top of page

CONSTRUCCIONES SOBRE EL ROL COMO PSICÓLOGA COMUNITARIA DESDE ESTAR SIENDO-SINTIENDO Y PENSANDO EN UN

  • Lic. Florencia Arri - florarri87@gmail.com
  • 11 feb 2019
  • 15 Min. de lectura

“(...) cada encuentro con los otros, cada intervención, cada contacto que establecemos en tanto psicólogos sociales, implica reconfigurar una praxis nunca idéntica, aunque existan ciertos principios básicos permanentes (...)” (Rodigou, 2002, p. 60)


Rodigou y Plaza (2003), expresan que hablar de rol remite a pensar el campo psico-comunitario como campo de conocimientos y de intervención en la realidad, que debe ser pensado desde el contexto que lo conforma y del cual forma parte. De este modo, referirnos al rol, implica reflexionar en forma permanente sobre nuestro quehacer, desde el interrogante ¿qué hacer -o qué hacemos-?, dirigido a nuestra práctica; lo cual hace a la intencionalidad y fundamento de nuestro trabajo y, por lo tanto, a nuestra ética. Así, quehacer y campo “(...) son construidos mutuamente en el interjuego con las demandas socio históricas.” (Plaza & Rodigou, 2003, p.14)

El ámbito cotidiano de mi praxis es desde un CS y la pertenencia a la Residencia de Psicología Comunitaria, ambas dependientes del Ministerio de Salud Pública de Salta. En este marco, los pilares que guían nuestra formación teórico-práctica son la Psicología Social Comunitaria Latinoamericana y la estrategia de Atención Primaria de la Salud. (Ulivarri P., 2013) De este modo, creo preciso desandar la siguiente pregunta: ¿Qué aspectos de nuestro quehacer marcan nuestro(s) rol(es) como psicólogxs comunitarixs desde un Primer Nivel de Atención?

Generalmente, hablamos del rol como situado y construido con otrxs, pero ¿cómo se construye con esxs otrxs, en qué medida definen esxs otrxs nuestro rol? En este sentido, considero que lxs otrxs con quienes trabajamos -actores de las comunidades, miembrxs del equipo de salud, participantes de la red, es decir, diversxs otrxs- van definiendo rumbos de nuestro quehacer. Asimismo, ese quehacer tiene cierta intencionalidad que no es cualquiera, tenemos una formación teórico-práctica y trayectorias realizadas, a la vez que intereses y deseos que se ponen en juego; todo esto nos va marcando dónde mirar, cómo mirar, cómo intervenir, para qué. Y en ese camino hay ciertas cosas que “facilitamos” y otras que no, ya que hay aspectos que elegimos mirar, caminos que decidimos andar y otros que no. Así, habrá situaciones/conceptualizaciones sobre las que podremos echar más luces y aquellas en las que andaremos con más opacidades. Creo que algo relativo a nuestro rol situado es ir poniendo en preguntas certezas y prejuicios que se nos tornan rígidos; reconocer(nos) limitaciones e incompletudes para abrir a otras posibilidades, búsquedas y aprendizajes junto a otrxs. Lo cual nos permite mirar(nos) y pensar(nos) en nuestras prácticas, crear variedades en lo que hacemos. Entonces: -¿qué hago, desde dónde lo hago?, ¿con quiénes y para qué?, ¿por qué lo estoy pensando así?, ¿qué facilita y qué no?

Esta construcción singular del quehacer es desde el sistema de Salud Pública de Salta, la cual tiene aspectos propios de este tipo de instituciones y el lugar que ocupan para lxs actores de las comunidades y, a la vez de mi campo de formación, así como del campo de la salud en interrelación con el campo social. En este sentido, hay relaciones construidas y reconstruidas a lo largo del tiempo entre CS y comunidad/es que forman parte del área y/o con la población que accede al mismo, y a su vez lxs sujetxs se relacionan conmigo como psicóloga comunitaria que trabaja en ese CS. Además, se trata de un CS en el que ha habido otras residentes de Psicología Comunitaria y que cuenta con trabajadorxs que han formado parte y/o continúan actualmente en el Programa Equipos Comunitarios, por lo que hay un recorrido histórico en relación a este trabajo también. Esto implica un reconocimiento a mi rol en la relación con lxs sujetxs y comunidades con quienes trabajo, así como a mi profesión y a la institución de la que formo parte, con sus posibilidades y limitaciones. Así, ¿cómo se construye mi rol como psicóloga comunitaria desde Salud Pública? ¿Qué me aporta el CS para re-pensar y construir mi rol? Y ¿qué me aporta la relación con la/s comunidad/es en mi quehacer, desde mi pertenencia a Salud?


Rasgando el “firmamento” de la salud…


Me interesa reflexionar sobre tensiones que voy observando en este andar, entre “rol técnico” como profesional en salud y compromiso ético-político que forma parte del quehacer como psicóloga comunitaria. Desde el inicio en el CS, me fue interpelando cómo en charlas, talleres, obras de teatro, sea en escuelas, consultas, sala de espera, espacios comunitarios; se visualiza la intervención activa de lxs profesionales de salud explicando los cuidados de la misma y riesgos a evitar, a partir de discursos/opiniones que solemos tener naturalizados desde nuestras disciplinas e instituciones. Así, en nuestros discursos y prácticas, tanto preventivas como asistenciales, suele colarse la intervención desde el “deber hacer” dirigido unidireccionalmente hacia otrx, lo cual está relacionado con los campos de saber científicos así como también con una cierta posición social-económica y cultural, posibilidades de estudio y de modos de vida, concepciones sobre el cuerpo, la salud, etc. De este modo, suele ser dificultoso promover la participación y opinión de otrxs en las actividades, reconocer las prácticas de cuidado que ya vienen realizando sujetxs y comunidades.

En estas dinámicas, quienes utilizan los servicios, también solicitan de nosotrxs como profesionales de salud ciertas respuestas que “debemos tener” para la promoción, prevención y asistencia, es decir que la gente a su vez nos supone un determinado saber sobre algo y por lo tanto construimos de cierta manera esas relaciones. Lo cual no quiere decir que sea en todos los casos así y que no podamos construir otras, pero para ello necesitamos reconocer y analizar estos atravesamientos y presupuestos, lugares donde nos ubicamos y nos ubican, en los que se juegan relaciones de saber-poder. Plaza & Rodigou (2003) parafrasean a Fraser (1991) quien expresa que los “discursos de expertxs” construyen, junto a otros discursos, subjetividades; ya que resultan prácticas de construcción de sentidos de lo cotidiano, enuncian necesidades y posibilidades de satisfacción, invisibilizando también otros sentidos. Entendiendo que nuestras lecturas e intervenciones como profesionales de salud no son ajenas a las relaciones de poder que se juegan socialmente, ante lo cual Rodigou plantea “(...) ¿cuáles son nuestras reflexiones sobre estos impactos?” (2002, p.62)

En este sentido, no me veo exenta de reflexionar al respecto, ya que en reiteradas ocasiones siento cómo juega esa relación de poder debido al lugar que tengo como profesional y trabajadora del CS, además, ese conocimiento se trata de una herramienta con la que contamos y que es necesario poner a jugar en la efectivización de derechos. Es decir, considero que es importante hablar de salud sexual integral, uso de métodos anticonceptivos, prevención de trasmisión de ITS, cuidados y (re)conocimiento del cuerpo, roles y estereotipos de género, cuidados de salud en niñxs; compartir esa información y saberes con otrxs. En múltiples actividades comunitarias con mujeres, con jóvenes, en los barrios, en las escuelas, me veo en esa práctica de explicar activamente desde un rol técnico acerca del cuidado de la salud. Creo que el posicionamiento ético-político desde la Psicología Comunitaria, aporta poder mirar(nos) en esas prácticas y crear otras posibilidades habilitando lugares de protagonismo y acción a lxs sujetxs y comunidades.

Así, utilizar juegos y modalidades participativas, instaurar preguntas, sostener silencios e incomodidades, habilitar que puedan hablar desde experiencias propias y cotidianas y pensar nuestras intervenciones desde esos interrogantes y problemáticas enunciadas en encuentros singulares, implica corrimientos del lugar de saber-poder hegemónico como profesionales para mirar a esxs otrxs desde sus singularidades y construir posibilidades situadas en torno al cuidado de la salud. Se trata de poner en preguntas nuestros saberes y que puedan ponerse a jugar con lo que con otrxs se genera, propiciar que no sean sólo nuestras voces las escuchadas y legitimadas sino que se pueda co-construir con otras voces. Es parte de disponerse a aprender en el encuentro con otrxs, de reconocer los saberes y prácticas de cuidado que vienen desarrollando sujetxs y comunidades, de pensar problemática y contextualizadamente los procesos de salud-enfermedad-cuidado, atendiendo a los diversos factores que se relacionan con dichos procesos.

Me parece significativo reflexionar sobre cómo estas tensiones posibilitan pensar la praxis como psicólogx comunitarix en Salud Pública, a su vez pensando que la Psicología Comunitaria en Salta viene teniendo recorridos y desarrollos principalmente desde el ámbito de Salud Pública y en relación a la estrategia de APS. Por lo cual considero interesantes los aportes mutuos desde estos ámbitos para pensar nuestro rol situado en un CS, y en una provincia con ciertas particularidades socio-históricas, culturales, económicas. En este sentido me refiero a “rasgando el firmamento de la salud”, ya que el firmamento -siguiendo ideas de Deleuze y Guattari (1993)- hace referencia a aquellas opiniones establecidas y legitimadas de las que nos agarramos como especie de “paraguas” para protegernos del caos. Este caos puede ser entendido como complejidad de la realidad misma, la cual necesitamos ordenar para comprender. Así, en mi quehacer en un CS creo que busco ir generando otros órdenes o desordenar los establecidos animándome a rasgar un poco el paraguas que nos protege del caos, buscando otras formas de hacer(es) en Salud Pública desde un rol técnico, ético y político.


Configurando el rol entre entramados desde Psicología, Salud Pública - APS y Psicología Comunitaria

A partir de lo que voy transitando, puedo expresar que el rol se construye por diversos atravesamientos, que entran en interjuegos dinámicos. Por un lado como “psicóloga”, desde el campo disciplinar se suele relacionar nuestro quehacer a trabajar con lo que les pasa/sienten las personas, con la subjetividad, con la escucha como herramienta fundamental, a su vez se le asocia con abordar problemáticas como violencia de género, consumo de drogas, suicidios e intentos de suicidio. Por otra parte -y en relación- desde la Psicología Comunitaria, se plantea la importancia de trabajar con problemáticas sentidas y enunciadas por lxs sujetxs en sus comunidades, y actualmente este tipo de problemáticas (violencia de género, abuso sexual, consumo de drogas) son las que reiteradamente enuncian por ejemplo las mujeres con quienes trabajo.

Entiendo que la formación disciplinar como psicóloga, aporta conocimientos y herramientas para abordar estas temáticas, comprender formas complejas de producción de subjetividad y cómo impactan en la misma los signos de época, la importancia y complejidad de los vínculos; también se plantea una preocupación -y ocupación- en cuanto a los padecimientos subjetivos. De este modo, la psicología nos da una forma particular de mirar, escuchar, alojar al otrx y su sufrimiento. A su vez, hay corrientes de la Psicología que fueron desarrollando formas de la clínica de tipo sistémicas y vinculares, de la Psicología de Grupos, Salud Mental Comunitaria, entre otras; es decir que se han desarrollado formas dinámicas de entender el aparato psíquico y su relación con el medio, la familia y lxs otrxs, los procesos de socialización. Hay trayectorias también de una línea de autores que plantean la necesidad de psicólogxs comprometidxs con las necesidades de los pueblos latinoamericanos. Todo esto sirve como bagaje disciplinar para pensar otras formas de hacer(es) en Psicología y Salud Mental, incluso desde el trabajo clínico; que siento como potentes en el interjuego de mi rol en un CS, lo cual me implica también en la atención clínica.

A su vez, desde la formación como psicóloga comunitaria, se tiende a entender estas problemáticas sociales desde sus complejidades y contextos; también la importancia de trabajarlas como parte de lo que surge en procesos comunitarios, recuperando las voces, opiniones y posiciones activas de lxs actores sociales. Así como visualizar recursos y posibilidades comunitarias y subjetivas para (re)pensar y construir modos de afrontamiento y de cuidados en sus territorios. Ello implica construir formas de abordar estas temáticas de modo que respeten los procesos grupales y singulares, que tiendan a pensar posibilidades situadas, reconocer formas de cuidado personales y de ayuda mutua que han ido desarrollando, trabajar con herramientas legales y derechos, abrir el juego a articulaciones con otrxs actores que puedan aportar al proceso.

De este modo, en los espacios comunitarios -como ser los de mujeres-, se hace hincapié en lo que le pasa a las personas que los conforman, también en las relaciones entre ellas, relaciones con y en su comunidad y en sus familias, a su vez en cómo se pueden ir modificando aspectos cotidianos en las mismas, recuperar trayectorias de participación y organización, trabajar sobre el fortalecimiento de lazos sociales; ésto sin dejar de lado la singularidad ni pensando en una masa homogénea. Además se trabaja sobre lo grupal, sus conflictos y posibilidades, la relación con la tarea que convoca, proyectos a trabajar; las tensiones que van tejiéndose entre cuestiones subjetivas, grupales, comunitarias y sociales en cuanto a distintas temáticas que salen en los encuentros. Desde la Psicología Comunitaria se comprende a lxs sujetxs determinadxs por condiciones socio-históricas, producidxs y productores de realidades; se reflexiona sobre las relaciones entre lo subjetivo y lo social desde y en situaciones. Por lo cual, poder leer signos de época y cómo operan en lxs sujetxs, en los vínculos y procesos comunitarios, de forma situada en un contexto particular, forma parte fundamental de nuestro rol.

En este sentido, el trabajo con los vínculos, cómo se despliegan, el cuidado de los mismos y su fortalecimiento en cuanto vínculo de apoyo, que enlaza con otrxs, que permite mirar y entender de otras formas, la producción de lo singular anudado a la potencia de lo colectivo; resultan características entramadas en mi quehacer. Así también, poder explicitar lo que sucede en estos vínculos y espacios colectivos, registrar afectaciones y malestares, operar en dinámicas y formas que den lugar a que los mismos se expresen de maneras que ayuden a armar propuestas ante eso; resultan formas de visibilizar por un lado que el sufrimiento del otrx no da lo mismo y, por otro, algunos sentidos sobre porqué es importante trabajar esto en los espacios de los que se participa.

Barrault y otrxs, refieren que se identifican dos campos de incumbencia claros respecto de la relación psicólogxs comunitarixs con la comunidad: el que más se enfatiza es el vincular (tanto en lo interpersonal, lo grupal y en los vínculos con y en las comunidades), y el otro es el que refiere a la organización comunitaria; expresando:


El énfasis puesto en la vinculación y las relaciones se torna un aspecto orientador para pensar en la construcción del rol, dado que estaría hablando de un “plus” del psicólogo/a comunitario/a en función de generar condiciones para la construcción dialéctica de conocimientos y haceres transformadores. (2017, p.10)


A su vez, se vienen desarrollando desde la Psicología Comunitaria ciertas características que hacen a nuestro rol, tales como: promover procesos de organización comunitaria, construir con otrxs, ser “facilitadores” y catalizadores de acción social, fortalecer procesos de participación comunitaria, trabajar desde metodologías participativas. Estas cuestiones guían nuestro quehacer en territorio como psicólogxs comunitarixs, que a lo que se tiende con nuestro trabajo es que las comunidades y sujetxs adquieran lugares protagónicos. Como ser que las mujeres y los jóvenes no dependan de nuestra participación para juntarse/encontrarse, sino que podamos trabajar en favorecer las condiciones que promuevan encuentro y organización y procesos de promoción de salud en sus espacios cotidianos de vida.

Asimismo, hay diferentes concepciones -y por tanto, prácticas- sobre la salud. Y en este sentido, se suman trazos al entramado del rol, ya que hay una serie de documentos y desarrollos como la estrategia de APS y la Declaración de Alma-Ata, la Participación Comunitaria en Salud, Promoción de la Salud, Determinantes Sociales en Salud, Epidemiología Comunitaria, Salud Colectiva; que ayudan a pensar sentidos y porqués de nuestro quehacer desde las instituciones de Salud Pública, en este caso de un Primer Nivel de Atención. Desde estos desarrollos, se puede pensar la significancia de entender la salud-enfermedad-cuidado como proceso, en el que lxs sujetxs producen prácticas más allá de su contacto con las instituciones, reconocer que resuelven problemas cotidianamente antes y más allá de su relación con profesionales. También me resulta interesante reflexionar sobre los determinantes sociales en salud; ya que factores como el acceso al agua potable, contar con fuentes de ingreso económico regulares, las condiciones de género, las divisiones territoriales entre bandas y en relación a la venta/distribución de drogas, entre otros, juegan un papel fundamental en cuanto a los procesos de salud de estas comunidades y sus posibilidades (o no) de cuidados.

Entonces: ¿cómo desde nuestros quehaceres como psicólogxs comunitarixs aportamos a los procesos de salud de lxs sujetxs y comunidades con las que trabajamos?, ¿cómo impactan nuestras intervenciones en la modificación de determinantes de salud de manera cotidiana y no sólo en la atención de los síntomas? En cuanto a la posibilidad de ir más allá de síntomas visibles, de poder abordar procesos que tienden a generarlos, y buscar formas posibles de afrontamiento con lxs sujetxs y comunidades. Me pregunto en este sentido sobre el “cambio/transformación social” que busca la Psicología Comunitaria, ¿es posible la transformación social sin procesos de transformación subjetiva y con otrxs?, ¿lxs sujetxs requieren de psicólogxs comunitarixs para transformar aspectos de la realidad?

A su vez, entendiendo que trabajo desde el Estado y el mismo tiene distintas facetas, procesos y hasta contradicciones -Estado como garante de derechos, Estado represivo, criminalizador, vulnerador de derechos, ausente/presente, promotor de políticas integrales o fragmentadas-; ¿cuál es nuestra posibilidad de acción y transformación como psicólogxs comunitarixs desde instituciones dependientes del Estado?, ¿de qué manera nuestras prácticas pueden generar/promover condiciones de equidad?, ¿cómo construimos márgenes/grietas con otrxs desde el Estado para promover mejores condiciones de vida?, ¿resulta posible una transformación social sin transformar el Estado? Si bien creo que no tengo respuestas acabadas y que excede las posibilidades de este escrito, sí me interesa plantearlo para reflexionar críticamente junto a otrxs compañerxs de caminos. Si entendemos la responsabilidad que la pertenencia estatal le imprime a nuestras prácticas, y la idea de Foucault acerca de que el poder se da en relaciones y en estas puede haber -de hecho hay- procesos de dominación; podemos incidir en la transformación de estas relaciones de dominación desde nuestras prácticas.


Reflexiones -no tan finales- sobre participación y accesibilidad en salud


Para comprender el concepto de accesibilidad, se retoma lo que expresan Torres Aliaga y Torres Secchi (2010) como la facilidad y posibilidad con que la población cuenta para usar los recursos en salud, lo cual implica distintas dimensiones (geográfica, jurídica, económica, administrativa, cultural).

Desde mi experiencia en estos espacios comunitarios, voy observando cómo a través de procesos participativos se abren posibilidades de accesibilidad a salud; como ser oportunidades para trabajar temas relacionados con proceso de salud-enfermedad-atención desde miradas e intervenciones situadas que posibilitan escuchar las voces de lxs sujetxs e ir pensando/construyendo estrategias de cuidado y afrontamiento desde lo colectivo y singular. Esto promueve, por ejemplo, que las mujeres nos vayan consultando sobre el uso de métodos anticonceptivos y preservativos, análisis de serología y prevención de ITS, estudios ginecológicos, cómo hablar de sexualidad con hijxs/nietxs/sobrinxs, prevención y atención en odontología. Algunas se acercan luego de los encuentros para consultas particulares por cuestiones que “se quedaron pensando”, en el marco de relaciones de confianza y cercanas que se van construyendo en estos espacios compartidos.

A su vez -pensando en el “ida y vuelta” con el trabajo desde la institución y la atención- se va promoviendo accesibilidad con otrxs miembrxs del equipo de salud, como ser con el ginecólogo invitándolo a participar de espacios para generar diálogos y poder plantearle dudas y preguntas, también se va generando interés e iniciativa por ellas mismas en solicitar turnos para ginecología y medicina familiar, realizarse los PAP y análisis de VIH/hepatitis, elegir métodos anticonceptivos adecuados con sus características psicofísicas y de vida cotidiana. Desde estos intercambios, se vienen organizando articuladamente una vez por semana turnos protegidos para PAP en el CS. También surge interés en relación a la visita con médico clínico para realizarse chequeos y análisis necesarios, debido a ir identificando en algunos casos factores de riesgo en cuanto a enfermedades crónicas; de este modo, las mujeres pueden acceder al cuidado de su salud desde un lugar activo en relación a la información y posibilidad de decisiones, y a su vez a los cuidados/ tratamientos necesarios en caso de identificar procesos de enfermedad. Esto también sucede con adolescentes y jóvenes, que se animan a solicitar preservativos y métodos anticonceptivos, consultar por temas relacionados a salud sexual integral, concurrir a odontología, promoviendo así diversos acercamientos con el CS.

Otra cuestión que viene generándose, particularmente con las mujeres, es que me solicitan en conversaciones privadas “si puedo ver” o darles turno para algunx de sus hijxs y/o nietxs, debido a aspectos que ellas identifican como para estar atentas o que les preocupa, y en otras ocasiones se da que hablan con sus hijxs/nietxs y ellxs le solicitan querer ir a psicología. Al conversar con ellas sobre lo que las motiva a solicitarme esto, manifiestan: “porque a vos te conozco, te tengo confianza”; “porque me preocupa y confío en vos”; “porque veo cómo nos hablás acá y me da confianza contarte esta situación”; “veo cómo nos tratás, de buena manera”. Este vínculo de confianza que las mujeres reconocen, las acerca muchas veces a conversar y a hacer estos pedidos de atención; a mí a su vez me habilita a devolverles el compromiso que voy a requerir de su parte como madres/abuelas/familiares para el proceso terapéutico y de salud, lo cual ayuda visiblemente en las entrevistas familiares y en la modificación de dinámicas vinculares. Por otro lado, las mujeres que participan de estos espacios, van pudiendo identificar situaciones de violencia de género en sus relaciones familiares, solicitando en ocasiones tratamiento para ellas, o buscando otras formas de asesoramiento y apoyo, reconociendo en el proceso de trabajo conjunto otros recursos institucionales como los abogados de la Fundación Proyectar, las operadoras del Programa de Protección a la Víctima de la Secretaría de DDHH de la provincia, la OVIFG; y recursos de tipo comunitarios como vecinas en las que pueden confiar, vínculos más cercanos entre ellas, referentes del Comedor, etc. Así, en el marco de esta experiencia con otrxs, van buscando/armando diferentes estrategias ante situaciones de violencia, desplegando posibilidades de decisión sobre sus vidas y su salud de maneras situadas.

Me pregunto si esto forma parte de mi rol en un CS, favorecer procesos de accesibilidad al mismo y en particular al servicio de psicología, como posibilidades de promoción de salud. Al respecto, la OMS (2017) plantea que cuando a las personas se les ofrece la posibilidad de participar activamente en la asistencia que reciben sobre su salud, en lugar de tratarlas como meras receptoras pasivas, se respetan sus derechos humanos, sus procesos de autonomía, obteniendo mejores resultados y haciendo que los sistemas de salud resulten más eficaces. En la Declaración de Yakarta (1997) ya se expresaba que la promoción de salud es llevada a cabo por la gente y junto a ella, y que tiende a ampliar las capacidades de sujetxs, grupos, organizaciones, comunidades para actuar e influir en los factores determinantes de la salud. Creo interesante retomar estas conceptualizaciones -a veces repetidas a modo de “fórmulas” pero poco sentidas y pensadas- de forma situada, para poder repensarnos en nuestros quehaceres e instituciones, para reconocer y construir formas de promoción de salud y accesibilidad reales desde cada dinámica y particularidad local (analizando relaciones institución/comunidad/recursos/dificultades).


Referencias Bibliográficas

Barrault, O; Díaz, I; Muro, J & Plaza, S. (2017) Características del Trabajo Comunitario y del quehacer del psicólogo/a comunitario/a en la Ciudad de Córdoba: tensiones, desplazamientos y condiciones actuales. Cátedra Estrategias de Intervención Comunitaria, Facultad de Psicología, UNC. Córdoba, Argentina. Trabajo presentado en el V Encuentro Nacional de Psicología Comunitaria, Mendoza. No publicado.


Deleuze, G. & Guattari, F. (1993) ¿Qué es la Filosofía? 8ª Edición. Editorial Anagrama. Barcelona, España.

Plaza, S. & Rodigou, M. (2003) Características del Trabajo Comunitario y el Quehacer del Psicólogo/a Comunitario/a en la ciudad de Córdoba, Argentina. En Anuario de Psicología Comunitaria. Córdoba, Argentina.


Rodigou, M. (2002) Interrogando el Rol del/a Psicólogo/a Social y sus Modos de Construcción y Transmisión. En Cuadernos del Campo Psicosocial, Nº 1: “Hacer/es n Psicología Social”, Comps. Paulín, H. y Rodigou, M. Córdoba, Argentina.


OMS. (1997) Declaración de Yakarta sobre la Promoción de la Salud en el Siglo XXI. Cuarta Conferencia Internacional sobre la Promoción de la Salud.


Ulivarri, P. (2013) Reflexiones acerca de la formación en el ámbito comunitario. En “Con los pies en la tierra. Herramientas para el trabajo comunitario en salud”, Comps. Ulivarri, P., Herrando, A. y Giménez, S. Editorial Hanne. Salta, Argentina.

 
 
 

Comentarios


etiquetas: 

SITIOS RECOMENDADOS

LINKS DE INTERES

PARA MAS INFORMACION SOBRE EL INGRESO A LA RESIDENCIA O INFORMACION INSTITUCIONAL INGRESA A NUESTRO FACEBOOK!

  • Facebook Social Icon

MARCO LEGAL   

bottom of page