LXS PIBXS ALLÁ EN LA ESQUINA
- Lic. Rocío Quinteros Molina
- 14 may 2018
- 9 Min. de lectura

El presente artículo pretende compartir ciertas reflexiones e interrogantes que me fui planteando en el transcurso de lo que fue un proceso de trabajo comunitario con jóvenes. En primer lugar, me dedicaré a desarrollar algunas de las características que tuvo esta experiencia, desde sus inicios hasta el momento actual, con la intención de ir puntualizando cómo se fue conformando el espacio. A continuación, me propongo analizar la concepción de proceso de trabajo comunitario, retomando postulados teóricos de la Psicología Comunitaria y poniéndolos en tensión con ciertas características de la experiencia que me ayudaron a pensarla como un proceso. Por último, con el objetivo de reflexionar sobre la construcción del rol, me parece importante poder reconocer algunos posibles efectos de la intervención.
Para comenzar, me parece importante destacar que haber realizado una Lectura de la Realidad de los barrios en los que desempeño mi tarea como psicóloga comunitaria me permitió conocer un poco más de cerca la cotidianidad de lxs actorxs que habitan allí. La acción concreta de salir del espacio del Centro de Salud y empezar a andar por las calles, con la intención de interactuar con lxs vecinxs y otrxs actorxs barriales que hacen a la configuración del territorio fue necesaria para construir con ellxs una mirada de la realidad comunitaria más acorde a su dinámica.
A lo largo de este recorrido fui conociendo distintas percepciones de lxs vecinxs y una de las cuestiones que llamó mi atención fue el notar -en diversos ámbitos- que ante la pregunta por aquello que afecta a la población, (¿qué problemáticas reconocen en el barrio?), era constante la alusión a “lxs jóvenes”. En este punto comencé a preguntarme por las juventudes, en relación al barrio puntualmente: ¿por qué será que existe esta recurrencia en la percepción de lxs vecinxs?; ¿por qué consideran a lxs jóvenes como la problemática del barrio?; ¿qué aspectos de la vida de lxs jóvenes y de su estar en el barrio son visibilizados como problemáticos?; ¿qué dimensiones de la construcción barrial entran en juego en la relación establecida que pueden favorecer este tipo de discursos?... y a nivel general, ¿cómo entendemos y construimos los problemas? ¿Cuáles son los aspectos de la vida (histórico-social) que lxs jóvenes ponen en visibilidad de manera problemática?...
Partiendo de considerar que la realidad está atravesada por múltiples variables y dimensiones, entiendo que se trata de una gran complejidad a analizar. En este sentido, y teniendo en cuenta que en el recorrido realizado no había tenido oportunidad de encontrarme con jóvenes del barrio, me parecía necesario poder escuchar y recuperar su voz y su mirada. Así fue que decidí preguntar en distintos ámbitos donde se reunían y supe que muchxs de ellxs asistían a un Comedor Comunitario.
Me propuse visitarlxs, principalmente para conocer sus opiniones, cómo miraban y sentían ellxs al barrio, su cotidianeidad y su realidad allí. A partir de ese momento pensé que sería oportuno comenzar a ir al comedor, una vez a la semana, para entablar un vínculo, entendiendo que esta posibilidad habilitaría la construcción de una relación entre nosotrxs que permita expresar sus deseos y necesidades. Así fue que comencé a encontrarme con un grupo de jóvenes varones, de entre 16 y 25 años aproximadamente, que por diferentes razones habían dejado el colegio y en ese momento se encontraban desempleadxs. Tiempo después me contaron que años anteriores habían asistido a un Taller para Jóvenes que se realizaba en una
Fundación [1] que queda en el barrio, que en la zona no había muchas opciones para jóvenes y que tenían ganas de hacer algo juntxs:
“yo iba al taller el año pasado”
“hacíamos huerta con las profes, eso nos gustaba”
“siempre nos juntamos con los changos, pero no hay nada para hacer acá”
“nosotros nos las arreglamos solos, vio? vamos a la canchita, a veces, pero también nos corren los vecinos de ahí, no les gusta que estemos”
“me gustaría que hagamos algo con usted, como el taller que hacíamos en la Fundación, los changos irían…” (comentarios realizados por jóvenes, registros de cuaderno de campo).
Paralelamente, en una Reunión de Red una integrante de la Comisión Directiva de la misma Fundación compartió que tres chicas estudiantes de Trabajo Social de la Universidad Católica de Salta (UCASAL) estaban haciendo una práctica en el barrio (en articulación con la Fundación) y que a raíz de un diagnóstico de situación realizado estaban pensando en armar un espacio de taller para jóvenes. Así fue que les propuse realizar un trabajo en conjunto, considerando que habíamos leído la misma “necesidad” de que exista un espacio (institucional, coordinado, de acompañamiento y escucha) para jóvenes en la zona, y partiendo de reconocer como una potencia el realizar un trabajo en equipo interdisciplinario. Además, pensé que sería pertinente evitar múltiples intervenciones descoordinadas, ya que podrían funcionar como un obstáculo para la participación de lxs jóvenes quienes expresaban su deseo de “hacer algo juntxs” pero también reconocían ciertas dificultades para sostener la participación.
El encuentro que se hizo esperar…
Una vez armada la propuesta, comenzamos a difundir el espacio en el barrio. Realizamos carteles invitando a lxs jóvenes a participar y, personalmente, pude invitar a quienes conocí en el comedor. Llegó el día del primer taller y lxs pibxs no fueron. Esta situación nos movilizó como equipo, empezamos a preguntarnos por el motivo de su ausencia, evaluamos la propuesta y pensamos en alternativas posibles.
Mientras tanto yo continuaba compartiendo los almuerzos en el comedor, lo cual me posibilitó preguntarles y volver a invitarlxs al espacio que estaba pensado para ellxs. En uno de esos encuentros pude conocer sus opiniones respecto a experiencias previas de haber transitado por un espacio similar de taller propuesto desde la Fundación. En ese momento conversamos y registramos distintas percepciones de lxs jóvenes que nos hicieron replantearnos, como equipo, la propuesta inicial; nos detuvimos a pensar cómo íbamos a llevar a cabo el proceso de encuentros; reconocimos sus incomodidades, lo cual nos permitió estar atentas a la importancia de delimitar objetivos claros y también de ser sinceras con ellxs respecto a nuestras intencionalidades, estando dispuestas a realizar aperturas y movimientos acorde a lo que les fuera sucediendo a ellxs y a nosotras en el proceso.

En relación a esto, me parece importante recuperar una pregunta que surgió en el equipo y que permanentemente retomábamos: ¿qué lugar tiene el otrx en el proceso de intervención?, en este caso nos preguntábamos por lxs jóvenes, ¿qué lugar tendrán en el espacio?; ¿qué tipo de relaciones queremos entablar con ellxs?, ¿para quién será el conocimiento producido?... estas cuestiones tienen que ver con la dimensión ética de la psicología comunitaria, desde la cual se plantea como objetivo principal establecer vínculos en términos de igualdad y respeto, partiendo por destacar el lugar primordial del reconocimiento del otrx en nuestro quehacer (Montero, 2004). En la misma línea, considerábamos necesario realizar prácticas que reconozcan el rol activo de lxs jóvenes, motivo por el cual entendimos que las expresiones de lxs pibxs eran las que nos debían guiar, ellxs eran lxs protagonistas de nuestra intervención, por ende reconocimos sus voces como aquello que nos serviría de mapa para orientar nuestras intervenciones e ir armando el espacio acorde a sus necesidades y demandas. Partiendo desde ese posicionamiento fue que comenzamos a construir el espacio juntxs, sosteniendo encuentros semanales en el patio de la Fundación.
Devenir con otrxs
A continuación, pretendo desarrollar algunas de las reflexiones que me hicieron pensar en la experiencia de trabajo con jóvenes como parte de un proceso de trabajo comunitario, para lo cual considero necesario recuperar aportes teóricos que me orientaron en el proceso de reflexión.
Para comenzar, indaguemos acerca de la palabra “Proceso”... según la Real Academia Española (s/f), proceso hace referencia a “acción de ir hacia adelante”; “transcurso del tiempo”... estas primeras aproximaciones ya nos dan la pista de que los procesos tienen que ver con movimientos, que transcurren en el tiempo.
Adentrándonos en el campo de la Psicología Comunitaria, Plaza (2007) plantea a los procesos comunitarios como el objeto de estudio de la disciplina. Para inciar su conceptualización, la autora refiere al sentido etimológico del término, aclarando que remite al menos a dos sentidos posibles “procedencia” y “procedimiento”, por lo cual se puede pensar que en la idea de proceso confluye la idea de movimiento y de maneras de actuar, de proceder.

La primera de esas ideas (la idea de movimiento) nos lleva a recuperar las trayectorias, lo anterior, lo que precede, incluyendo además, lo que aún no es, lo que deviene. En relación a esto, me parece necesario registrar el carácter procesual de mi vínculo con lxs pibxs: comencé conociéndolxs en un lugar del barrio que ellxs transitaban cotidianamente y atravesamos por diferentes momentos de la relación. Posteriormente, cuando empezamos a pensar en la posibilidad de generar un espacio con ellxs, fue fundamental recuperar sus trayectorias pasadas... preguntar cómo habían sido sus experiencias anteriores de participación nos posibilitó atravesar algunos obstáculos para -a partir de allí- construir el espacio actual. Además, registrar el carácter procesual de la tarea nos permitió proponer un espacio de taller pero flexible, con planificaciones pensadas como propuestas para cada encuentro, que pudieran ponerse en pausa, detenerse o modificarse a partir de leer cómo estaban lxs jóvenes cada día, sin que por ello pensemos que “algo había fracasado” o que no estábamos cumpliendo con nuestra tarea, sino partiendo por reconocer a lxs jóvenes como protagonistas de los encuentros y permitiéndonos alojar sus malestares cuando ellos surgían. También, fue muy importante poder registrar nuestro “estar ahí” como equipo, en el vínculo que se iba construyendo con lxs jóvenes, reconocer nuestros malestares e incomodidades fue necesario para poder pensar colectivamente en qué los generaba y cómo los atravesaríamos.
Lo anterior se enlaza con la segunda idea a la que nos remiten los procesos: la idea de proceder. En el encuentro con lxs jóvenes se jugaba (y aún se juega) [2] algo de lo inesperado, que nos invitaba a ser flexibles, algo de lo incierto, que nos llevaba a ejercitar la capacidad de improvisar, pensar alternativas. Entonces la manera de proceder partía de un reconocimiento del otrx, exigiendo la posibilidad de adoptar posicionamientos flexibles, creativos, amistosos, en pos de fortalecer el vínculo construido y registrando los acontecimientos que pudieran surgir.
Efectos del trabajo con jóvenes: intervenciones que intentan deconstruir y/o ampliar miradas
En el camino de reflexionar sobre la construcción del rol, me parece importante pensar la intervención desde sus efectos, ¿que generan las intervenciones? ¿qué movimientos habilitan (o no)?.
El trabajo con jóvenes me permitió conocer sus miradas, sus vivencias, sensaciones, opiniones… esta tarea fue fundamental para compartir con el equipo del Centro de Salud y con mis compañerxs de la Red Comunitaria algunas de estas percepciones, lo que venimos haciendo juntxs, contarles como se venía desarrollando el proceso de encuentros. En estas conversaciones empecé a instalar el tema de las juventudes, en su carácter múltiple. Poder hablarlo habilitó -a su vez- que se generen debates en estos ámbitos laborales de mi transitar cotidiano, empezamos a pensar en la realidad de lxs pibxs del barrio, la falta de opciones para jóvenes en la zona, las potencias que yo veía en ellxs.
Introducir preguntas, favorecer el debate, relativizar e invitar a pensar cuando de afirmaciones se trataba, insistir sobre la importancia que reviste poder reflexionar acerca nuestras responsabilidades institucionales como parte del vínculo que se entabla con un otrx (en este caso, los jóvenes), generó movimientos, algunos tambaleantes, otros más firmes, otros que todavía están ahí, pensándose… pero fue a partir de allí que en varias reuniones de Red nos dedicamos a armar un mapeo de recursos para jóvenes en la zona; se lxs invito a ser parte de eventos en el barrio; leímos protocolos de intervención en casos de consumo e intentos de suicidio; debatimos con la policía comunitaria acerca de su rol y los conflictos que atraviesa con lxs jóvenes, pensando juntas alternativas para el hacer… Entiendo que esta fue una manera de cuestionar también aquí lo estable, favorecido por miradas hegemónicas, a las cuales se les suma actualmente el poder de los medios de comunicación que ayudan a sostenerlas.
En relación a esto, me parece necesario reconocer que establecer un espacio de construcción colectiva con jóvenes me permitió visibilizar sus potencialidades, lo cual me lleva constantemente a preguntarme: ¿qué pasaría si confiásemos en que lxs pibxs van a poder, en lugar de dar por sentado que van a fracasar? ¿de qué manera/s acompañamos actualmente a lxs jóvenes desde las instituciones? ¿qué pasaría si habilitamos miradas desde la potencia, que reconozcan sus capacidades, sus recursos, para valorarlos y fortalecerlos?
Notas:
[1] La Fundación por Nuestros Niños surge en el año 1997 en Salta, con el objetivo de trabajar desde una ONG por la asistencia médica y social, y el bienestar de niños, jóvenes y madres de Salta. Tiene como misión promover la salud, los derechos y el desarrollo social de los niños pertenecientes a familias de escasos recursos, de la provincia de Salta, privilegiando el valor de la vida. La Fundación ofrece diferentes oportunidades a los miembros de la comunidad, contando con un Área Médica (desde la cual se pretende facilitar y mejorar la atención primaria de la salud desde los aspectos físicos y psíquicos, con estándares de calidad, y trabajando con una metodología interdisciplinaria e integral) y un Área Social (desde la cual se brindan diferentes espacios de contención para las familias, talleres de coro, taller de jóvenes, escuelita de fútbol y apoyo escolar). Información recuperada de: http://www.fpnn.org.ar/index.php
[2] Aclaro que “aún se juega” debido a que si bien el espacio de taller para jóvenes de la Fundación tuvo su momento de cierre a fines del año 2017, los encuentros con lxs jóvenes continúan, van variando, tienen sus matices y fluctuaciones, pero sigue en pie la intención de continuar con el espacio de taller el presente año.
Bibliografía:
Montero, M. ( 2004). Introducción a la Psicología Comunitaria. Desarrollo, conceptos y procesos. Buenos Aires: Paidós.
Plaza, S. (2007) Campo de la Psicología Comunitaria. Ficha de Cátedra: “Estrategias de Intervención Comunitaria”. Facultad de Psicología, UNC.
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