¿Cuerpos que se controlan? Derivas de una lectura de la realidad comunitaria.
- Psic. Eloy Cantos - betocantos@hotmail.com
- 10 abr 2019
- 8 Min. de lectura

El presente escrito es resultado de la “Lectura de la realidad comunitaria e institucional con foco en la Comunidad”, instancia correspondiente al primer año de la Residencia de Psicología Comunitaria. De manera que su contenido es producto, no sólo de un recorrido por la comunidad perteneciente a la zona de responsabilidad del Centro de Salud (Primer Nivel de Atención) donde me desempeño, sino también de un recorrido institucional, de lecturas y reflexiones con el necesario aporte y acompañamiento de los distintos espacios de formación de la Residencia.
Cuerpos que se controlan
Una mañana, al lado de la puerta principal de un Centro de Salud de Zona Norte de la Ciudad de Salta, Centro en el que me desempeño desde julio del año 2017, apareció un Graffiti de un tamaño considerable (de un metro por un metro aproximadamente), en una sola tonalidad de color, cuyo contenido era el siguiente: “LA 14”. Debajo de esta firma, otra, que tenía estas siglas: “BIM”; arriba y debajo de estas los dibujos de una figura fumando marihuana y un asterisco, respectivamente. El equipo del Centro de Salud se amaneció con esta marca y mientras unxs desayunaban y otros se alistaban para ir a los consultorios, se debatía sobre el contenido del graffiti, se esgrimían comentarios sobre lo terrible de esa acción al tiempo que se trataba de seguir las pistas de quiénes o quién era su autor o autora. “Evidentemente son chicos” decían algunxs, otrx replicó “Si, son chicos pero no tan chicos”; alguien más advierte “lo que pasa es que hay gente que viene a sacar turno desde temprano y bueno es mucho el malestar” * (al interior del equipo circula la idea de que la comunidad está “enojada” con el centro de salud). De pronto unx de ellxs logró desentrañar que la L de “LA” era en realidad una L y no un extraño número 2, de manera que ya un artículo y un número emergía de la pared, “LA 14”, “Ah, sí, creo que es una bandita” advierte alguien, “y es evidente que son del Barrio M.” (Las siglas pintadas refieren a un barrio del área de responsabilidad).

Entonces me pregunto ¿qué de ese enojo que está leyendo el equipo aparece con la aparición del graffiti? Y aún más, ¿qué mensaje quiere dejar su creador o creadora?, se pueden quizás ensayar algunas respuestas teniendo en cuenta los motivos psicosociales que algunxs autorxs encuentran detrás de los mismos, de esa manera, aparece en primer lugar la idea de que los graffitis son el intento de conquista del espacio público y simbólico, y en sintonía con esta aseveración es que tomo a Ballaz (2009) cuando afirma que “Escribir un nombre en una pared es la manera que tiene el escritor de graffiti de marcar su territorio, haciéndose presente en él, apropiándoselo, identificándolo” (Ballaz. 2009. pág 132). En este sentido, el autor asegura que “El sentimiento de pertenencia territorial ha sido uno de los aspectos definitorios del graffiti” (Ballaz. 2009. pág. 132). De manera que, si los Graffitis son la representación gráfica de un intento de conquista del espacio público, de marcar y apropiarse del territorio, caben las siguientes reflexiones ¿Por qué estos jóvenes (serían jóvenes de acuerdo a las conjeturas del personal del centro de salud) necesitarían manifestarse así? ¿de qué forma sienten el espacio público? ¿acaso como un territorio de prohibiciones? ¿sería así el acto de graffitear el Centro de Salud un intento por recuperar su presencia en él? Es interesante en este sentido la observación que realizara una compañera del programa Entornos Creativos* con la que trabajamos llevando a cabo talleres con niñxs en otro de los barrios de la zona; uno de esos días, mientras andábamos las calles intentando convocar a lxs jóvenes, y ante la desolación de las veredas, de las cortadas y los pasajes, ante la desolación de los baldíos y la canchita, ella abre los brazos y levantando los hombros, dice: “Es como si no hubiera jóvenes en estos barrios, ¿viste?” y continuó “No se los vé, che. No sé dónde están”. Y mientras volvíamos con nuestras bocas llenas de invitaciones, se le ocurrió que sería bueno ir a buscarlos a una esquina, donde según escuchó decir, a menudo un grupo de pibxs suelen juntarse, un grupo que mora la esquina donde empieza el barrio M. cerca del cementerio, “ahí lxs changxs se reúnen por las tardes y pasan el tiempo” nos dice N, un niño que nos acompañaba en ese momento en la convocatoria. Decidimos ir a buscarlos, y mientras cruzábamos por los callejones de la canchita, mi compañera cuenta que lxs pibxs tienen un sillón antiguo abandonado en el que se sientan, que según oyó por algunxs vecinxs ser ese “El lugar” de encuentro, “tenés que ver lo que es ese sillón” dice; mientras N mueve la cabeza afirmando con una sonrisa, “ahí se drogan esxs changxs”, hace un silencio, “la policía siempre los corre de ahí”. El silencio ahora es nuestrx aunque solo por un rato, ¿lxs corre… cómo que lxs corre? Preguntamos casi al unísono; “si, los corre; la policía viene en el patrullero y los corre, aunque no estén haciendo nada”. Íbamos llegando a esa esquina, la esquina del sillón, y otra vez hacía su presencia la ausencia de lxs pibxs, y no sólo eso, tampoco estaba el sillón, faltaba el sillón en el que solían sentarse. G, un niñx que llegaba en bici desde el barrio San A. nos cuenta que durante el fin de semana anterior “Vino la policía y corrió a lxs changxs. Eran lxs de la brigada, vinieron en una camioneta y se llevaron el sillón”. ¿Y ustedes por qué creen que se llevaron el sillón? Les pregunté a G y a N, que parecían no tener dudas ni titubeos al responder “Y… para que no estén en la calle”.

Esa última respuesta pareciera venir a echar luz sobre la pregunta que se hiciera mi compañera, ¿lxs pibxs entonces no están en las calles porque algo así lo determina? ¿Qué sería? ¿acaso la calle está prohibida para ellxs? ¿la calle como un territorio de prohibición? ¿Es el movimiento acorralatorio de la policía el intento de volver el barrio una suerte de cárcel a cielo abierto? ¿Un nuevo gueto? De modo que pregunto nuevamente ¿la aparición del graffiti es acaso un intento de recuperar algo del espacio público? ¿Sería ésta una forma de expresión del enojo, de resistencia? En sintonía con estos planteos, me parece interesante introducir algunas ideas que produjera Marc Augé (2012). Este autor acuñó el término "no-lugar" para referirse a los lugares que podrían definirse como de transitoriedad, y que no tienen suficiente importancia para ser calificados como "lugares". Son lugares antropológicos, en cambio, aquellos espacios en los que verdaderamente nos relacionamos. Un no-lugar de esta manera carece de la configuración de los espacios, es más bien circunstancial, casi meramente determinado por el pasar de individuos. Un no-lugar no aporta a la identidad porque no resulta fácil interiorizar sus aspectos o componentes. En ellos la relación o comunicación es más artificial (Auge. 2012). ¿Acaso este accionar policial, que se desprende del juego de poder más global en la comunidad, sería el intento por des-terrar los lugares de lxs pibxs? Y aún más, ¿serían el intento por generar un No-Lugar allí donde antes lo había? Esta práctica policial, que siguiendo a Cabral y Zanin (s.f) puede definirse como de Embate:
“se apodera de múltiples espacialidades urbanas (…) No hay espacio para estar, habitar, permanecer; desde el allanamiento donde lo privado pierde estatuto hasta la imposibilidad de transitar la calle, el propio espacio de lo íntimo es violentado y constituido como esfera de la Inseguridad" (Pag. 6)
Me planteo si la fuerza policial vendría a representar en el accionar la lógica opresiva impartida desde un sector de la comunidad, lógica que ya tuve oportunidad de desarrollar en la Lectura de la Realidad institucional.
Se manifiestan así lógicas de dominación por parte de la clase alta hacia aquella de mayor vulnerabilidad sostenida por relaciones de poder desiguales. Lxs pibxs de los “barrios bajos” (literalmente bajos), lxs pibxs pobres vienen a representar una serie de peligros de los que es necesario protegerse o peor aún, atacar, lxs pibxs son de esta manera cargadxs de representaciones, pibxs que al decir de Goffman (2006) son investidxs de atributos “profundamente desacreditadores”, atributos que componen lo que denomina “Estigma”; aunque autores como Link y Phelan prefieran hablar no de atributos, sino de etiquetas, “porque cada uno de estos términos localizan e individualizan lo que está siendo referido a los sujetos estigmatizados, bajo el riesgo de oscurecer el proceso social que está detrás de la estigmatización” (Cornejo. 2012). En ese sentido es interesante traer lo que la autora considera la “estigmatización territorial”, que de acuerdo a sus consideraciones:
“responde a una forma de diferenciación identitaria y de constitución de alteridad, que surge no sólo del reconocimiento de las diferencias y desigualdades sino también por procesos de exclusión social, que se expresa tanto a nivel de la economía y la política, como a nivel de las representaciones sociales, teniendo repercusiones en la capacidad de los excluidos para representarse a sí mismos” (Cornejo. 2012)

En sintonía con estos aportes, me parece interesante introducir los desarrollos de Alicia Torres de Torres (2016) en cuanto a la relación entre la visión de la pobreza y las acciones que se proponen desde el estado; en ese sentido, la autora establece que una de las modalidades para definir esa relación es el llamado modelo “asistencial-represivo”:
“En este modelo, la pobreza es vista como peligro social y político. A la asistencia, la re-educación y la represión, con ciertas ambigüedades, les compete ocuparse de ella. En esta perspectiva, no se sabe si el peligro son los pobres (individual o colectivamente) o si la pobreza es la disolución de lazos; son pobres no previenen ni emprenden; ostentan también cierta inmoralidad porque transgreden las leyes y, en consecuencia, requieren represión” (Torres. 2016. pág 35)
Llegado a este punto, me parece interesante reflotar una categoría que expresó en una oportunidad una integrante del equipo, y que analicé en la Lectura institucional, esto de que “Los pobres de San Lorenzo son la barraca de los ricos”, ahora bien, ¿podría esta categoría referir no sólo a una metáfora del flujo de relaciones (de poder) entre ambos sectores de la comunidad sino también a una metáfora espacial? ¿Será esta barraca a la que se refiere también una imagen del cerrojo barrial que pretende el sector de mayores privilegios de San Lorenzo? Habría en este aspecto un doble movimiento, por un lado, un aprovechamiento de la fuerza de trabajo de los sectores más vulnerables por parte de aquellos, y por el otro (y al mismo tiempo) la necesidad de ejercer un control - si se quiere - social-panóptico de estos últimos, un control de lo que se rechaza (la pobreza), de lo que en términos de Adela Cortina (2017) se considera “Aporofobia”, o el rechazo al pobre. Y en este sentido, las instituciones de esta comunidad se erigirían como detentoras de ese ejercicio de control: la escuela controladora del saber, el centro de salud controlador del proceso salud-enfermedad, la policía controladora de las calles, la municipalidad controladora (y administradora) de la pobreza, la iglesia controladora de las culpas y la fe. Control sobre control, como una pila de ojos moradores.
Pies de página
* Los pasajes en negrita y cursiva corresponden a registros textuales del cuaderno de campo.
* Impulsado en forma conjunta por los Ministerios de Cultura, Educación y Desarrollo Social y la Fundación Crear vale la pena, El programa Entornos Creativos tiene como objetivo fomentar el aprendizaje creativo dentro y fuera de las aulas. A través del arte como herramienta de transformación social, la iniciativa busca acrecentar el interés de los chicos en la escuela, mediante la formación de equipos de trabajos, integrados por docentes y artistas comunitarios. Cabe aclarar que el programa dejó de funcionar en la provincia desde hace unos meses.
BIBLIOGRAFÍA
● Acuña, Giaileola, Pekarek (2014) “Ateneo. Atención Primaria de la Salud y Salud Pública”.
● Augé M. (2012) “La vida en doble. Etnología, viaje, escritura”. Editorial Paidós.
● Cabral, X. Zanín, E. “Represión y militarización en las relaciones sociales O el estado punitivo en la ciudad de Córdoba”.
● Cantos, A. Garribia, S. Loureiro, A. Merlo, V. Roldán, L: Pensando el contexto actual (2018) “Proceso de refuncionalización del Primer Nivel de Atención y sus implicancias”.
● Coloma, A. “¿Cómo iniciar un proceso de intervención y participación comunitaria desde un Centro de Salud?”. Nueva imprenta S.A
● Cornejo, C. (2012). “Estigma territorial como forma de violencia barrial”. Extraído de http://revistainvi.uchile.cl/index.php/INVI/article/view/620/1052
● Cortina, A. (2017) “Aporofobia, el rechazo al pobre, un desafío para la democracia”. Paidós.
● Ballaz, X. “El Graffiti como herramienta psicosocial. Una mirada psicosocial a las potencialidades criticas del arte urbano”.
● Goffman, E (1995) “Estigma, la identidad deteriorada”. Amorrortu Editores.
● Montero, M. (2004) “Introducción a la psicología comunitaria. Desarrollo, conceptos y procesos”. Editorial Paidós.
● Sitio Web del Ministerio de Cultura. (2018). https://www.cultura.gob.ar/que-es-y-como-funciona-el-programa-entornos-creativos_4903/
● Torres de Torres, A. (2016). Reinvención de lo comunitario, hacia una ciencia domiciliada en América Latina. Editorial El Ágora.
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