Caleidoscopio: Una experiencia de rotación por la Residencia de Psicología Comunitaria
- Lucila Tejo
- 3 ago 2020
- 10 Min. de lectura

Rotar implica mirar hacia atrás, encontrarse con lo que traemos, aquellas pisadas que dejaron marcas en nuestro andar. Mirar de frente el trabajo realizado en el espacio de salud pública e intentar construir en base a eso bifurcaciones. Rotar, que el mundo que nos rodea gire, se torne borroso, que lo encontremos diferente a como lo veníamos viendo. Rotar, alternar, transcurrir en otro espacio, por fuera de las coordenadas conocidas…
En el siguiente escrito intentaré dar cuenta de algunas reflexiones y pensamientos construidos colectivamente en la experiencia realizada junto a la Residencia de Psicología Comunitaria en Salta. Recorrido que fue articulando mi participación en dos Centros de Salud junto a dos compañerxs residentes y en los espacios de formación que se construyen en la residencia.
¿Quiénes habitan una sala de espera? ¿Qué esperan aquellos que esperan? ¿Que sucede por fuera de la institución hospitalaria? ¿Cómo interpela lo cultural a la salud? ¿Que implica ser parte del aparato estatal? ¿Que es la salud? Preguntas que fueron germinando y me hicieron llegar a la Residencia de Psicología Comunitaria para continuar en movimiento.
Por la radio una escritora enuncia que no puede escribir porque la realidad superó la ficción. Son tiempos de Pandemia, el aislamiento social se vuelve parte de una escenografía mundial donde el slogan “quédate en casa” aparece mediáticamente con toda su fuerza. Las calles quedan vacías y la salud reducida a un virus: EL COVID 19. La epidemiología se vuelve una calculadora macro política y las excepciones, las cifras que quedan detrás de las comas como números periódicos, se hacen invisibles.
Polinizar
En la ciudad de Salta, desde el año 2015 funciona un albergue para personas de pueblos originarios. Frente a circunstancias de salud cerca de 50 personas habitan este espacio, entre rondas de mate y esperas que en sus decires se vuelven dolorosas por estar lejos de su lugar y personas de referencia. Con la posibilidad de realizar un primer acercamiento, con lxs compañerxs del primer año de la residencia, iniciamos un espacio de conversación. Aunque luego este proceso quedará impedido por la Pandemia, creo necesario iniciar la escritura con un recorte de aquel encuentro.
Estamxs sentadxs en ronda, se está problematizando acerca de la contaminación; la imposibilidad de realizar la pesca por aguas que están podridas por los residuos tóxicos que utiliza el resto de la población y las siembras de empresas nacionales a base de veneno agrotóxico. Una de las personas, toma la palabra y explica la polinización que realizan las abejas[1]. Entonces, él nos contará que una abeja lleva en sus pequeñas patas el veneno de una flor a otra, y así realiza la contaminación del área donde habita. Una cosmovisión acerca de cómo lo micro, pequeños andares, producen efectos macro. Sin saberlo ellas están realizando una acción que puede despertar lo que enferma o lo que potencia la vida…
Lo nómade de residir
“Esas palabras que eran “unos mapas”, palabras en rebeldía, empiezan a querer decir, a saber lo
que quieren decir. Hay que ponerlas en remojo (…)
Nuestra práctica de trazar se ha extraviado.
Hace falta encontrar una manera de trazar que esté en ruptura con lo que nos ha llevado a lo
“tedioso”.
Deligny.
Lo Aracnido.
Desde que inicie la Concurrencia me interpela una pregunta: ¿Cómo ser parte del aparato estatal y no quedar sedimentada en la burocracia? ¿Cómo no volverse parte de una escenografía tediosa? Haber podido transcurrir dentro de la Residencia de Psicología Comunitaria, me permitió acercarme a espacios, como el de filosofía, donde en un encuentro grupal se arma un lugar de remojo para palabras y prácticas. Lugar de nomadismo como refiere Rosi Braidotti donde “los desplazamientos nómades designan un estilo creativo de transformación; una metáfora performativa que permite que surjan encuentros y fuentes de interacción de experiencias y conocimiento insospechadas, que, de otro modo, difícilmente tendrían lugar.”(Braidotti, 2000, p.32)
Práctica que a través de desandar conceptualizaciones sedentarias, se ponen en movimiento, como aconteceres que van en contrapelo de ciertas prácticas machistas que se funden en un esencialismo, intentando atrapar en la mejor definición las incógnitas del ser humano.
Filosofar con otres en el corazón de la salud pública, como una práctica política, que permite la porosidad del discurso médico hegemónico. La porosidad, aquello micro que habita nuestro cuerpo, permitiendo la afectación sobre el mundo que nos rodea. Siendo posible que aquello que se presenta como tedioso en la trayectoria de las palabras y las prácticas puedan desinfectarse de sentidos unívocos y que devenga la diversidad. Será entre estos trazos-conversaciones que la experiencia de la rotación estará atravesada por una especie de piel de gallina, signos de la piel que invitan a despertar.
¿Andar es detenerse?
En la residencia de Psicología Comunitaria durante el primer año realizan lo que denominan lectura de la realidad institucional comunitaria: con foco en lo comunitario.Un acercamiento sobre lo que acontece dentro de los centros de salud y en los barrios que corresponden a la zona de responsabilidad de los mismos. Frente a una retórica neoliberal que empuja a los cuerpos a moverse con prisa, donde el éxito del producto estaría siempre en un escalón más adelante, encuentro en esos acercamientos de la lectura de lo comunitario una espera. Detención de movimientos anticipados. Posibilidad de estar siendo con otros. León Cedeño y Vargas Mansano (2014) denominan como “Investigación en lo cotidiano”, un modo cualitativo de generar una producción de conocimiento situado a partir de diálogos-encuentros que se van construyendo con los diferentes actores sociales que habitan los barrios: significaciones, valores y actitudes, deseos, interpelaciones. Por ende haber podido compartir esos andares, me permitió descubrir la potencia y la importancia de construir lazos con el afuera de la instituciones de salud, para que las prácticas no se vuelvan colonizadoras de los cuerpos sino que sea una construcción colectiva dando lugar a las voces de todos sus participantes.
De la escondida a la cartografía: procesos de visibilización
“Nubecita blanca, nubecita azul,
quien queres que salga, pero menos tú”
(Juego-canción que realizan lxs niñxs del Barrio L. [2]. para inciar el juego de la escondida)
En el barrio de L. S., se acerca la hora en que el cura de una iglesia de la zona trae la olla que alimenta cerca de 70 familias. Pero mucho antes un niñx llora mientras que cinco niñxs juegan sobre lo que alguna vez fue una calesita. Me acerco y les pregunto si puedo ayudarlxs en algo. Me presento, describiendo que soy psicóloga y que vengo de un hospital chiquito llamado Primavera. Uno de lxs niñxs alza la voz y me dice “Yo me hago pis en la cama”. Le pregunto porqué él cree que lo hace en la cama y no en el inodoro. A lo que responde que le da miedo ir hasta el baño. Otra de las niñas agrega “Tenes que usar una linterna y prender la luz”. Otrx niñx explica “No es malo, es Papá Noel”. Entre historias me contarán de Chucky, un diablo, que aparece en la casa de lxs niñxs del barrio…
Esta escena, de uno de los primeros encuentros que tuvimos con lxs niñxs, me devuelve la pregunta ¿Es posible pensar lo político en la infancia? En el sentido de su participación e interpelación de lo que se constituye como el discurso hegemónico adultocentrista, donde las infancias en muchos casos quedan localizadas como reservorios de proyectos futuros: “Los niños serán el futuro de este país” ¿Y el presente? ¿Y lo que ellxs tiene para decir sobre lo actual, sobre sus miedos y sus intereses? Pienso, que la niñez tiene la particularidad de habitar el mundo a través del juego: “De jugando” implica un posicionamiento frente a la realidad que se acerca al “estar” jugando, “estar” siendo, de una transicionalidad más allá del producto final. Y en esa temporalidad, la posibilidad de re-crear la realidad, inventando un matiz para contar, texturar aquello que lxs atraviesa.
Lxs niñxs de L. S. nos propondrán jugar a la escondidas en uno de nuestros acercamientos. Deberemos transitar escondites, conversaciones en voz bajita, nos quedaremos degustando frutos de un árbol... mientras me cuentan que la hamaca para subirse “de a dos” fue creada por un niño del barrio ya que se había roto. Relatos, movimientos, que me hacen reflexionar acerca de cómo las infancias ocupan y piensan el espacio público.

Para poder continuar construyendo con ellxs les proponemos realizar un taller de mapeo de su barrio. Sobre una vista de pájaro de google maps impresa llevaremos íconos que ellos podrán ir localizando. “La utilización crítica de mapas (...) apunta a generar instancias de intercambio colectivo para la elaboración de narraciones y representaciones que disputen e impugnen aquellas instaladas desde diversas instancias hegemónicas” (Risler y Ares, 2013, p. 7). Barrault (2013) nos invita a pensar acerca de las “condiciones de producción de subjetividad que no contribuyen a generar condiciones de bienestar en las comunidades y vecinos con quienes trabajamos” (p. 1); desde las desigualdades económicas, pasando por lógicas de sometimiento o lo que él denomina como vidas precarizadas. Me interesa también poder localizar otra condición que se me formuló al leer al autor: la mirada de peligrosidad con que describen otrxs actores de la zona de responsabilidad este barrio. Me pregunto, ¿qué efectos subjetivos genera dicha mirada en las personas que habitan L. S.?
El taller de mapeo nos dejará algunas reflexiones: un niñx localiza como peligrosa una zona en el mapa diciendo que ahí roban, mientras que otrx lx interpela diciendo que el vive ahi, que juegan a la pelota y no le da miedo. La olla quedará localizada en un merendero que realiza una vecina del barrio y al lado ubicaran un corazón porque lxs niñxs refieren que allí; hay buena onda y mucho amor. Quedarán ubicadas diferentes plazas, unx de lxs niñxs dirá que en el barrio ellxs juegan en las plazas y... en todos lados. Encuentro de significaciones que estallan para dejar decir aquello que se construye invisiblemente. Será una experiencia que me dejara algunas preguntas: ¿Qué implica para las infancias abrir espacios que posibiliten sus decires sobre las representaciones de peligrosidad que habitan? ¿Que significa “lo amoroso” en un merendero y por qué en esta cartografía no aparece la olla que realiza la iglesia?
En un momento del proceso de mapeo, un niñx me pregunta: ¿Qué es un barrio? Me quedo muda, su pregunta implica cierta curiosidad mía que transcurre durante la rotación. ¿Acaso un barrio es la comunidad? ¿Acaso un barrio es aquello que se nos aparece como englobando una heterogeneidad? ¿O un barrio puede ser aquello que nos rodea y nos genera marcas de identidad? Decido preguntarle a él qué le parece que es un barrio y responde: Mi casa.
De la cartografía a la coreografía: enredarse
“Esto vamos a hacerlo hasta que salga bien!” Dice una de las mujeres que realiza hace años una olla popular en el barrio 17 de octubre, barrio que pertenece a la zona de responsabilidad del Centro de Salud Nº 55, donde junto a una compañera de la Residencia realizamos algunos acercamientos. Hace varios días que intentamos pensar junto al grupo que realiza la olla, la forma de organizar las personas que asisten al comedor. Durante la emergencia socio-sanitaria muchas familias empezaron a asistir, la precarización laboral acompañada con el aislamiento social produce que la asistencia a dicho comedor se triplique. Es un barrio que en sus contornos cartográficos queda habitado por asentamientos sobre plantas de residuos cloacales, piletones de agua estancada, donde la garantización de derechos se hunden en el barro y produce condiciones de existencia precarizadas. La situación pandémica encrudece, deshumaniza aún más las vidas que circulan en los contornos de un capitalismo cruel.
Al mismo tiempo desde una Red, conformada por personas, agrupaciones e instituciones que trabajan en la zona norte; realizan una campaña de armado de bolsones; 150 bolsones son asignados a diferentes familias a través de los recorridos, aquellas pequeñas investigaciones en lo cotidiano que este entramado de personas viene realizando mucho antes de la pandemia. ¿Cómo significar estas prácticas participativas? ¿Es el resultado de políticas sociales ausentes o de la construcción territorial? ¿O es una alternativa de transformación de las estructuras patriarcales y de las condiciones de opresión material? Me resuenan estas preguntas mientras me incluyo en dicha escena, pero viene acompañada de mi participación ahí: ¿Qué de una psicóloga en dichos espacios?
Un dia estando en el comedor se acerca una mujer para decirnos que ella necesitaba anotar a una vecina ya que por sus condiciones físicas no podía acercarse. A partir de acompañar y acercarle el plato de comida a dicha vecina y conversar, descubrimos que otrxs vecinxs también realizan acciones de cuidados con ella. Una red silenciosa, casi como de telaraña, que en muchos momentos aparece como transparente, comienza a tejerse. Entre-conversaciones pensamos estrategias para que la vecina en cuestión pueda acceder a cuidados que tienen que ver con su salud integral. Esta experiencia me hizo pensar en lo comunitario como aquello que flexibiliza lo rígido de las instituciones. Los andares comunitarios permitieron que se habilite el acceso a la salud. Pienso en dicho momento, en un contexto de aislamiento donde las esferas macro enfatizan el autocuidado, esta red micro de vecinxs, apuesta por la dimensión colectiva del cuidado. Suely Rolnik (2019) define “lo común” “como el campo inmanente de la pulsión vital de un cuerpo social cuando este lo toma en sus manos, de manera tal de direccionarla hacia la creación de modos de existencia para aquello que pide paso” (p. 29). Lejos de “lo privado” que empuja el neoliberalismo, una niña del barrio L. S. dice: “La olla está en la plaza”; movimientos barriales que desde diferentes andares polinizan el derecho a la vida, como pequeñas arañas que construyen su casa sobre una red casi invisible.
Espejos
Para mirar a través de un caleidoscopio y que se produzca el efecto vibrante es necesario la presencia de otros espejos, con uno solo veríamos solo una imagen, lo heterogéneo quedaría como una unidad. Para ver el efecto variable que produce es necesario girarlo, hacerlo rotar.
Ulloa (2012) teoriza sobre la ética de la ternura como un modo de habitar el mundo renunciando al apoderamiento del otre, donde el miramiento se desprende como posibilidad de encontrarnos con otros andares de un modo amoroso. En esta rotación los espejos de ternura me permitieron ver nuevas formas revolucionarias. De esas que se alejan de lo estático. Ternuras en movimiento de niñxs saltando de una hamaca entre-dos, de compañeras de ruta más cercana como Lucía y Carla donde su deseo por sus investigaciones cotidianas se vuelve contagioso. Ternura de vecinxs trazando historias de vínculos colectivos. Ternura en mesas de la Residencia problematizando significados que caen sobre nuestros cuerpos, infinitamente. Ternura que despierta aquello que se vuelve deshumanizante, que sacude lo cruelmente naturalizado y permite un devenir vibrante de nuevos encuentros con lo que concebimos como salud.
Bibliografia
Braicotti, R (2000). Sujetos nómades, Argentina, Paidós.
Cedeño y Mansano (2014). Cartografías de lo cotidiano: aproximaciones entre academia y comunidad. Brasil.
Deligny, F (2015). Lo arácnido y otros textos. Buenos Aires, España: Editorial Cactus
Rolnik, S (2019). Esferas de la insurrección, apuntes para descolonizar el inconsciente. Tinta y limón. Buenos Aires
Ulivarri, Herrando, Gimenez. ( 2013).“Con los pies en la tierra. Herramientas para el trabajo comunitario en salud”. Vida intensa, salud y salud mental. Algunos aportes desde la Psicología Comunitaria. Salta, ed. Hanne.
Ulloa, F. (2012). Novela Clinica Psicoanalitica. Libros del zorzal. Buenos Aires
[1] En mi estadía en Salta me vi sorprendida por la cantidad de abejas que habitan el ambiente. En contraposición con CABA que al ver una mariposa nos maravillamos como si fuera una travesura que realiza la naturaleza contra la lógica edificada del metro cuadrado.
[2] A fin de salvarguardar la identidad del barrio se utilizarán las iniciales L.S. para referir este lugar.
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