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“Cuerpos que Importan” [1]: Trabajo comunitario con mujeres desde primer nivel de atención en salud

  • Lic. Florencia Arri
  • 8 ene 2018
  • 16 Min. de lectura

“Soy el poder dentro de mí (...) Yo creo que lo mejor es no tener miedo, no tener miedo (...)

Soy chamana, sanadora, alma de cantaora.” Amparo Sánchez, “Alma de Cantaora”

El presente escrito es parte de un eje de análisis de la Lectura de Realidad Comunitaria que vamos realizando como parte del proceso en un Centro de Salud (en adelante CS) desde la Residencia[2]; según aquello que va generando mayor interés e intensidad, buscando seguir pensando lo comunitario, problematizando sobre cómo se construye “lo comunitario” en estos barrios, con estas personas y grupos sociales, en este contexto.


Así, se comparten análisis posibles e inacabados que surgen del ir conociendo, ir leyendo estos territorios en movimiento y los movimientos en los territorios. De este modo, el encuentro con diversas mujeres y grupos de mujeres de estos territorios desde distintas formas, ha sido un aspecto intenso, que ha ido habilitando a su vez la construcción de espacios de trabajo comunitarios.


En este sentido, algunas preguntas generadoras que planteo son: ¿qué pasa con “las pibas” de estos territorios?, ¿cómo viven la problemática de violencia de género mujeres de estas comunidades?, ¿cómo se inscribe en este atravesamiento la problemática de consumo de drogas?, ¿qué podemos hacer/pensar como CS?, ¿por qué el trabajo comunitario con mujeres?, ¿qué aportamos como profesionales de salud pública a procesos comunitarios con mujeres?, ¿en qué nos transforma a nosotrxs ese trabajo?, ¿cómo recuperar el deseo en estos contextos como motor de acción colectiva?


Particularmente, se observa que generalmente las mujeres somos quienes participamos del cuidado de salud de las familias, de organizaciones comunitarias, así como quienes más confinadas al espacio doméstico nos encontramos en relación a los varones y que más nos vemos sometidas a diversos tipos de violencia. Además, los últimos años pareciera que se han recrudecido ciertos fundamentalismos relacionados con la violencia hacia los cuerpos de mujeres de distintas edades, a la vez que esto se visibiliza y discute en la esfera pública, genera movimientos de lucha individual y colectiva. Así, en el atravesamiento de estas realidades surgen como desafíos las posibilidades de transformación de -y entre- mujeres… Las mujeres sufrimos violencias de distintos tipos, sí, y también deseamos, hacemos, aprendemos con otrxs, nos organizamos, transformamos, tomamos los espacios públicos. Entonces, ¿cómo se vivencian estas realidades macro sociales en estos territorios, qué implicancias tienen para estas mujeres?, ¿qué posibilidades de intervención podemos pensar desde salud pública?


En este sentido, parto de reconocer las múltiples violencias a las que estamos expuestas las mujeres a partir de relaciones sociales de desigualdad que generan fuertes inequidades entre géneros, estas violencias se expresan y practican a través de diversas formas -física, psicológica, sexual, emocional, tanto real como simbólica-. Además, siguiendo a Roxana Longo (2007), la opresión a las mujeres incluye formas estructurales como la feminización de la pobreza, tráfico de mujeres, discriminación salarial, violencia sexual, criminalización de mujeres por motivos étnicos, culturales, de elecciones sexuales, etc.


Entendemos la violencia hacia las mujeres como una herramienta para mantener el patriarcado y el capitalismo (control del cuerpo, de la vida y de la sexualidad de las mujeres, mercantilización del cuerpo de la mujer), la superexplotación del trabajo de las mujeres (formal e informal, tipo de trabajo y condiciones laborales) (Longo, 2007, p.38).


Al respecto, en un país como el nuestro, las políticas neoliberales implementadas han ido impactando en el deterioro de derechos afectando especialmente a las mujeres, dañando considerablemente la calidad de vida y los procesos subjetivos; siendo generalmente las mujeres más pobres y más jóvenes con hijxs quienes deben dedicar más tiempo a trabajos no remunerados, lo cual afecta el desarrollo de potencialidades personales y su participación política y social. Esto puede verse en relación a que las mujeres jóvenes de barrios donde trabajo no suelen ocupar los espacios públicos y las calles en el mismo tiempo y forma que los varones, ya que generalmente tienen que dedicarse a las tareas del hogar sea como madres, hijas o hermanas. Asimismo, se observa que las mujeres son quienes más suelen acceder al CS utilizando diferentes servicios, participando en el cuidado de la salud de sus familias, y muchas veces en caso que no se encarguen responsablemente de la misma, son caratuladas socialmente como irresponsables, “dejadas”, aumentando los procesos de violentación, en vez de contextualizar las situaciones en estas complejidades de las que forman parte.


Por otro lado, la posibilidad de trabajo comunitario con mujeres surge en base a diversos factores relacionados: como residente se empiezan a entablar relaciones con mujeres de algunos de estos barrios del área de responsabilidad para conocer particularidades, recursos, necesidades, estrategias de organización y trayectorias en procesos salud/enfermedad/atención. A su vez, ellas van planteando interés por juntarse a trabajar distintas temáticas relacionadas a su salud y a violencia de género, también se reconocen experiencias de trabajo previas entre mujeres y profesionales del CS que favorecen este vínculo. Además, el CS participa de la Red Comunitaria que viene abordando de manera intersectorial la temática, debido a la prevalencia en la zona.


Asimismo y atendiendo a esta situación del área con la que se trabaja, como CS, se organiza la Semana de Salud de las Mujeres en el marco de la conmemoración del día internacional de las mujeres trabajadoras (08/03), y desde diversos servicios se planifican actividades para la comunidad. Una de estas actividades, pensada junto a mujeres de la comunidad, es una mateada donde abordar la salud de las mujeres y sus derechos, a cargo de quien escribe, la trabajadora social del CS y la odontóloga del Programa Equipos Comunitarios (quien trabaja en el CS). Por lo cual recupero la importancia de pensar las intervenciones desde las complejidades que implican, de forma situada y desde un equipo, no en soledad.


En medio de esta realidad que voy intentando compartir, ocurre un emergente concreto, doloroso y disruptivo: el hallazgo de un cuerpo -mutilado y embolsado- de una mujer joven de uno de los Bº del área, quien llevaba unos días desaparecida (en adelante “D”). “D” era una madre joven de tres niñxs, que sufría violencia de género por parte de su pareja, tenía a su vez una problemática de consumo compleja, lo cual en algunos discursos se utilizó/a como elemento justificador de esa violencia -“era una adicta”, “se murió por un ajuste de cuentas”- y como forma de no enunciar como femicidio su muerte. Asimismo, aspectos como ser mujer en condiciones de pobreza, “adicta”, que “se desaparecía seguido y andaba en mala junta”, se utilizan como modalidades de re-victimización, e incluso al momento de su desaparición la policía no le toma la denuncia a la madre en primera instancia.


Para problematizar al repecto, me interesa traer aportes teóricos de Butler (2010) quien plantea que la ontología del cuerpo es una ontología social, siendo el cuerpo expuesto a fuerzas social y políticamente articuladas y a exigencias de sociabilidad que hacen posible su prosperar. Esta ontología social implica entender la vida como vida precaria en el sentido existencial -”precariedad” como condición generalizada de la vida como proceso condicionado, ya que dependemos de otrxs-, y una noción más política de “precaridad” entendida como una asignación diferencial de precariedad según poblaciones.


Esta distribución diferencial de la precariedad es, a la vez, una cuestión material y perceptual puesto que aquellos cuyas vidas no se <<consideran>> susceptibles de ser lloradas, y, por ende, de ser valiosas, están hechos para soportar la carga del hambre, del infraempleo, de la desemancipación jurídica y de la exposición diferencial a la violencia y la muerte. (p. 45)


La autora explica que estas vidas que no son del todo vidas, modeladas como no merecedoras de ser lloradas, pueden ser perdibles ya que generalmente no están vistas como necesitadas de protección, y que resulta una tarea ética y política minimizar la condición de la precariedad de una manera igualitaria. Ante esto me pregunto, desde nuestro rol como efectores del Estado cómo ponemos a circular nuestras responsabilidades -si es que las ponemos a circular, si existen las condiciones de posibilidad para esto- en promover condiciones sostenedoras que posibiliten que esas vidas puedan ser vividas y por ende, susceptibles de ser lloradas. En este sentido, más aún considerando que no se trata de un caso aislado, el estar disponible como profesional del CS en la contención de esa familia y lo que generó a nivel comunitario en cuanto a movilización -sobre todo de mujeres que sintieron que esa muerte no podía quedar impune y que había otras vidas de mujeres en similares situaciones de desprotección y riesgo-, favoreció pensar intervenciones en ese contexto comunitario.


La posibilidad de un duelo de manera abierta, de permitir que ese cuerpo duela, está estrechamente relacionada con la indignación frente a una injusticia o a una pérdida insoportable, y tiene un potencial político enorme, según Butler. En este sentido, se puede relacionar con haber podido hablar colectivamente sobre lo que ocurrió con “D”, visibilizarlo, tensionarlo con una problemática macro social. Esto a su vez genera una situación que conmueve la demanda de muchas otras mujeres para hablar del tema, buscando alternativas para afrontarlo y generar redes sociales de ayuda mutua. “Yo voy a buscar justicia, que sirva para visibilizar lo que le pasa a las chicas en estos barrios, para prevenir que haya otras muertas” (madre de “D”)

Al respecto, en un artículo reciente para Revista Anfibia, Minici (2017) escribe sobre “La trama social del femicidio: el narcopatriarcado y ‘las pibas’”, analizando el rol del Estado como responsable de no buscar a “las pibas” que desaparecen, de no prevenir, y en su complicidad con los entramados de la violencia narco en los barrios donde estas pibas son el botín y la posta de avanzada que señala el despliegue sangriento de las violencias en los territorios. De este modo, me pregunto acerca del rol -o roles- del Estado en cuanto a prevención, las posibilidades que podemos construir junto a estas comunidades. Si favorecer hablar de modo colectivo sobre estas realidades, re-significarlas, y sentirse acompañadas como mujeres desde un equipo de salud que trabaja en ese territorio, es también una forma de promover procesos de salud, de evitar la impunidad, prevenir que haya “más D”.


El dolor como posibilidad de construcción colectiva, lo personal es político

“Pero si este estatus precario puede convertirse en condición de sufrimiento también sirve a la condición de la capacidad de respuesta, a la condición de una formulación de afecto entendida como un acto radical de interpretación frente al sojuzgamiento indeseado.”

(Butler, 2010, p.94)

A partir de lo acontecido, las mujeres con quienes se venía planificando la mateada por la Semana de las Mujeres desde el CS, solicitan específicamente trabajar sobre violencia de género para pensar alternativas a nivel comunitario. Durante la misma, participan aproximadamente treinta mujeres y se comparten motivos/expectativas que movilizaron a participar del mismo, tales como: “Vine porque me gusta estar con mujeres, aprender”; “expectativa de trabajo con mujeres, género, desde una perspectiva también profesional”; “vine porque fue la psicóloga a charlar con nosotras al comedor y me pareció lindo, interesante”; “lo que yo más quiero es que nos formemos como mamás para ver cómo ayudar a las mamás más jóvenes, quiero que se forme un grupo de madres que trabajemos este tema de violencia, yo sé que se puede”; “estamos en una sociedad muy violenta y no encontramos el hilo de eso, por ejemplo 'D' sabíamos que estaba desaparecida y que sufría violencia y no pudimos hacer nada…y así nos vamos a dejar comer entre todas. No hacemos nada y sí sabemos que hay casos de violencia y quiénes sufren. Necesitamos mucho de psicólogos que nos ayuden en esto”; “nosotras nos queremos capacitar, ojalá saliera algún hombre a decir nos juntemos entre varones y que se capaciten, porque siempre participamos las mujeres”; “ellos tienen otro mundo porque siempre somos las mujeres organizándonos, queriéndonos defender”; “donde no hay políticas nosotras hacemos, esto también es política pero de la buena”; “yo también viví durante muchísimo tiempo en un mundo de violencia de género y me fortalecí, ahora no me dejo pasar por encima (...) por suerte mi vida cambió y hoy tengo muchas cosas para aportar, soy mujer y tengo derechos, antes no me animaba a hablar era tímida, ahora no.”


Estas motivaciones ayudaron a ir pensando el sentido de encontrarnos entre mujeres. A partir de esta mateada donde de forma lúdica y dialógica se discutió sobre estereotipos de género, escuchamos inquietudes, hablamos en relación a situaciones de violencia de género cotidianas y condiciones relacionadas; muchas de ellas piden seguir juntándonos. La mayoría participa del comedor, sea en la cocina o en el espacio de costura que han empezado a conformar, y cuentan con trayectorias interesantes de participación comunitaria.


Se continúa entonces trabajando en este espacio una vez por semana, tratando distintos temas relacionados a salud sexual integral, violencia de género, micromachismos, derechos, maternidad y paternidad, sexo y género, identidad sexual; recuperando sus opiniones y saberes, dudas y vivencias, buscando reflexionar y problematizar aspectos naturalizados. Además se realiza junto a ellas un “árbol de problemas” para visibilizar las problemáticas que ven/sienten en esos barrios y que les preocupan, sus posibles causas y efectos. Así, identificaron como las principales problemáticas que viven en sus territorios: violencia de género e intrafamiliar, consumo de drogas/adicciones y falta de trabajo. Relacionándolas en general con causas sociales y falta de oportunidades laborales, falta de escucha y contención, soledad. Fue interesante que participaron todas de la actividad, algunas uniéndose de a dos, otras de forma individual. También empezamos a pensar posibles líneas de acción y/o formas de responder que vienen ensayando ante eso, y surgen otras estrategias como: juntarnos, para desahogarse, para hacerse amigas o cercanas; escuchar y acompañar; animarse a hablar de lo que vivimos y pedir ayuda.


En relación a esto, chicas más jóvenes plantean abiertamente que tienen problemas con el consumo de drogas, “yo soy adicta, no puedo parar”; “ellas dos también son adictas, ¿qué podemos hacer?”. En ese momento fue muy fuerte esta demanda para nosotras como equipo, ante lo que se trata de devolverlo como situación que nos desafía desde un espacio colectivo y comunitario también, desde un posicionamiento activo como constructoras de realidades y leyendo el hecho de que se haya planteado ahí en ese espacio de encuentro. De este modo, plantean la necesidad de escuchar, acompañar a nivel comunitario, darles apoyo a quienes se encuentran con esta problemática, no discriminar; y a su vez comparto el recurso de la Secretaría de Adicciones -dependiente del Ministerio de Salud Pública- con dispositivos de prevención y asistencia, preguntando qué conocen sobre la misma, ante lo cual surge la posibilidad de articular con dicha Secretaría para pensar estrategias conjuntas. Asimismo, considero que las particularidades que adquiere en estos contextos el consumo de drogas -y en mujeres-madres-, cómo se entreteje con el narcotráfico en los barrios, etc., nos implica a pensar estrategias con otrxs, pensadas en situación, que podamos ir redefiniendo y que principalmente apunten al fortalecimiento subjetivo y de la trama social de estas mujeres. Entendiendo también que requiere de un análisis más complejo, el cual rebasa los objetivos del presente escrito y sobre lo que será un desafío seguir construyendo y analizando.


Por otra parte, después de algunos encuentros, al evaluar que se dificulta la participación de mujeres de otros Bº y asentamientos, y siendo que otra referente había comenzado a trabajar con mujeres de uno de los asentamientos en un espacio donde se juntan a hacer tejido; decidimos -discutiendo conjuntamente con ellas- realizar encuentros quincenales de manera alternada en cada uno de estos espacios. Así, ambos se van configurando de modos diferentes según características de trayectorias de trabajo organizativo de estas mujeres, las particularidades de los territorios, relaciones construidas entre ellas y el equipo de salud. De este modo, en el asentamiento Doña Y resulta una referente y mediadora esencial para la construcción entre el equipo y las mujeres. Esta referente ha expresado sobre los motivos que la mueven a construir este espacio: “quedé muy movilizada a partir de lo que pasó con 'D' allá atrás. Hay muchas otras chicas en situaciones similares de violencia de género y consumo”; “ahora yo quiero armar un grupo de mujeres aunque sea acá, a las chicas que tienen problemas de consumo y violencia las conozco por el Centro Preventivo y las invito, con la idea de enseñarles a tejer, a hacer cosas con materiales reciclados”.


De este espacio, comenzaron a participar ocho mujeres aproximadamente y se fueron/van sumando otras en algunos encuentros. Sobre los motivos por los que empezaron a juntarse, mencionan: “Se le ocurrió a X y vinimos”; “yo vine por la T de nexo, le dije a ella la idea y arrancamos…porque pasa que por ahí una es tan humilde y hay mucha violencia de género, mi inquietud es podernos juntar, charlar, aprender a hacer cosas como tejer”; “a mí me gusta venir porque es lindo aprender, enseñarle después a los nietos, a los hijos. También una aquí se despabila”; “se nos complica ir a juntarnos lejos por el hecho de dejar la casa sola y los chicos que son chiquitos.” Plantean que les interesaría juntarse con nosotras como equipo de salud allí cada 15 días y trabajar temas como alimentación y salud de lxs niñxs, aspectos legales relacionados con divorcio, cuota alimentaria y violencia de género, derechos de mujeres, salud sexual.


Cabe mencionar aquí algunas particularidades ambientales de este espacio como el viento y el frío en época de otoño-invierno, se trata de la parte del asentamiento cerca del río y hay máquinas de áridos y camiones continuamente sacando piedras, que hacen mucho ruido. Es interesante pensar así, la posibilidad de vínculo cercano que genera el trabajo entre el equipo de salud y este territorio, debido a la lejanía en que se encuentra y el estado de vulneración de derechos en cuanto a condiciones de pobreza estructural.


A su vez, como parte de este proceso de trabajo con mujeres en dos sectores, como equipo nos vamos evaluando para ir redefiniendo las intervenciones en situación, atendiendo a los tiempos, demandas, emergentes de cada espacio. En este sentido, la participación y voces de las mujeres es fundamental en cuanto a fortalecer sus protagonismos en estas construcciones conjuntas e ir aprendiendo mutuamente, así quisiera recuperar algunas expresiones por parte de las mujeres al evaluar el espacio: “necesitamos aprender algunas cosas que nunca nos preguntamos, es necesario para nosotras”; “nos gusta porque aprendemos otras cosas, porque las tenemos cerca en la salita por cualquier cosa”. Lo cual me ayuda a pensar este trabajo como forma de construir accesibilidad en salud, entendiendo la posibilidad de estar pensando junto a ellas en problemáticas que las atraviesan y acompañar un proceso de movilización que las lleva a juntarse/organizarse.


Además, parte de este proceso ha sido delinear un proyecto de trabajo como equipo de salud, frente al cual nos hemos planteado los siguientes objetivos: como objetivo general, fortalecer espacios de encuentro y participación comunitaria entre mujeres favoreciendo vínculos con el equipo del CS, apostando a la construcción de redes en el área, entendiendo que las mujeres son actores influyentes en su comunidad. Como específicos, se incluyen promover procesos de salud integral de las mujeres; discutir y reflexionar sobre equidad de género y autonomía de la mujer, fortalecer la participación y rol de las mujeres en procesos de organización comunitaria.


Cabe expresar que este trabajo apunta a promover la construcción de lazos sociales cercanos y de ayuda mutua, a problematizar aspectos naturalizados, acompañar procesos reflexivos y afectivos, brindar apoyo y contención ante situaciones de violencia y vulneración de derechos, pensar estrategias en red; aspectos que están íntimamente relacionados con la promoción de salud en las comunidades de las que forman parte estas mujeres. Puede pensarse en la influencia multiplicadora de este proceso, entendiendo que estas mujeres en su gran mayoría son madres, hijas, hermanas; por lo que problematizar las violencias ejercidas en las parejas, familias y comunidades, busca generar efectos a su vez en los modos de sociabilidad y crianza en los hogares.


Al respecto, aportes de Roxana Longo me ayudan a seguir pensando:

Es posible que el proceso de participación produzca en las mujeres un fortalecimiento subjetivo que permita el desarrollo de capacidades y recursos para controlar o enfrentar las diversas situaciones de vida, actuando comprometidamente, crítica y concientemente, buscando lograr la transformación del entorno y de ellas mismas. (Montero, 2003, citada en Longo 2007). Dicho proceso requiere que se lo acompañe con un trabajo de reflexión, de elaboración grupal, que intente a la vez generar procesos de cambio.


Estos procesos requieren que las mujeres organizadas vayan reconstruyendo las feminidades aprendidas y asumidas a través del análisis y cuestionamiento de las representaciones sociales vigentes en la sociedad actual. (2007, p. 143-144)


Asimismo, cabe expresar que no se trata de cualquier tipo de trabajo comunitario, sino de trabajo situado, desde un primer nivel de atención en Salud Pública y desde una perspectiva de género y de derechos, generador de diálogo e intercambio entre saberes, de preguntas y reflexiones. Un trabajo no etnocentrista, sino pensado desde las particularidades de estxs sujetxs y territorios, que busca recuperar saberes populares y ponerlos en tensión con aspectos macro sociales y políticos, que provoca preguntas en lo asumido como común y dado; buscando construir otras posibles relaciones sociales, no generadoras de violencias y dolor. Es ahí donde insisto en la idea de que lo personal es político, ya que si lo vivido en el espacio íntimo familiar genera injusticia e inequidad debe ser puesto en cuestión, buscarse transformar en algo distinto, junto a otrxs que contengan, que abran posibilidades...Resulta urgente poner en cuestión la idea tradicional de familia y preguntarnos si por esa idea de familia se debe “soportar lo que sea”; o si es posible producir otras formas de familias. Todas estas son cuestiones que me van interpelando en este transitar y que de ninguna manera pienso cerradas ni acabadas.


En este sentido, debido a la complejidad inherente y los movimientos que se van generando y/o manifestando, me parece fundamental apostar a la discusión, intercambios, planificación y armado de propuestas junto al equipo de trabajo, de hacer tiempo para esto incluso cuando “no hay tiempo”, o institucionalizar de alguna manera el momento necesario para ello como parte del trabajo comunitario. Buscando a su vez incorporar de diversas formas a otras personas del CS, atendiendo a que hay diferentes modalidades de participar de un proyecto. Es necesario considerar que se trata de un trabajo profesional y también implicado, atravesado por afectos que se van construyendo desde el compartir, que genera transformaciones en nosotrxs como trabajdorxs de salud, y desafíos en cuanto a pensar y re-pensar las intervenciones, lo que se produce a partir de éstas, poder volver a lo planificado y construir modalidades de trabajo creativas y flexibles.


Atendiendo a que este proceso incluye dificultades, afectaciones y atravesamientos continuos, el objetivo del presente escrito es visibilizar la modalidad de trabajo participativo y comunitario con mujeres como forma de tramitación colectiva de las violencias, de construcción de lazos entre mujeres y posibilidad de transformación de relaciones sociales en las vidas cotidianas. En este sentido -en acuerdo y diálogo con reflexiones que plantea Longo (2007)-, se propone aquí el desafío de ejercer una opción ético-política-emancipatoria, practicar una ética de la autonomía reconociendo que la misma es indisociable del deseo y que también adquiere dimensión de compromiso y responsabilidad cotidianas abordar nuestros trabajos desde miradas participativas donde haya pluralidad de la palabra y se revaloricen prácticas que conlleven el crecimiento colectivo como elemento indispensable para la construcción de alternativas; repensar formas organizativas rescatando el recorrido histórico de luchas emancipadoras de mujeres; potenciar el rol político y propositivo de las mujeres. Tomando en cuenta que en estos territorios las mujeres vienen desplegando roles muy significativos como protagonistas de procesos de participación social y de transformación subjetiva-colectiva.


Finalmente -y buscando abrir a reflexiones potentes-, considero importante pensar desde la Salud Pública cómo nos implica(n) la precaridad de los cuerpos de mujeres, teniendo en cuenta cómo estos cuerpos se configuran en territorios de conquista por parte del sistema patriarcal y machista. En este contexto me pregunto qué roles jugamos desde salud pública en/con esos cuerpos, qué posibilidades construimos… Si es qué sólo podemos intervenir desde el control de esos cuerpos o podemos incidir en su protección, en promover y fortalecer cuerpos libres, vivos y dignos de ser vividos. Así, resulta importante problematizarnos como efectores de salud desde qué posicionamientos y cómo, construimos (y re-construimos) estrategias de abordajes posibles con mujeres y ante violencias de género.


Referencias Bibliográficas:


-Butler, J. (2010) Marcos de Guerras: Las vidas lloradas. 1º ed. Ed. Paidós de Espasa Libros. Madrid, España.


-Longo, R. (2007) Buscando las emancipaciones. En: Hacia una Pedagogía Feminista: Géneros y Educación Popular. Pañuelos en Rebeldía. Colección Cuadernos de Educación Popular. 1º ed. Ed. El Colectivo y América Libre. Buenos Aires, Argentina. (p. 37-40)


-Longo, R. (2007) El protagonismo de las mujeres en los movimientos sociales. En: Hacia una Pedagogía Feminista: Géneros y Educación Popular. Pañuelos en Rebeldía. Colección Cuadernos de Educación Popular. 1º ed. Ed. El Colectivo y América Libre. Buenos Aires, Argentina. (p. 129-147)


-Minici, F. (2010, s/f) La trama social del femicidio: El narcopatriarcado y “las pibas”. Revista Anfibia. UNSAM, San Martín, Buenos Aires, Argentina. Recuperado http://www.revistaanfibia.com/ensayo/el-narcopatriarcado-y-las-pibas/



NOTAS

[1] Nombre del título basado en los desarrollos de Butler J. y en su libro homónimo Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del «sexo». Butler, J. Buenos Aires: Paidós, 2010

[2] Explicitado anteriormente el el blog de la Residencia de Psicología Comunitaria, en http://repsicom.wixsite.com/blog-repsicom/single-post/2015/10/09/Lectura-de-la-Realidad-Comunitaria


 
 
 

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