el sistema de salud, dado que realizan visitas a cada una de las casas, en las cuales llevan a cabo las vacunaciones establecidas por el sistema sanitario, así como la mediciones de peso y talla de los niños menores de 6 años, y llevan el registro de salud de cada familia en general.
[3] Zona delimitada por el Ministerio de Salud de la provincia de Salta para cada Centro de Salud, a fin de establecer una población a cargo en cuanto a asistencia.
Comentarios