Una iniciativa comunitaria de prevención inespecífica de consumo. Aportes desde un Primer Nivel de A
- Lic. Agustina Niclis agustinaniclis@gmail.com
- 25 jun 2018
- 11 Min. de lectura

La zona donde trabajo es conocida en Salta por ser “brava”, “complicada”, por la venta y consumo de droga. En mis recorridos y conversaciones con vecinxs y referentes el principal tema enunciado como problemática es el consumo de sustancias “acá el problema que tenemos es la drogadicción, los chicos con adicciones, yo vivo en A, es zona libre para vender drogas. Los chicos andan zombis por la calle, da pena verlos” (vecina). Sin embargo, a partir de mi aproximación al Centro de Salud, lecturas institucionales y comunitarias, noté que esa problemática no se reflejaba en la institución, había muy pocas consultas de personas en situación de consumo o familiares, tampoco se realizaban actividades de prevención en relación al tema. Cuando preguntaba a lxs compañerxs del equipo me decían que eso era “al fondo” (de la villa), o que “antes era más bravo”, que “de este lado es más tranquilo”. Con el tiempo y a través del proceso de lectura de la realidad fui conociendo y registrando que la zona se encuentra dividida por una avenida que delimita simbólicamente el sector “tranquilo” de aquel “peligroso”.
Un espacio pensando en Prevención
Conocí, a través de mi participación en la Red de la zona, a una referente de la villa que sostiene un espacio pensando específicamente la prevención del consumo problemático de sustancias: el Centro Preventivo “La Horita Feliz”. Este lugar funciona desde el año 2010 por iniciativa de esta vecina que tenía la inquietud de “hacer algo por los chicos”. Acerca de los inicios de esta idea, comenta: “yo ya veía cómo la droga era un problema cada vez más grande y que las mamás no sabían qué hacer”. Luego de diferentes gestiones, logró que le cedan una casa que se encontraba en estado de abandono en el barrio para realizar actividades con niñxs. Esta casa, a diferencia de la mayoría de las instituciones y organizaciones de la zona, se encuentra del lado considerado como “peligroso”.
En el recorrido que realizó esta referente para poner en funcionamiento el espacio, llegó a contactarse con la Secretaría de Adicciones de la Municipalidad. Se realizó una “inauguración” del lugar como Centro Preventivo Barrial, sin embargo luego no hubo continuidad en el acompañamiento desde este organismo: “vinieron un par de veces de la Municipalidad y después no volvieron, no sé qué pasó” (referente barrial). En relación a esto, Natalia Giaileola (2014) hizo una reconstrucción a partir de su trabajo en la zona norte de la ciudad y de datos tomados del portal de prensa de la Municipalidad (www.prensa-salta.gov.ar). Los Centros Preventivos Barriales, son una política pública impulsada desde la Dirección de Inclusión y Militancia Social, planteada desde la gestión del entonces Intendente de la ciudad, Miguel Isa (2011 - 2015). Se proponían como un espacio de contención para vecinos con problemas de violencia y consumo de drogas. En diferentes zonas de la ciudad, luego de algunos contactos, no continuó el acompañamiento de estos “centros preventivos” que quedaron a cargo de personas de la comunidad y sin ningún aporte económico por parte del Estado. Retomo entonces la pregunta que realizaba Giaileola en el año 2014, “¿Qué sucede con el papel del Estado luego de la implementación de estos dispositivos?”. Me pregunto además ¿qué lugar tiene esta problemática en la planificación de política pública? Es notable, a partir de esta experiencia y otras similares que desde ese nivel del Estado (municipalidad), no fue posible sostener un trabajo territorial en el área. Al mismo tiempo pienso ¿Qué lugar ocupa el Primer Nivel de Atención de la salud como área ubicada en los territorios? ¿Qué nos compete como trabajadorxs del Primer Nivel de la Salud respecto a este tema?
En otra instancia del recorrido que realizó la referente para el sostenimiento del espacio, se acercó a una parroquia evangélica, con la que mantiene una relación cercana y con la cual articula para la realización de actividades. A partir de esta vinculación con la parroquia, el Centro Preventivo tomó el nombre de “Horita Feliz”, los espacios denominados de esta manera están vinculados a la iglesia Cristiana Evangélica, funcionan todos los sábados, los niños tienen formación religiosa y son sostenidos por referentes comunitarixs (http://www.casadediosice.com.ar).
Esta presencia de la iglesia en los barrios trabajando en relación a problemáticas sociales, da cuenta de un fuerte corrimiento del Estado en su lugar de garante de derechos. En estos casos, según Flores (2007), la responsabilidad del Estado es puesta en manos de particulares bajo el espectro de la “responsabilidad social privada”, que va de la mano con la mirada caritativa y voluntarista de la ayuda social, funcional al sistema. Asimismo, no puede dejarse de lado la capacidad movilizadora de estos espacios que se ubican en el territorio y que surgen a partir de necesidades sentidas en lo cercano.
La lectura de las necesidades, la voluntad y la capacidad de movilizar recursos para activar dispositivos territoriales implican una potencia que nos resulta indispensable observar: se trata de acciones que ponen de manifiesto necesidades sentidas en la comunidad, como agentes del Estado y de un Primer Nivel de Atención, nos conviene estar atentxs. Al mismo tiempo, estas acciones despliegan un conjunto de recursos que resultan también posibilidades de articulación, de acción. Allí es donde radica uno de los rasgos más importantes de nuestro rol desde la psicología comunitaria: mantener la mirada atenta a las necesidades y a los movimientos en la comunidad, y el cuerpo y la mente presta a para lo que podamos acompañar, potenciar o generar allí, de manera situada.
Empezando un recorrido conjunto
Me interesé por la horita feliz por ser el único espacio [1] que estaba funcionando en relación a la prevención del consumo de sustancias en la zona. La referente decidió enfocarse en trabajar con niñxs en prevención porque le resulta dificultoso encontrarse con lxs jóvenes. Acerca de esta problemática hace referencia a los obstáculos que existen para que personas en situación de consumo accedan a un tratamiento y lo sostengan, teniendo en cuenta que los dispositivos de abordaje se encuentran principalmente en el centro de la ciudad y en muchos casos no hay referentes que lxs acompañen.
Comenzamos a pensar juntas posibilidades para el espacio, ella desde su lugar de referente barrial, yo desde mi interés particular por la temática y mi quehacer como psicóloga comunitaria del Centro de Salud de la zona. Intentamos contactarnos con algunas entidades estatales y logramos coordinar encuentros con referentes del área de Prevención de la Secretaría de Adicciones en los que socializamos el modo de funcionamiento de la Horita Feliz y pensamos posibilidades de trabajo conjunto. A partir de este intercambio, desde la Secretaría de Adicciones nos propusieron que estudiantes de psicología de la Universidad Católica acompañen este proceso en el marco de la realización de sus Prácticas Pre Profesionales en el área comunitaria. Se plantearon los objetivos de trabajar con niñxs, adolescentes y adultxs referentes. Planificamos, acorde al modo de funcionamiento del espacio, un abordaje comunitario de prevención inespecífica del consumo, impulsando una estrategia en la que estaban implicados referentes barriales y diferentes instituciones. Desde la Dirección de abordaje territorial de la Secretaría de Políticas Integrales Sobre Drogas de la Nación Argentina (SEDRONAR, 2015) se plantea que “un modelo de abordaje comunitario es por definición colectivo y participativo. Esto requiere construir espacios de vinculación, encuentro y empoderamiento que construyan y motoricen respuestas posibles” (p.16). Una problemática tan compleja como el consumo de sustancias requiere necesariamente un trabajo en equipo y la articulación de sectores.
Además, se presentaba el desafío, a través de esta iniciativa, de trabajar desde la prevención del consumo de sustancias intergeneracionalmente, es decir no sólo con niñxs -con quienes se venían desarrollando actividades desde la Horita Feliz- sino también con adolescentes y adultxs, asumiendo que la problemática del consumo es transversal y no propia de una generación. En este sentido, la perspectiva comunitaria implica entender que la problemática, nos involucra a todxs, pensando las acciones no solo en dirección a los usuarios de sustancias, reproduciendo la lógica estigmatizante[2] y des-responsabilizando al resto de los actores sociales (SEDRONAR, 2015), sino que desde mi perspectiva, supone sacar el velo, poner el tema “sobre la mesa”, o sobre los territorios. Implica poder pensar de otras maneras, que vayan más allá de la mirada estigmatizante hacia el consumidor, la mirada culpabilizadora hacia los vecinos “que venden” y la sensación de impotencia que suele generar el problema.
Una aproximación a lxs adultxs

Junto a las estudiantes iniciamos la tarea de vincularnos con lxs adultxs referentes de lxs niñxs que asisten a la Horita Feliz. La referente planteaba, “hay que invitarlas a un agasajo, como el día de las madres para que vengan”. Resultaba atractiva la idea de hacer una invitación concreta y con tintes festivos como primera aproximación, sin embargo, ese evento dejaba por fuera a lxs referentes varones, así como también invisibilizaba otro tipo de referentes que suelen tener lxs niñxs como tíxs, abuelxs, además la idea de convocar a mujeres por su rol de “madres” me generaba contradicciones. Sin embargo, se planteó que el festejo del día de la madre es una tradición en la zona, que varios grupos hacen sus festejos y que “les encantan las fiestas”, escuchamos así a la referente y tomamos su opinión entendiendo que se basaba en su experiencia de varios años de vivir y trabajar allí. Estas contradicciones me generaron la necesidad de reflexionar con otrxs, las compartí con las estudiantes con quienes conformaba equipo en ese momento y en el espacio de co-visión. Esto me ayudó a poder pensarlas desde una perspectiva más amplia: las nociones patriarcales (por ejemplo, equiparar a la mujer=madre) nos atraviesan culturalmente, por lo cual, difícilmente podamos estar exentxs de ellas. Trabajar con otrxs, nos exige esfuerzos, ceder para poder construir y desplegarnos en eso que queremos, en eso que pensamos, en lo que consideramos que podemos construir con otrxs.
Organizamos un brindis por el día de las madres, allí surgieron algunos temas que les preocupaban a estas mujeres. Entre ellos, cobró notable preponderancia las situaciones de violencia y represión en manos de la policía que se viven con frecuencia en esa zona de la villa. Algunos relatos fueron, “la policía que viene y tira balas”, “a las mujeres las trata muy mal, le dicen obscenidades”. Según los relatos la policía no tiene un objetivo concreto con esas intervenciones, sino que cumple una función de amedrentamiento generalizado “a cualquier hora entran, a la tarde, a cualquier hora, parece que fuera la diversión de la policía”. En algunos casos las acciones están dirigidas hacia personas que consumen y que deambulan por la zona “a los drogadictos [3] les pegan feo, a veces los llevan al cerro y les pegan allá y después, volvé como puedas”. Consultamos si alguna vez habían podido realizar alguna acción en relación a esto, “yo quise denunciar, no te toman la denuncia”.
Entonces, ¿en manos de quién está la problemática del consumo? En Argentina y otros países está asociada a la delincuencia o a la enfermedad, la oscilación transcurre entre la medicalización y la criminalización[4] (Vazquez, 2014). Al poner a las drogas como causa principal de los delitos y al poder judicial y a la policía como la respuesta, se generan prácticas represivas, estas prácticas se trasladan luego a los abordajes terapéuticos (SEDRONAR, 2014). Este énfasis puesto en el consumo de drogas vinculado a las sustancias ilegales (y su prohibición), ha relegado a un segundo plano las cuestiones relativas a la salud. Existe una escasez de dispositivos territoriales de prevención, los tratamientos tal como se brindan son difíciles de sostener por lxs usuarixs, y la presencia más frecuente del Estado respecto a este tema es la represión en manos de la policía, acciones orientadas a la criminalización del consumo. De este modo el Estado no sólo se corre de su responsabilidad de garante de derechos sino que es el artífice directo de su vulneración. Resulta sumamente necesario poner en acción otro tipo de prácticas en relación al consumo de sustancias; según el SEDRONAR (2015) se trata de la transición de una lógica hegemónica de abordaje de la problemática vinculada al aislamiento, la medicalización y/o la criminalización, a otra que reconozca a las personas como sujetos de derechos y ponga el foco en el reanudamiento de los lazos sociales y la inclusión.
de cierres y continuidades

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Este proceso de trabajo comunitario en el que intervenimos diferentes actores recién comienza, los desafíos son grandes, la experiencia que relato en este escrito y lxs actores con quienes lo transité fueron sumamente importantes. Resalta de este proceso, desde mi perspectiva, la vinculación entre el espacio comunitario, el primer nivel de atención (Centro de Salud) y la Secretaría de Adicciones, y rescato aquí la potencia de poder acompañar, desde diferentes niveles del Estado, buscando potenciar esta iniciativa comunitaria en relación a un problema tan complejo como el consumo problemático de sustancias, queda aún mucho para seguir pensando y haciendo en esta línea.
referencias bibliográficas
Dirección de Abordaje Territorial. SEDRONAR (2015). SEDRONAR ESTÁ. Taller de formación para el abordaje comunitario de los consumos problemáticos. Buenos Aires, Argentina.
Flores, J. M. (2007). Estado neoliberal, políticas focalizadas y ONGs. En Parisí, E. (comp.). Psicología política y otros temas de psicología. Ediciones Cooperativas: Buenos Aires, Argentina.
Giaileola, N. (2014). Diagnóstico Comunitario. Un acercamiento al Área de Responsabilidad del Centro de Salud N° 55 “San Roque” - Barrio 17 de Octubre-. Residencia de Psicología Comunitaria de Salta.
Vazquez, A. (2014). Políticas públicas en materia de drogas en Argentina: políticas de estigmatización y sufrimiento. En Revista Saúde Debate. v. 38, n. 103, p. 830-839. Río de Janeiro, Brasil.
Notas:
[1] El sostenimiento semanal está a cargo de la referente barrial, acompañada por dos estudiantes de comunicación social que colaboran con las actividades de cocina y la realización de actividades con lxs niñxs. Funciona los días sábados, asisten entre 10 y 20 niñxs, allí brindan un desayuno (té y pan), luego se realizan actividades como pintar dibujos religiosos o crucigramas con la misma temática y luego se da un almuerzo al que asisten no sólo los niñxs que participan de las actividades sino también jóvenes en situación de consumo (de la villa y de otras zonas de la ciudad) y adultos. En cuanto a los insumos necesarios para la preparación de la comida, se consiguen a través de donaciones de comercios de la zona y de aportes de la referente y lxs colaboradores.
[2] “La palabra estigma es de origen griego y se refiere a la marca física que se dejaba con fuego o con navaja en los individuos considerados extraños o inferiores. En la actualidad las marcas físicas han desaparecido, pero el estigma permanece, basado en uno o más factores, como edad, clase, color, grupo étnico, creencias religiosas, sexo y sexualidad. Con frecuencia algunas de estas características inducen para que parte de una sociedad no acepte a dichas personas entre sus miembros”. Entre la diversidad de circunstancias que han originado, producido y reproducido calificaciones estigmatizantes por parte de las sociedades, se encuentra la mirada hacia los sujetos que consumen sustancias ilegales,sobre los que se construyó históricamente una concepción criminalizadora, de peligrosidad y de desviación de la normalidad (SEDRONAR, 2015).
[3] Si bien no coincido con esta denominación, la sostengo para respetar la literalidad del relato. Elijo en estos casos el término “persona en situación de consumo”.
[4] En Argentina, La Ley 23.737 del Código Penal Argentino (CPA), sanciona con prisión de un mes a dos años y multa, la tenencia de drogas para uso personal (Art. 14). Contempla la realización de un tratamiento - Medida de Seguridad Curativa - para quienes dependan física o psíquicamente de sustancias, dejando en suspenso la pena, hasta la evaluación de los resultados del mismo (Art.17 y 18). El artículo 17 plantea que la persona puede quedar eximida de la pena en aquellos casos en los que pueda acreditarse el resultado satisfactorio del tratamiento realizado. Sin embargo, considera que: Si transcurridos dos años de tratamiento, no se ha obtenido un grado aceptable de recuperación por su falta de colaboración, deberá aplicársele la pena y continuar con la medida de seguridad por el tiempo necesario o solamente esta última (ARGENTINA , 1989, Art. 17 c.p. Vazquez 2014).
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