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MIRADAS POSIBLES SOBRE EL TRABAJO SEXUAL Y LA SALUD PÚBLICA

  • Lic. Agustina Niclis
  • 27 nov 2017
  • 9 Min. de lectura

El río se quedó sin agua,

esta se fue con la esperma de las palanganas,

para aquietar la permanente polvareda;

las piedras dan a la avenida,

el peso que deja el deseo.

Callejas donde el gentío bulle desde los colectivos

y desde las bicicletas

para la aventura abierta de un orgasmo más.

Antonio Teseyra

En el marco de la Lectura de la Realidad Comunitaria[1] en la zona donde me encuentro trabajando, una de las categorías que me propuse indagar estuvo referida a las cosas que preocupan a lxs vecinxs o grupos de la zona, me interesaba poder escuchar a personas de diferentes edades y de diversos espacios. Si bien hay una búsqueda de reflejar opiniones diversas, hubo personas o grupos con quienes tuve más posibilidades de encontrarme, a diferencia de otrxs[2] con quienes pude compartir con menor frecuencia. A continuación plasmaré un recorrido a través de algunas de esas miradas tensionadas con aportes teóricos, en un análisis que busca continuar reflexionando sobre una característica de la zona que resultó sobresaliente en mis indagaciones: la oferta y demanda de trabajo sexual.

Algo sobre el recorrido del Trabajo Sexual en Salta


Hasta los años ‘60 la zona de prostíbulos de la ciudad se ubicaba por las calles Córdoba, Buenos Aires, Lerma, Rioja, Tucumán, San Luis y Corrientes, fue una época de mucho auge de estas actividades, muchos de los que las dirigían tenían contactos influyentes con personalidades de la política local. En la década del ‘60 los prostíbulos se fueron cerrando porque a causa de la expansión de la ciudad todo ese sector se fue transformando en zona céntrica. En esas instancias llegó como interventor federal a Salta Pedro Remy Solá y se ejerció fuerte represión hacia las mujeres que ejercían el oficio. Progresivamente los locales se fueron corriendo hasta los sectores de la ciudad en que se encuentran actualmente. Este sector ya había comenzado a formarse a mediados de la década del ‘50 (Sánchez y Adet, 2005).

Mirando un poco más hacia atrás en lo que respecta a la historia de la prostitución en Salta, en marzo de 1889 aparece la primera ordenanza municipal que reglamenta las “casas de tolerancia”, y es la primera vez que las prostitutas se encuentran nominadas como tales y sus actividades reguladas en algún tipo de legislación. Para ser admitidas en este comercio, las mujeres debían inscribirse en un registro que llevaba la Municipalidad debiendo estar “sanas de enfermedades venéreas” y “someterse a la inspección y reconocimiento [del] médico”. En caso de no cumplir con estas (y otras) exigencias, las meretrices clandestinas eran enviadas y recluidas en la Casa del Buen Pastor (Flores, 2009). Sin embargo lejos estaban de recibir castigo los tratantes de blancas que traían a la provincia mujeres de todo el mundo (Sánchez y Adet, 2005). Desde ese momento hubo varias ordenanzas municipales, decretos y leyes que regularon diferentes aspectos del trabajo sexual (Flores, 2009). Los servicios encargados de realizar los ​controles de salud ​eran el Hospital del Milagro y el Centro de Salud al que pertenezco.

Este tipo de regulaciones se dieron en diferentes provincias del país más o menos de manera paralela, las trabajadoras sexuales de A.M.M.AR. (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina) Córdoba, plantean que este tipo de legislaciones regularizaron los prostíbulos y el proxenetismo, pero clandestinizaron la actividad de las trabajadoras independientes, estas eran llamadas “prostitutas clandestinas”, eran perseguidas por la policía y encerradas (Aravena, Figueroa, Mendoza, Suárez y Giménez, 2015).

En la zona muchas personas recuerdan el momento de “auge” de los prostíbulos:

“Cuando yo era chica era la distinguida zona roja, era distinguidísima,

los padres traían a los chicos del centro para que se desvirguen

como dicen. La x (…) sabía traer, era un desfile de modelos de prostitutas,

brasileras, uruguayas, paraguayas, bolivianas, las mejores mujeres del

mundo (…)” (vecina Villa San Antonio).

Durante la última dictadura militar, a través de la ley 5649 del año 1980 “queda prohibido en todo el territorio de la provincia el mantenimiento y establecimiento de casas o locales donde se ejerza, facilite o incite la prostitución” (p. 1). De esta manera quedan sin efecto todas las regulaciones vigentes hasta el momento, inclusive la relativa al control sanitario. Respecto a esto, las trabajadoras de AMMAR Córdoba plantean que “con la llegada del abolicionismo[3] se tomó como argumento nuestra protección, se nos puso en el lugar de víctima a rescatar, se prohibieron los prostíbulos y las casas de tolerancia pero nunca dejaron de existir, se arreglaron con coimas para seguir estando amparados por la corrupción institucional” (Aravena, et al., 2015, p. 35). Pareciera que al eliminar las regulaciones sobre el ejercicio del oficio, lejos de desaparecer el mismo sigue existiendo en condiciones de clandestinidad y por lo tanto de mayor vulnerabilidad para quienes lo ejercen.


El Trabajo Sexual hoy


Si bien en Argentina el Trabajo Sexual no es delito, en Salta está vigente un código contravencional que penaliza su ejercicio en la vía pública. Desde diciembre de 2015 no sólo la oferta es considerada una falta sino también la demanda de Trabajo Sexual, la Ley contravencional 7135 indica en su artículo 114 “serán sancionadas (…) las personas que demandaren u ofrecieren servicios de carácter sexual por dinero u otra retribución en la vía pública o espacio público. En los supuestos que los Municipios, habilitaren espacios públicos para la práctica de la conducta descripta precedentemente, queda sin efecto la contravención” (2015, p.3). Respecto a esto, las trabajadoras de AMMAR afirman que “para las que éramos independientes y estamos en la calle se inventaron los códigos contravencionales, los cuales son manejados por la policía (…) para seguir criminalizándonos (…)” (Aravena, et al. 2015, p.38). Así indican que aunque el trabajo sexual no es delito en nuestro país, en la práctica es criminalizado a través del accionar policial, habilitado por los códigos contravencionales.

Según una nota de un periódico local, desde que se promulgó el nuevo código contravencional “en cuatro meses no se dispuso ni una sola sanción a los que pagan por sexo, sólo se sostiene la persecución sobre las personas que ofrecen sexo en la calle” (Informate Salta, 23 de mayo de 2016). Podríamos pensar entonces que las regulaciones que rigen actualmente sobre el trabajo sexual tienden a seguir criminalizando a las personas que lo ejercen.

Esta situación legal en la que el trabajo sexual no es un delito, pero no está regulado y es considerado una contravención, no reconoce a quienes lo ejercen como sujetos de derechos (Ceccoli, Dreizik y Puche, 2015). Las trabajadoras de AMMAR plantean que no reconocer que el trabajo sexual es una práctica lícita, tiene por efecto precarizar la actividad que realizan y exponerlas a una situación de vulnerabilidad: al acoso y persecución policial, a la explotación del proxenetismo y la desprotección estatal (Aravena et al., 2015).

Es posible pensar entonces diversos aspectos en los que se vulneran los derechos de quienes ejercen el Trabajo Sexual: por un lado no reconocer la actividad como trabajo implica la imposibilidad de acceder al sistema de protección social, así como la dificultad para el acceso a los servicios de salud y a la protección gremial, entre otros elementos que hacen a una situación laboral precaria en general. Por otra parte, la criminalización de la actividad a través de los códigos contravencionales expone a lxs trabajadorxs a situaciones de violencia y de privación de la libertad de manera regular.



Miradas y posibilidades


En la zona, las opiniones de algunos vecinxs lo presentan como una problemática, en otros se nota cierta aceptación como una característica tradicional de la villa.

Algunxs argumentan la dificultad de convivencia con niñxs:

“A la hora que pasa usted ve mujeres semidesnudas en la puerta de las

casas, no respetan los chicos de la escuela, están con las piernas pilas

llamando a los hombres, no respetan nada” (vecina Villa San Antonio).

También se incluyen como argumento cuestiones sanitarias:

“No pueden estar tirando el agua del lavador a la calle con la que se

lavan y lo hacen lavar al cliente, eso no puede ser con todas las

enfermedades que hay” (vecina Villa San Antonio).

En algunos casos, se lo toma como característica marginal de la zona:

Estamos en la zona centro y tenemos todas las problemáticas de los

barrios periféricos: grupos antagónicos, zona roja, marginalidad (referente institucional).

También se plantean alternativas que se pensaron a lo largo de los años en la zona:

“Combatirla no porque va a ser peor, pero llevarla más lejos, acá está cerca del centro, tendrían que ponerla en una zona más alejada (…) sacarla de ese lugar, en otro lugar donde no haya tantos chicos, ni tantos jóvenes y adolescentes” (vecina Villa San Antonio).

Resulta necesario aquí también pensar y escuchar estas voces que sienten esta actividad como una dificultad en sus vidas cotidianas ¿Existen otras posibilidades de convivencia más armónica? ¿Cómo posibilitar el ejercicio de derechos tanto al trabajo, como a un ambiente sano sin avasallar ninguno de ellos?

En el recorrido por conocer las realidades de la zona donde trabajo, visité una de las casas de trabajadoras sexuales que ha formado parte de “la época dorada” o de auge de la prostitución en Salta. Actualmente funciona las 24 horas, con turnos rotativos, “vienen a trabajar mujeres de diferentes barrios de la ciudad, incluso vienen algunas de Jujuy” comentaban las trabajadoras del lugar. También hacían referencia a las dificultades para acceder a preservativos y la preocupación que les genera:

“no hay en ningún lado, dicen que Nación no manda. Gastamos en preservativos y con eso podemos comprar leche a nuestros hijos, la mayoría acá somos madres solteras”.


A las vulnerabilidades propias de trabajar de manera informal y sin protecciones sociales, se suman las vulneraciones propias de los roles asignados de género, tratándose de madres solteras, a cargo de sus hijxs. También plantean las dificultades de acceder a atención médica:

“Somos el pilar de la casa y necesitamos estar sanas, claro que necesitamos atención médica, pero trabajamos todo el día entonces no podemos ir a la salita o al hospital porque perdemos el día de trabajo y sabemos que es importante. Porque hay que ir un día a sacar turno, otro día a hacerte el estudio, otro día a retirarlo... ”. “yo una sola vez me hice un PAP y nunca retiré los resultados. (…) hay chicas que tienen VIH y trabajan”.


Sabemos que el acceso a la salud constituye un derecho humano universal, ¿qué sucede entonces al saber que hay sectores que no están pudiendo acceder al mismo? ¿Existen otras posibilidades?

Actualmente hay diferentes posturas respecto a la regularización del trabajo sexual en Salta. Por un lado, hay quienes plantean que legalizar la prostitución “garantizaría un estado proxeneta y que la venta del cuerpo no puede ser considerada un trabajo sino más bien una forma más de explotación que puede adquirir distintas formas de esclavitud”. Por otro lado, algunxs sectores entre quienes ejercen el trabajo sexual plantean la necesidad del reconocimiento de la actividad como un trabajo inscripto formalmente entre otras regulaciones, como modo de garantizar derechos y el trabajo seguro de lxs trabajadorxs sexuales (Cuarto Poder Salta, 27 de mayo de 2017).

Se presenta aquí nuevamente la pregunta acerca del rol que cumple el Estado respecto al trabajo sexual, que lo deja en un lugar legal ambiguo y a las fuerzas policiales como principal referente y órgano ejecutor en este tema. También surge a modo de incógnita ¿qué responsabilidad le compete y qué posibilidades de acción tiene el Primer Nivel de Atención de Salud respecto a garantizar el derecho a la salud de lxs trabajadorxs sexuales? ¿Qué alternativas son posibles de llevar adelante pensando en la promoción de la salud y la prevención de enfermedades como derechos básicos? Resulta relevante que existen antecedentes y experiencia de trabajo previos con esta población en el Centro de Salud. Ahora se presenta el desafío de pensar nuevas estrategias retomando recorridos anteriores y a partir de la escucha y el intercambio entre las Trabajadoras Sexuales y miembros del equipo de salud. Las posibilidades de planificar estrategias que promuevan el acceso a servicios de salud de las trabajadoras sexuales es posible desde el posicionamiento de reconocer el acceso a la salud integral como derecho universal -no como instancia de control- y al Trabajo Sexual como actividad lícita. Así también promover alternativas específicas de acceso al servicio para las trabajadorxs sexuales responde al modo de trabajo situado territorialmente desde el paradigma de la Atención Primaria de la Salud.

Referencias

Adet, R. & Sanchez, M. (2005). Crónicas Barriales Historias y Personajes. Salta Capital: Municipalidad de la Ciudad de Salta.

AMMAR (s/f.). Mujeres Trabajadoras Sexuales.

Aravena, E., Figueroa, P., Mendoza, B., Suarez, R., Gimenez, M. (2015). Las trabajadoras sexuales también somos trabajadoras. Ceccoli, P., Dreizik, M., Puche, I. (2015). Hacia la democratización de las formas de vivir. En Aravena, E., Pereyra, L.J., Vaggione, J. M. (comps.). Parate en mi esquina: aportes para el reconocimiento del trabajo sexual. Córdoba: Editorial de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.

Cuarto Poder Salta (2015). Se viene una zona roja “legal” en Salta. Recuperado de: http://www.cuartopodersalta.com.ar/se-viene-una-zona-roja-legal-en-salta/

Flores, A. C. (2009). Del ocio al trabajo sexual. Genealogía de cuerpos abyectos. Prostitución y Trabajo Sexual. Tesis de Licenciatura. Escuela de Antropología. Facultad de Humanidades. Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC. Salta: Universidad Nacional de Salta.

Imagen 1(s/f.). Recuperada de: http://www.eltribuno.info/salta/nota/2016-5-21-1-30-0-la-increible-historia-de-la-rusa-maria-la-madame-mas-famosa-del-norte-argentino

Imagen 2. AMMAR (2015). El 86% de las trabajadoras sexuales somos madres ¡Feliz día, compañeras!. Recuperado de: http://www.ammar.org.ar/El-86-de-las-Trabajadoras-Sexuales.html

Imagen 3 (s/f.). Soy Trabajadora sexual desde hace 16 años. Recuperado de: http://fger.org/2017/06/02/soy-trabajadora-sexual-desde-hace-16-anos/

Informate Salta (23 de mayo de 2016). Rige la pena contra el que demanda de sexo en la vía pública: Ningún detenido.

Ley 7914 Código Contravencional de la Provincia de Salta (2015). Boletín Oficial Salta.





NOTAS


[1]Ver: http://repsicom.wixsite.com/blog-repsicom/single-post/2015/10/09/Lectura-de-la-Realidad-Comunitaria


[2] Utilizo la letra “x” intencionalmente, como posicionamiento en referencia a reconocer múltiples categoría identitarias, como un modo que busca evitar la reducción binaria “masculino-femenino”, intentando utilizar el lenguaje de modo lo más inclusivo posible.


[3] El abolicionismo es un modelo legal que persigue y penaliza la explotación del Trabajo Sexual ajeno, es decir el proxenetismo, y que descriminaliza el ejercicio del Trabajo Sexual, es decir que no penaliza a las trabajadoras sexuales. Argentina es un país abolicionista, sin embargo en 18 provincias están vigentes artículos contravencionales que consideran como una falta el ejercicio del trabajo sexual en la vía pública. Esta actividad es penada con multa y hasta 30 días de arresto. Formalmente se afirma que Argentina es un país abolicionista, pero en la práctica se acerca más al “prohibicionismo”, es decir a la prohibición de cualquier tipo de trabajo sexual (AMMAR, s/f.).


 
 
 

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